ANIVERSARIO 51 DE LA PLAZA MEXICO
Rafaelillo Ť Con la Plaza México rebosante de público y expectación, Eloy Cavazos, quien suma tres décadas entre los pitones, realizó quizá la mejor faena de su vida torera, conquistó tres orejas y se alzó como el único triunfador de un festejo que cobró importancia por la confrontación hispano-mexicana de la mayor jerarquía. Hoy, sin duda, el llamado ``pequeño gigante de Monterrey'', encastado y sobrado de facultades, demostró lo que es entregarse a una profesión siempre azarosa y competir, aun en desventaja de calidad artística, en cualquier circunstancia y cualquier terreno. Por ello superó por amplio margen a sus alternantes, el hidrocálido Miguel Espinosa Armillita --apenas decoroso--, el madrileño José Miguel Arroyo Joselito --abroncado por su desidia-- y el valenciano Enrique Ponce, quien se estrelló con la mansedumbre de su lote y con el viento que le acosó en la última fase de su actuación.
Eloy se enfrentó a Vencedor, de Mimiahuapam, colorado rebarbo con 466 kilos, de noble acometer y franco recorrido, al que supo darle distancia y espacio. Su hermano David, El Vito, fue ovacionado desde el tercio tras banderillear impecablemente. Cavazos entendió a perfección al morito, aunque sólo utilizó la diestra para imponerse. Por la izquierda, aunque lo intentó en dos ocasiones, no supo cubrir el expediente. No fue un trasteo pleno, pero sí inteligente, si bien, en un momento dado, optó por el toreo efectista --un molinete de rodillas y el de pecho--, aunque con liga inmaculada. Dejó una estocada caída y le fue concedida, justamente, la oreja.
Con el quinto, Incomparable, de Mimiahuapam, castaño rebarbo con 488 kilos, el menudo diestro sencillamente se prodigó. Con la capichuela destacó en tres ajustadas chicuelinas rematadas con la revolera y en dos navarras preciosistas. El hombre parecía preso de una notable inspiración al tomar los trastos toricidas, brindar al público y encaminar la faena hacia la gloria. Toreó Eloy a milímetros de las astas, metido en los terrenos más comprometedores, y consintiendo las claras embestidas del mejor del encierro. En todo momento expuso el diestro y en todo momento recibió el reconocimiento del público, sobre todo al ligar los molinetes con derechazos, sin enmendar, y un péndulo escalofriante, vaciando la suerte en un palmo de terreno. Otra serie destacada por la derecha la culminó con una emotiva, precisa y pinturesca regiomontana ya con los ojos llenos de lágrimas. Los gritos de ¡torero, torero! no dejaron duda del éxito del singular espada. Pinchó, saliendo rebotado, y luego dejó una estocada, siendo alcanzado por el burel sin mayores consecuencias. El público, de pie, exigió las orejas del bravo astado y con ellas en la mano y el rostro conmovido Eloy refrendó su triunfo con la vuelta al ruedo. Luego, al final, salió en hombros.
Miguel Espinosa, Armillita, apenas pudo descifrar las descompuestas embestidas del gazapón segundo de la tarde, Amor Mío, de Begoña, castaño rebarbo con 482 kilos. Se vio al torero incómodo y al burel sin clase. Ni siquiera con la zurda, su mano prodigiosa, puso domeñar las descompuestas acometidas. Estocada en lo alto.
Con el sexto, Platero, de Begoña, castaño bragado con 543 kilos, Miguel insistió, obligó a un soso a seguir la pañosa y deletreó, por momentos, los pases con la derecha aunque sin ligar las series completas con la misma calidad. Con la izquierda bajó un tanto la guardia el diestro y optó por entrar a matar. Pinchazo hondo suficiente y salida al tercio.
Quien fracasó en toda la línea fue José Miguel Arroyo, Joselito, quien ante el tercero, Auténtico, de Mimiahuapan, un castaño anovillado y de escasa presencia, no pudo sino espantarle las moscas, a distancia. El burel desarrolló sentido y el diestro optó por sacrificarlo con tres cuartos de acero en sitio delantero y bajo. Con el séptimo, El Superado, de Begoña, castaño girón de bella lámina con 505 kilos, el madrileño fue eso: literalmente superado por el toro y las circunstancias. Nunca pretendió estrecharse ni imponerse sino dejar pasar, brevemente además, las pocas arrancadas del astado. Lo mató, además, muy mal: cuatro pinchazos, aviso y dos intentos de descabello. Fue abucheado con fuerza.
Finalmente el levantino clásico, Enrique Ponce, malhumorado por su escasa suerte en el sorteo, se metió en terrenos comprometidos al muletear a Brillante, de Mimiahuapam, sardo bragado con 462 kilos y también anovillado, gazapón y huidizo. A base de insistir, dándole al burel todas las ventajas, el coleta pudo extraer algunos derechazos de gran mérito antes de optar por el toreo de pitón a pitón, tomando todos los riesgos. Entera en buen sitio, petición de oreja y salida al tercio bajo una gran ovación. Con el último, Estrella Mía, de Begoña, castaño aldinegro con 508 kilos, el valenciano apuró esfuerzos pero no pudo vencer al viento desatado. Algún derechazo aislado y nada más. Media trasera y descabello al segundo intento.