Todo el cante de las fraguas/ martilla el ritmo caló/ Si tu rey de los
veraguas
primo de reyes soy yo
Sangre y duende, casta y raza
doble majestad. La plaza
se nos puso salomónica.
¡Aire! martinete ronco
que pasa frotando el tronco
reina de Saba, verónica.
En este quite por verónicas dedicado al gitano de los ojos verdes --Joaquín Rodríguez Cangancho--, Gerardo Diego, andaluz siempre y de fondo, lleva lo popular al ras de su pueblo y su lírica, sin perder su universalidad. Responde a su unidad sensitiva y no a una disponibilidad ocasional.
En lo que a sustancia tauroflamenca se refiere, nadie ha podido superar su fidelidad y continua frescura. A pesar de eso, parece que la universalidad nunca le preocupo. Si en la Elegía a Joselito o Torerillo en Triana hay universalidad, es la universalidad que encuentra Gerardo Diego, con naturalidad torera, eso que se encuentra en algunos toreros, sin búsquedas aflamencadas.
Poesía española, la poesía de Gerardo Diego, que enfrenta el tema popular --ferovorosa y casi unilateralmente el taurino-- con todo el ``silencio verde de sus guitarras destrenzadas''. El ha sabido ahondar, como no queriendo, una serie de poemas cuya trascendencia estribaba en que su canto merecía volver a su origen; el pueblo, sin perder universalidad.
Esta es la escuela que fundó Antonio Machado, y que dio por cabal conciencia de estilo, es la pauta verídica de un espíritu que partiendo de Andalucía recóndita y segura --``un huerto claro donde madura el limonero''-- avanzó hasta asumir la supremacía fervorosa de un ámbito idiomático donde nunca se ha puesto el sol.
Diego, alumno aventajado de Antonio, ultraísta, creacionista, neoclásico, abordó la esencia de la poesía flamenca . ``Y es que en el fondo no dejó nunca de recomponer en orden un sentimiento, una profundidad constantes'' --dice Machado. Y es que, también, Diego ha considerado externo el mundo y en cambio esencial el objeto de fondo de su poesía.
Lo que le permitió fraternizar con las diferentes escuelas poéticas del siglo. Cada renovación lo sorprendía con un pie en lo que seguía. Cada retorno lo encontraba buceando en sus propios orígenes, desde donde emergió su poesía universal, muy española al mismo tiempo.
La guitarra es un pozo
con viento en vez de agua.