El subsecretario de Negociaciones Internacionales de la Secofi, Jaime Zabludovsky, acaba de declarar a su regreso de Washington que el Tratado de Libre Comercio que une a los tres países norteamericanos (México, Estados Unidos y Canadá), ``es un texto cerrado''. Dicho funcionario venía de evaluar con las autoridades estadunidenses la aplicación de dicho acuerdo (según Washington) y tratado (según el gobierno mexicano) y agregó, contento, que el TLC ha sido favorable tanto para nuestro país como para nuestro vecino y asociado del norte.
Sin embargo, simultáneamente, durante la visita del presidente venezolano Rafael Caldera, nada menos que el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Héctor Larios, se quejó de la dependencia mexicana de Estados Unidos y de las medidas proteccionistas unilaterales de aquel país que dañan a nuestra industria y anunció una estrategia agresiva para diversificar los mercados y escapar a dicha dependencia. Por lo tanto, a juicio de los empresarios mexicanos el TLC no ha sido tan favorable como cree el subsecretario Zabludovsky.
A su vez, el sector rural se ha quejado amargamente de la total dependencia de la importación, incluso en los granos básicos, de la ``ganaderización'' del agro mexicano para exportar carne de baja calidad que será transformada en hamburguesas, del fin de la soberanía y la seguridad alimentarias, de la forestación masiva con eucaliptos, que arruinan tierra y ambiente pero dan muy rápidamente pulpa de madera a las compañías extranjeras exportadoras, y del aumento de la desocupación y la pobreza en el campo, todo ello potenciado por la aplicación del TLC. Además, según Andrés Peñaloza, de la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio, en los tres años de vigencia del tratado en cuestión, los sueldos, salarios y prestaciones reales por persona cayeron en 32 por ciento, pasando de 18,915.5 pesos en 1993 a sólo 12, 953.4 pesos en 1996; desaparecieron cuatro mil empresas maquiladoras y cayó 50 por ciento la utilización en los productos de exportación de materias primas nacionales, mientras el consumo de alimentos proteínicos se derrumbaba y el número de desocupados crecía considerablemente. Es evidente, por lo tanto, que ni los obreros y trabajadores en general, ni los campesinos, comparten la satisfacción del subsecretario Zabludovsky en lo que respecta a las ventajas para nuestro país de la aplicación del TLC.
A esto hay que añadir que el Partido Revolucionario Institucional y el gobierno mismo, en varias ocasiones, han protestado por el proteccionismo estadunidense y han pedido modificaciones parciales al tratado (para nosotros) o acuerdo (para nuestros asociados, que así pueden ``flexibilizarlo'' según su conveniencia) y que igual pedimento se ha convertido en clamor en el campo de los partidos de la oposición y de la sociedad civil y ha dado origen, incluso, al levantamiento indígena en Chiapas. Al declarar pues que el TLC ``es un texto cerrado'', ¿ se quiere significar ahora a toda la nación que los pedidos y protestas no serán atendidos? ¿Qué promesas se han formulado en Washington? ¿El TLC ha dejado de ser un texto, modificable como tal, para transformarse en un dogma sagrado e intocable?.