La Jornada domingo 9 de febrero de 1997

VENTANAS Ť Eduardo Galeano
La flor

Parece orquídea, pero no. Huele a gardenia, pero tampoco. Sus grandes pétalos, alas blancas, tiemblan queriendo volar, irse del tallo: en Cuba la llaman mariposa.

Alessandra Riccio plantó, en tierra de Nápoles, un bulbo de mariposa, traído desde La Habana. En tierra extraña, la mariposa dio hojas, pero no floreció. Y pasaron los meses y los años, y seguía sin nada más que hojas cuando unos cubanos amigos de Alessandra llegaron a Nápoles y se quedaron en su casa durante una semana.

Entonces, en los alrededores de la planta, sonaron y resonaron las voces de su tierra, el antillano modo de decir cantando: la planta escuchó esa música de las palabras día tras día y noche tras noche, porque los cubanos hablan despiertos y dormidos también.

A la semana, Alessandra dijo adiós a sus amigos. Y cuando regresó del aeropuerto, una enorme flor blanca la estaba esperando. Las alas desplegadas brillaban, luminosas, en la noche de su casa