Desde hace varios años he tenido una excelente relación con la Universidad de Colima, que inicié gracias a la generosa invitación que recibí de un médico joven de esa entidad, a quien conocí cuando estaba estudiando su especialidad en el Instituto Nacional de la Nutrición ``Salvador Zubirán''. Creo que fue en 1983 cuando nos encontramos en un congreso, se acercó a mí y con fina cortesía me invitó a que fuera a la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima a dar un par de conferencias. Su trato sincero y abierto me conquistaron de inmediato y desde luego acepté con gusto, sospechando que el doctor Carlos Salazar (así se llama este personaje) y yo pronto nos haríamos buenos amigos, como en efecto ocurrió, no sólo con él sino con su encantadora familia, así como con otros de sus amigos y colegas colimotes, quienes me recibieron en esa pequeña y bella ciudad provinciana con una hospitalidad tan radiante y calurosa como su clima. Entre mis nuevos amigos tuve el honor de contar con el licenciado Fernando Moreno Peña, rector de la Universidad de Colima, hombre joven (la juventud florece en Colima), entusiasta y dinámico promotor de causas nobles, de sonrisa fácil y de pocas palabras, con quien siempre quedo en deuda por su afecto y generosidad. Naturalmente, a partir de mi primera visita a Colima he regresado muchas veces y pienso seguir haciéndolo con frecuencia, mientras los gentiles colimotes y mi cuerpo aguanten.
Hace pocos años (creo que cuatro) se renovó la plaza de director de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima y el Consejo Universitario nombró al doctor Carlos Salazar. Mi regocijo ante la noticia fue mayúsculo, no sólo porque eso garantizaba una administración inteligente, comprometida y progresista para esa Facultad de Medicina, sino también porque favorecía la posibilidad de que yo continuara mis frecuentes visitas a Colima, que tanto he disfrutado. Parafraseando a mi amigo Gabriel Zaid, así fue, y así de bien nos fue (el ``nos'' incluye a mi esposa, quien desde el principio me acompañó en casi todas mis visitas a Colima, también sucumbió al encanto de esa tierra y de esa gente tan maravillosa y calurosa, y también se enriqueció con su afecto y su amistad). Uno de los amigos más cercanos de Carlos es el doctor Ramón Zedillo, un joven médico pediatra de profundo espíritu académico, con quien desde el principio establecimos una relación personal muy cercana, catalizada por su guapísima y mexicanísima esposa Cristina y por sus dos preciosos hijos; cuando a Carlos lo nombraron director de la Facultad de Medicina, Ramón se incorporó como jefe del Posgrado.
Juntos desarrollaron un ambicioso programa para renovar la enseñanza en esa Facultad, con excelentes resultados, y al mismo tiempo se inscribieron en un curso de maestría en educación médica por correspondencia con sede en la Universidad de Edimburgo. En mis visitas a Colima nuestras conversaciones invariablemente se relacionaban con la Facultad, con los progresos en los cambios que Carlos y Ramón estaban introduciendo, y con la vida universitaria de la entidad en general.
Hace un par de meses leí en el periódico que Fernando Moreno Peña era candidato a gobernador de Colima, y al poco tiempo Ramón me llamó para decirme que a Carlos lo habían nombrado director general de Educación Superior en su universidad y que él (Ramón) era el nuevo director de la Facultad de Medicina. Naturalmente, las tres noticias me dieron mucho gusto, no sólo por el reconocimiento del talento de mis buenos amigos implícito en tales cambios, sino por los buenos augurios que pueden hacerse para el futuro del estado de Colima y de su universidad. Sin embargo, hace una semana me llamó Carlos por teléfono y en broma yo le dije: ``¿Ya te estás preparando para ser rector en el futuro?'', a lo que él me contestó, con voz tranquila y pausada: ``Lo llamo para comunicarle que ayer me nombró rector el H.
Consejo Universitario, y para invitarlo a la ceremonia de toma de posesión el sábado próximo...''. Mi sorpresa fue mayúscula pero la rebasó mi gran alegría por la noticia. Me fue imposible estar de cuerpo presente en la investidura de Carlos al cargo universitario más elevado y más honroso, pero él sabe muy bien que lo acompañé en espíritu y que aplaudí largamente su sólido discurso, en especial su compromiso público con la excelencia académica, que siempre lo ha guiado en su carrera de profesor y de funcionario universitario.
Con gran acierto, el H. Consejo de la Universidad de Colima le ha dado a la institución como rector a un excelente médico y profesor universitario, con un gran amor a la camiseta y con una gran visión de lo que esa institución puede y debe ser para Colima y para México; además, a un colimote joven y entusiasta, con gran energía y al mismo tiempo con un juicio sereno y ponderado, capaz de concebir y de llevar a cabo grandes proyectos en beneficio de su universidad; finalmente, y para mí lo más importante, a un hombre bueno, noble y honesto, convencido de que su mayor compromiso es con su conciencia.
Fernando Moreno fue un excelente rector, lo que fue magnífico para la Universidad de Colima, pero no se la dejó fácil a su buen amigo Carlos. Sin embargo, estoy seguro de que el nuevo rector no sólo igualará los logros de Fernando sino que alcanzará nuevos y más elevados niveles de excelencia universitaria, dejándole a su sucesor una tarea todavía más difícil. Felicito a Carlos por su nombramiento y le deseo todos los éxitos que le esperan; felicito al H. Consejo Universitario por tan atinada elección; felicito a la Universidad de Colima por su nuevo rector; felicito al estado de Colima por su magnífica universidad; felicito a México porque Colima forma parte de nuestro país, y finalmente me felicito de tener tan importantes y (sobre todo) tan buenos amigos.