Omertá es una ley tan antigua como el crimen organizado. Su primera voz proviene del latín y equivale a virilidad. La Omertá es la ley de la garduña, la mafia y la camorra, cuyo fin es boicotear sistemáticamente una investigación judicial y para las sociedades secretas que la practican significa: no acudir a la justicia en ningún caso, aunque se trate de una injusticia por propia mano, dirimir mutuas discrepancias bajo sus propias leyes y códigos y nunca delatar a los culpables frente a extraños (H.M. Eizesberger. Política y Delito, ensayos). La Omertá es una ley de bandas criminales y usada en la política; el Estado la convierte en una técnica para nunca revelar secretos o verdades.
Falsas declaraciones, mentiras, contradicciones y perjurios logran enredar una investigación hasta que la opinión pública se pierde e insensibiliza frente al delito original, pues resulta más escandalosa la investigación que el crimen. Testigos ciegos, diabéticos, voluntarios y videntes terminan poniendo en ridículo a la justicia; cientos de declaraciones, escándalos sin fin ante ``nuevos descubrimientos'' convierten el proceso original en una gran comedia. La capacidad de trivializar mediante lo grotesco y lo chusco nace de quienes no quieren que se llegue a la verdad y para eso la nota roja, el sensacionalismo, por pasiones y amantes, delitos elegantes, y negocios ilegales terminan siendo vistos como algo natural. Los largos procesos judiciales, regidos por la Omertá, logran convertirse en irreales y por lo tanto, en una forma efectiva de indulto por la vía procesal.
En el caso de Colosio y de Ruiz Massieu, dos fiscales han caído en escándalos mayores a los crímenes que persiguieron tras haber dirigido sus hipótesis hacia funcionarios y políticos del Estado. Mario Ruiz Massieu y Chapa Bezanilla en su momento, señalaron al PRI, el Estado Mayor Presidencial (EMP) y el círculo íntimo del poder salinista como protagonistas sospechosos de la autoría de los crímenes y la respuesta no se hizo esperar: una avalancha de nuevos testigos llevaron a hallazgos como el de la osamenta de El Encanto y miembros del EMP aparecieron de nuevo en el caso Ruiz Massieu, dando versiones primero acusatorias contra Raúl Salinas y luego fueron convertidos en testigos en contra del fiscal. La Paca, María Bernal, el vigilante, el guardia y el ``anónimo'', todos amigos y cercanos al acusado han sido en breve tiempo leales-traidores-leales al acusado; su eficiencia sólo ha sido efectiva para hundir al fiscal, pues ahora son testigos de las ``presiones'' y ``sobornos'' que los convierten en efectivos testigos de descargo de su jefe, amigo, amante y patrón. La investigación arroja ya dos desaparecidos: el eslabón perdido, ex diputado Muñoz Rocha, y el ex fiscal Chapa Bezanilla, quien con su desaparición deja la sospecha o preocupación de ser cómplice o una nueva víctima de la Omertá.
¿Quién le acercó al fiscal tantos testigos parlanchines? ¿Qué papel juegan periodistas como Abraham Zabludovsky, López Dóriga, Juan Ruiz Healy, Javier Alatorre y propietarios de medios como Salinas Pliego, dueño de Tv Azteca, que unidos se han encargado ahora de linchar al ex fiscal, cuando ellos son sospechosos de negocios turbios con el acusado y de ser personeros de la familia Salinas de Gortari? ¿No es el perdón de Salinas Pliego a López Dóriga aplicación de la Omertá salinista, que busca dirimir en otras instancias conflictos entre sus empleados? ¿No es la caída del fiscal un desistimiento del Presidente de la República frente a las evidencias?
Lozano Gracia tiene atrás al PAN, pero Chapa Bezanilla a nadie y por eso fue convertido en el arlequín cuyas investigaciones son la prueba misma para exonerar a los culpables. Lo más dramático es que las hipótesis de Chapa Bezanilla, si revisamos cuidadosamente, son las mismas del ciudadano de la calle: los asesinos están en el poder y el origen es político.
La Omertá del Estado para contribuir a la confusión ha desmembrado la investigación; lo de la osamenta se ventila en la PGJDF y el crimen en sí en la PGR. El escándalo hace que se olvide el crimen de Colosio y la táctica funciona perfectamente, pues tras el escarnio de Chapa Bezanilla, el PRI lanza el manto del olvido sobre sus crímenes, para que éstos no lleguen a las urnas como votos en contra.
Vistos los procesos bajo esta ley de las mafias y las camorras no hay confusión sino una política de Estado para desvirtuar su propio papel de procurador de justicia. La Omertá para juzgar crímenes de Estado se aplica con fines protectores y los despojos de Chapa Bezanilla son los del pueblo que creyó en la promesa presidencial de que ``se iría a fondo''. Lozano y el PAN, el Presidente y el PRI finalmente se han acogido a la Ley de la Omertá para dirimir en otro lado sus reclamos, alianzas, cogobiernos y compromisos públicamente inexplicables.
No hay ninguna confusión: es la protección para que una verdad que tiene miles de pruebas, nunca llegue ni se conozca. El silencio y el enredo es la Omertá, que en México se volvió razón de Estado.