La Jornada 11 de febrero de 1997

Estuvo a punto Ruiz Ferro de tener su primer encuentro frente a frente con milicianos del EZLN

Hermann Bellinghausen, enviado, Selva Lacandona, Chis., 10 de febrero Ť El gobernador Julio César Ruiz Ferro y su comitiva estuvieron a punto de aterrizar, en días pasados, sobre una manifestación selvática de zapatistas.

Los funcionarios andaban inaugurando y repartiendo tierras y obras en helicóptero, y tocaba que bajaran en una que fue finca de la familia Ordóñez, de Ocosingo, parece. La Victoria, se llamaba el rancho. Cerca de La Unión, en las cañadas.

Unos priístas iban a recibir el reparto de esas tierras y estaban allí reunidos cuando vieron --el miércoles o el jueves por la mañana-- que eran muchos, que qué bueno, no esperaban tanto campesino para el acto político.

Porque juntar a cerca de 2 mil personas en un lugar de la selva que no es un pueblo grande como San Quintín o Nueva Palestina, en una pista de aterrizaje, es un éxito de convocatoria. Sobre todo si se considera que no hubo un buen acarreo, aquella práctica cívica que ya dejó atrás sus mejores tiempos.

Pronto aparecieron los tres helicópteros en el cielo y bajaron enmedio de la multitud de hombres sonrientes, saludando.

Primero el aparato de los periodistas. Luego bajó el de la seguridad. Al final el helicóptero del gobernador Ruiz Ferro y sus acompañantes.

Cuenta Sabás que entonces se abrió la escotilla del tercer helicóptero, y en lo que toca que asome el gobernador, la mayor parte de los campesinos reunidos, sin dejar de sonreir, se pusieron o bajaron los pasamontañas.

La huída

En la comitiva corrió una especie de pánico. ``Rápido se metieron al helicóptero los funcionarios y todos los demás corrieron a sus helicópteros, que ya se estaban levantando. A unos ya los iban a dejar, en la carrera que pegaron, con sus cámaras que se les veían pesadas''.

No estaba programado ese encuentro con campesinos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que hubiera sido el primer contacto personal de un gobernador chiapaneco con los indígenas sublevados.

Dice Sabás que luego los priístas no estaban tan contentos, pues no hubo acto con el gobernador de Chiapas, y que los del gobierno les preguntaban a los campesinos que iban a recibir las tierras, que cómo se les habían aparecido tantos zapatistas. Dijeron que no los habían reconocido.

``Nomás los reconocieron cuando se taparon la cara''. Lo cual, dicho así, suena bastante sugerente.

Sabás narra que luego se fueron los campesinos zapatistas y ya no pasó nada. Igual, nunca son para ellos las tierras que se reparten.

Curioso el humor de estos pueblos en resistencia, que el día de hoy van a celebrar con bailes y actos el segundo aniversario de que los atacaron y los hicieron huir.

Paradójicos pueblos, que festejan los aniversarios de sus desgracias con alegría, y que son reconocidos, es decir, identificados, cuando se tapan la cara.