La Jornada miércoles 12 de febrero de 1997

Arnoldo Kraus
Violación: ¿acceder o repeler?

No hay duda que la crisis de la sociedad contemporánea es alarmante: mientras que el caso de Claudia Rodríguez Ferrando (CRF) ha merecido todo tipo de juicios, cientos y miles de violadores de mujeres permanecen en el anonimato y sin castigo. El affaire CRF ha generado demasiado ruido, no sólo por el asesinato de quien injurió, sino porque amenaza algunos de los esquemas silenciosos, aceptados de facto, en nuestra civilización. Acorde con dinámicas actuales, la violación es un ilícito permitido pues raramente se castiga. La paradoja anterior, permitir lo ilícito, en México, no es surrealista: ¿cuál es el porcentaje de hombres procesados en relación al número real de mujeres abusadas sexualmente? Para los fines de este escrito, el resumen del asunto CRF es breve: por no aceptar ser violada mató al agresor. En cambio, las discusiones emanadas por la resistencia de la mujer y la muerte del hombre son complejísimas.

Desde el punto de vista antropológico, la mayor fuerza del sexo masculino ha sido, desde siempre, fuente de dominio. Parte del orden social y de las prebendas masculinas emanan precisamente de esa diferencia física. La decisión y posibilidad de vejar nace también de esa falta de balance: las mujeres violadoras siguen siendo temas novelísticos. Además, en nuestro medio las Claudias, se defiendan o no, confrontan dos agregados: el machismo y un sistema judicial que a nadie enorgullece. Es evidente que mientras no se modifiquen las actitudes comunitarias, judiciales y la conducta del sexo masculino, los casos de violencia doméstica, violación, mutilación --en otras latitudes--, asesinato y abuso sexual persistirán. Recuerdo, aún con dolor e irritación, lo que mis maestros de medicina forense repetían cuando escuchaba, en algún reclusorio, el análisis de casos de violación. A pesar de la obviedad, de la claridad de la agresión, y de la evidencia inobjetable del maltrato por las marcas corporales, los médicos penalistas repetían: ``mi obligación es no creer''. Las niñas violadas y su dolor no eran argumentos suficientes. ¿Es azar o destino que CRF sea defendida por mujeres y enjuiciada por hombres?

Claudia rompió también las normas del abuso sexual, pues si no se responde a la violación, se evita el riesgo de juicios y confrontaciones. Quebró también el orden, pues al repeler la acción removió el mundo de la subinformación, ya que, por regla, las mujeres ultrajadas callan para evitar la estigmatización. Estos son algunos de los motivos por los cuales los casos de abuso sexual hacia el sexo femenino no llegan a los medios de difusión.

La violencia y el abuso sexual son realidades inescapables y en aumento. La cuestión central es definir cuál ``debe ser'' la actitud de la mujer: ¿permitirlo o responder? No dudo que la violación es, si no la peor, una de las afrentas más graves que puede sufrir cualquier persona.

Acorde con ciertos estudios, las consecuencias en la salud de la afectada son múltiples. Oscilan desde entidades ``simples'' como dolor de cabeza, asma, dolor pélvico crónico, hasta problemas alarmantes: embarazos no deseados, abortos, depresión, alteraciones psiquiátricas, y, en casos extremos, suicidio u homicidio. En México, hay datos que sugieren que al menos una de cada tres mujeres ha sido víctima de algún tipo de violencia. La violación conlleva dolor físico y moral, en ocasiones, incurable. No hay ley que la avale y, sí, en cambio, razones suficientes para justificar la legítima defensa: es bien humano.