Emilio Krieger
La inocencia de Raúl

Como estamos en la era de los grandes temas imaginativos, el de la inigualable capacidad de Carlos Salinas como economista, el de la inocencia del hermano Raúl, el de las dotes adivinatorias de la Paca, el de la solución macroeconómica de nuestra crisis, el de la aptitud del ex procurador Lozano para descubrir delincuentes de alto nivel, el de la elegancia demosténica de don Humberto Roque, quisiera volver al tema fantasioso del artículo que La Jornada tuvo la gentileza de publicar el pasado día 4, en el que me refería a la gran campaña que de común acuerdo están montando los adictos al salino-zedillismo para lograr la liberación y la absolución judicial del hermano-instrumento.

El objetivo es claro: mostrar al mundo entero, incluyendo a la despreciada opinión pública mexicana, la inocencia del calumniado Raúl y la pública reconciliación de los dos bandos, alguna vez aparentemente en contradicción. No tardará mucho en resplandecer la justicia del gobierno actual. Raúl resultará en no mucho tiempo una víctima más de la ``malosidad'' humana. Esa absolución del primogénito de la familia Salinas de Gortari, será la prueba irrefutable de la reconciliación que tanta calma devolverá a la élite gobernante y tanta satisfacción proporcionará al pueblo mexicano, listo ya para votar por los neoliberales.

Propuse, al terminar mi escrito anterior, que se montara un tinglado de grandes proporciones en donde, con resonancia universal, se escenificara la conmovedora escena del abrazo de reconciliación y perdón que habrán de darse Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, en presencia de la inocente víctima, con la refulgente comparecencia de la bella Paulina y bajo la mirada observadora del señor embajador estadunidense, quien podrá fungir como testigo de honor.

El último párrafo de mi colaboración fue suprimido, según se me explicó, por insuperables exigencias de espacio. Pero como tal párrafo, a pesar de su brevedad, contiene una tesis que me atrevo a calificar de veraz, me permito volver al tema, empezando con las dos líneas que las tijeras periodísticas mutilaron:

Después de proponer el levantamiento del escenario apropiado, inquirí:

``¿No sería ocasión propicia para festejar la libertad de Raúl, montar una escena con el valor dramático de la que se propone? Sólo me queda una duda: ¿cuál sería el lugar adecuado para el tinglado? ¿La puerta de salida de Almoloya? ¿La escalinata principal de Los Pinos? ¿O la residencia, debidamente abanderada y decorada, de Dublín? Decisión que debemos dejar a la imaginación de los tramoyistas presidenciales''.

Meditando con más cuidado, he llegado a la conclusión de que la selección del sitio para montar la escena descrita no es una cuestión baladí, pues la decisión correspondiente tiene consecuencias que sobrepasan y exceden las razones puramente teatrales y llegan al fondo del drama político en que hoy vivimos.

Antes de entrar al análisis, cabe asentar que la preferencia del sitio en duda, afecta la importancia del personaje correspondiente y la significación del bello acto del perdón. Si el lugar elegido es Almoloya, se hará evidente el descomunal sacrificio que se le impuso al noble, inocente Raúl, privándolo durante tres años de su libertad y poniendo en tela de duda su bien ganado prestigio. Si el escenario se monta en Los Pinos, saltará a la vista de todos el predominio que la figura presidencial sigue teniendo, independientemente de las limitaciones personales del titular, y pues aquí, por fortuna, no estamos en Ecuador. Si, por último, el desenlace teatral se monta en Dublín, tendremos probanza plena de cómo nuestra vida política y nuestra estructura constitucional han quedado impregnados de una globalización modernizante, cuya figura más destacada es la del ex presidente Carlos Salinas de Gortari y su gloria mayor es el neoliberalismo entreguista.

Por ello, reconozco mi ligereza y frivolidad al sugerir que se encomiende a técnicos en escenografía la decisión del lugar. Pienso hoy que, dada su inocultable significación, debe someterse a la decisión de una comisión legislativa plural que se integre con un número par de legisladores federales que sean designados, en cantidades iguales, unos por Carlos Salinas de Gortari y otros por Ernesto Zedillo Ponce de León.

Corto aquí para no dar motivo a los amigos de La Jornada de que sean ellos quienes me vuelvan a cercenar. Mil gracias.