En la estrafalaria atmósfera política y administrativa que vivimos, en que los procuradores especiales se confabulan con adivinadoras y después se convierten ellos mismos en prófugos de la justicia, en que se utiliza un lenguaje perturbado para atacar a los adversarios políticos, en que se entregan los fondos de pensiones a los bancos privados, para estimular una nueva concentración fabulosa del capital, precisamente en ese extravagante ambiente político una buena señal aparece.
Y es el hecho de que los tres principales partidos políticos se hayan abierto a la discusión interna de sus aspirantes al gobierno del Distrito Federal. La hazaña mayor probablemente viene del PRI, sin tradiciones en ese sentido y tan acostumbrado a simplemente ungir al designado presidencial. Ojalá la justa, sobre todo en ese partido, sea genuina. La duda surge sabiendo que el Consejo Político Nacional, que en definitiva tomará la decisión, es un cuerpo bien conocido por su flexibilidad manipulable y su carácter de mera correa de transmisión.
Sin desconocer, por supuesto, que también en los otros dos partidos es grande el peso de los aparatos dirigentes, que pueden cargar los dados en favor de algunos de los prospectos. La "ley de hierro de las oligarquías", en la terminología de Michels, no parece ahorrar a los partidos políticos en México: las élites de los partidos dominando a los aparatos.
En todo caso, la "competencia" dentro de los partidos tiende a eliminar las decisiones verticales, al menos a colocar ante sus "clientelas" ideas, personalidades y programas. Riesgo que inevitablemente correrán los candidatos ante sus militantes, pero también irremisiblemente ante la opinión más amplia del país.
(Veo, sin embargo, en este punto, un obvio desbalance: Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo son, por supuesto, los más conocidos por la opinión ciudadana: la doble candidatura presidencial de Cárdenas y las funciones de gobierno y la campaña triunfante como senador por el Distrito Federal de Muñoz Ledo en 1988, los colocan muy por arriba de sus contrincantes del resto de los partidos. ¿Ventaja o desventaja? En mi opinión, virtud de todos modos por sus antecedentes de gobierno. Se les acercaría Alfredo del Mazo por su experiencia en el estado de México.)
Riesgo de los candidatos, pero también obligación y compromiso ante la ciudadanía, respecto a los problemas de una de las ciudades más difíciles del mundo. Opiniones que deberán formular no sólo acerca de los problemas "técnicos" del gobierno del Distrito Federal, sino inevitablemente sobre cuestiones de economía general, de educación, de medio ambiente, de seguridad, de derechos humanos, de migraciones, de cultura. Problemas además del campo y de la ciudad, de grandeza urbana, de transportes, de policía, de justicia, de descentralización. Ciudad enorme y terriblemente compleja que ha carecido de instituciones que deberán establecerse, muchas veces por vez primera.
Ojalá, por lo demás, que la necesidad de articular programas y respuestas coherentes a los problemas de la ciudad de México estimule a los candidatos a la formulación de programas pertinentes y razonables para las próximas elecciones, de suerte que la ciudadanía vote por plataformas con significado y no por meros slogans o fórmulas de pirotecnia.
Las campañas electorales en México, en adelante, deberán ser profundamente pedagógicas, en el sentido de que han de significar una presentación intensiva a la nación no sólo de los problemas del país sino de sus alternativas de solución, del enfoque que partidos políticos y líderes tienen respecto al futuro de México y los mexicanos. Este es uno de los mejores caminos para la constructiva politización de la ciudadanía.
Por supuesto que la práctica de democracia interna debería desarrollarse en general para las gubernaturas de los estados y, en su momento, de una manera absolutamente decisiva, respecto a la elección de los candidatos presidenciales de los partidos para el año 2000.
Algunos piensan que una práctica semejante deja fracturas y enfrentamientos estériles y desgastantes al interior de los partidos. Probablemente la observación es cierta en alguna medida. La vía ayuda también, por lo demás, a que se exprese la pluralidad real de tendencias y opiniones al interior de los mismos, que es un reflejo de la pluralidad política nacional. Sólo la madurez de los partidos --pero para alcanzar madurez son necesarias pruebas como ésta-- podrá evitar que se provoquen desgarramientos desproporcionados. Sólo en las batallas reales se forjan las buenas armas y las sólidas organizaciones.
En el balance general la iniciativa contiene presagios favorables respecto al desarrollo democrático de México. Es una señal más de que ciertamente vivimos una transición hacia la democracia, difícil y llena de escollos, es verdad, pero a pesar de todo un avance. Avance, por supuesto, que tiene su origen profundo en la presión política a favor de la democracia que demanda intensamente la sociedad mexicana.
Ojalá sea un síntoma de que abandonamos el antiguo régimen y nos enfilamos a uno de más alta civilización.