Elena Poniatowska
De rojo vienes, María/ II y última

La muerte y el 68

--¿Y tú qué piensas de la muerte, María?

--Yo pienso todo el tiempo en la muerte. Siempre que voy a hacer algo --como soy muy aprensiva y muy nerviosa--, me digo: ``Pues si te vas a morir''... Antes, cuando empecé en el cine y tenía que ver a un productor, siempre pensaba:

```Ay, me va a ver que ni soy güera ni mido 2 metros ni soy preciosa y no me va a dar el papel'. Logré vencer el miedo diciéndome antes de entrar: `¿Quién se muere?'. Eso lo dice la Coreana en Tiburoneros, para mí la mejor película del cine nacional y el único papel que he envidiado hacer. `¿Quién se muere?', o sea que no pasa nada.

``Y ahora siempre digo: Pues si me voy a morir ¿por qué no voy a gastar en esto? ¿Por qué no me voy a tomar otra copa de vino más? ¿Por qué no voy a decir que sí a esto? ¿Por qué no me voy a divertir ahora si me voy a morir? Todo así. Sí pienso mucho en la muerte.

``También la he tenido cerca, porque mi hermana tuvo poliomielitis, y luego se murió Marco Antonio Montero, con el que yo vivía, se murió Juan Allende el papá de mi hijo, se murió mi papá, se murió mi mamá... He tenido muchos acercamientos con la muerte.''

--En 1968, por ejemplo, sé que estuviste en la Plaza de las Tres Culturas durante la masacre. Es algo de lo que nunca has querido hablar...

--Sí, sobre todo después de Rojo amanecer porque parecería oportunismo. Pero ahora te lo puedo contar.

``Estuve ahí, estuve en la Plaza de las Tres Culturas con Ana Ofelia Murguía, con Jaime Cortés, un director de teatro y con Juan Allende. Estábamos como en la tercera fila, hay una foto en la revista Política o ¿Por qué?, no recuerdo bien, donde aparece Juan.''

--¿Es cierto que tu hijo se llama Santiago porque tú y Juan se lo prometieron al Santo Santiago, mientras se salvaban de las balas junto a la iglesia?

--Sí, que le íbamos a poner Santiago. Es que la verdad, lo único que yo decía era: ``Me voy a morir''. Me metieron en un hueco donde estaban los tapones de la luz y oía todo lo que tú cuentas en tu libro, aquello de que ``¡Hay una emergencia!'', todo. Estaba allí metida con uno de los de guante blanco que estaban vendados ¿te acuerdas? y uno que estaba herido y que cantaba La vida no vale nada, fíjate qué cosa. Yo sólo pensaba: pues nos van a matar, esto es la guerra, ya todo el país se levantó en armas.

``No imaginaba más que esta era la Revolución, así contaba mi abuela la Revolución. Y lo que más fijo tenía es que me iba a morir sin tener un hijo, qué inutilidad, entonces dije no no, deveras, si yo salgo viva de esto lo primero que voy a hacer es tener un hijo. Así fue. En 71 nació Santiago.

``Bueno, ya me sacaron de ellí, no me pasó nada, pero a Juan se lo llevaron preso. Lo perdí en medio de la balacera. Eso fue horrible porque anduvimos Ana Ofelia, María Alicia Martínez Medrano, mi mamá y todos buscándolo por todos lados, era espantoso porque no sabías dónde estaba, no te decían nada, ibas a la Cruz Verde, ibas al Leñero, ibas a todos los lugares y nadie te decía nada.

``Mi mamá se metía a ver todos los cadáveres y yo angustiada esperándola porque pues yo no podía... `No te apures --me decía--, no hay ninguno con barba'. Lo buscamos como 15 días. Cuando fuimos al último hospital, alguien le dijo a mi mamá: `No, señora, si a los cadáveres los rasuran'. Ay, fue tan horrible, porque me daban ganas de decirle a mi mamá que empezara otra vez desde el primer lugar. Pero mi pobre mamá ahí yendo a todos lados, fue espantoso.

``Hasta que alguien nos hizo favor de decirnos que estaba en el campo número 1, y luego, por medio de mi mamá, conocí a la hermana de un caballista de la Defensa; como mi mamá era maestra, siempre tenía gente que la quería mucho en todos lados. Este señor fue el que dijo que sí, que allí estaba Juan.

``Cuando nos avisaron que ya iban a salir, nos fuimos a la Defensa a esperarlo, y luego nos dijeron que no, que nos fuéramos porque ya era aquello una manifestación otra vez, y que los iban a soltar por donde fuera. Nos bajamos de la Defensa y agarramos Ejército Nacional, y allí de repente vi a Juan queriendo hablar por teléfono, buscando un veinte, todo pateado, todo lleno de cicatrices que no le habían cosido.

``Y el problema, fíjate, eran sus barbas; como era muy alto, lo confundían con Guevara Niebla y a fuerzas querían que se confesara líder del movimiento, ya ves que la búsqueda era sobre los líderes. Y él traía barbas por una obra que íbamos a estrenar en la Olimpiada Cultural. Juan murió muy joven, en 1985, de cáncer en el hígado y en el páncreas, una muerte muy fea porque duró muy pocos meses.''

Chica Almodóvar

Camaleónica como toda buena actriz, María Rojo súbitamente cambia de ánimo y se olvida de la muerte y los dolores para participarme su nuevo logro: Pedro Almodóvar le acaba de dar los derechos para llevar al teatro Mujeres al borde de un ataque de nervios. ``Suelo ser muy reacio a autorizar versiones teatrales de mis obras'', le escribe Almodóvar en una carta que me muestra en la que la llama ``Querida María'' y le dice: ``no se me ocurre nadie mejor que tú para hacerlo. Sabes que cuentas con mi autorización y apoyo. Toda la suerte del mundo para ti. Posdata: Cuídame a las niñas, Lola y Paz''. Se refiere a su secretaria y a su publirrelacionista, a quienes envió con María para que les ayudase en la compra de artesanías, pues el nuevo filme de Almodóvar lleva escenografía mexicana. Me comenta María su idea de irse un tiempo a España, aunque hasta hoy no tiene nada concreto.

--Pues sí, María, porque aquí, siendo ya la máxima figura del cine mexicano ¿qué más puedes pedir?

--¡Que hubiera cine mexicano! (suelta una carcajada).

--Pero entonces ¿este pequeño boom del llamado ``nuevo cine mexicano'' qué, ya valió queso?

--Pues es que aquí todo es por sexenios, incluida la cultura: si está fulanito que es amigo de zutanito hermano del presidente, o tocó de casualidad que esté una persona que más o menos la hizo en el cine o que el presidente tiene simpatía por el cine, esos seis años se hace cine.

``Y si el sexenio que viene al señor no le cae el cine y le cae la ópera entonces adiós el cine y vamos a la ópera. No hay continuidad en los programas culturales de México. Y así mira nadie ni directores ni escritores ni actores pueden hacer una carrera. Yo, porque soy de las que digo voy a hacer la película pase lo que pase, contra viento y marea. Si no, deveras no haría nada, si me pongo a pedir, a exigir, a decir como dice mucha gente `pero es que a mí me debieran dar un guión', `pero es que a mí me debía de hablar fulanito', `pero es que a mí me debían de dar tal crédito', `pero es que a mí me debían pagar tanto', deveras no hago cine. Lo hago porque es lo que quiero hacer en mi vida, pero yo vivo de la televisión, de la exclusividad que tengo con Televisa.

``Trabajo en el cine desde los 8 años y tengo 130 películas. Eso no es nada si te remontas a los años en que se filmaba deveras en México; Charito Granados, Marga López, cualquiera de ellas te dirá que tiene 300 o más. Si yo no vivo del cine, que todo mundo dice que soy la que más filmo, imagínate quién vive del cine. Los directores hacen videoclips, los fotógrafos viven de los comerciales, los actores viven de la televisión, los guionistas viven de hacer de todo o de tener una beca... Es que no hay dinero, imagínate cómo se puede hacer cine mexicano.

``Elena, tú sabes todo lo que hemos tenido que pasar para realizar De noche vienes Esmeralda, que es una película que tiene todo, y ya ves, dos años nos ha costado.''

--Sí, pero en fin, todo habrá valido la pena si se logra con esta película un éxito como el de Danzón de María Novaro. Con eso me conformo, María.

Danzón dedicado a María Rojo...

A partir de los años noventa es imposible bailar o escuchar danzón sin pensar en María Rojo: su vestido rojo bermellón, sus altas zapatillas, sus medias de raya atrás, la flor carnívora que la corona, su lunar bajo la sensualidad de la sonrisa. Abrazada de su Carmelo favorito --a quien, cerca de cumplir su centenario, vuelve símbolo sexual al perseguirlo hasta los muelles de Veracruz--, María Rojo baila en un ladrillo. Tarararara rará, tarará. Si Juárez no hubiera muerto, el respeto al derecho ajeno sería la paz, y si mi abuelita tuviera ruedas sería bicicleta.

Todas anhelamos ser telefonistas desde Danzón. Suena el ``ring-ring'' en nuestras casas rutinarias y levantamos el auricular con un suspiro:

--¿A dónde desea hablar?

Veneramos a Acerina y su danzonera y ahí nos verán todos los sábados a eso de las cinco de tarde con vestido de lentejuela y zapatos de pulsera haciendo cola frente al salón Colonia, a ver si alguien nos saca y quien quita y hasta nos levante.

Hoy, la meta en la vida de cualquier mexicana que se precie de serlo ha vuelto a ser coronarse reina del California Dancing Club, con el peligro de encontrarse por ahí con el criticón de Monsiváis que vive detrás.

Y, en fin, el que no conoce Los Angeles no sabe de lo que se pierde, porque allí, cada fin de semana, se deja caer Julia Solórzano disfrazada de María Rojo y a ningún caballero que le pida una pieza le dice que no, ni viene con el cuento de que ``ya la tengo dada''.