Rodolfo F. Peña
Los pagos de la PGR
Entre las autoridades encargadas de la investigación y persecución de los delitos, es común (en todos los países, creo) recompensar en efectivo u otras formas de gratificación a los informantes que puedan aportar elementos decisivos o pistas en las averiguaciones previas, incluso tratándose de delincuentes convictos. En estos casos pareciera que la justicia afloja un poco en ciertos puntos para apretar en otros más importantes. Se actúa así, pragmáticamente, en nombre de la eficacia. Lo que de ningún modo se vale es pagar testigos a que declaren en tal o cual sentido, desvíen o enturbien la investigación y retuerzan la impartición de justicia. Mucho menos se vale fabricar pruebas como la del entierro de la osamenta humana en El Encanto.
¿Qué fue lo que realmente hizo la PGR en tiempos de Antonio Lozano Gracia? Según el ex procurador, recompensó a informantes con gran ventaja procesal y económica. Gracias a sus informantes, se aseguraron inmuebles y depósitos en el país y en el extranjero por muchos millones en moneda nacional y en dólares. Es decir, que el rewarder tuvo sus razones prácticas y no se salió del marco de usos y costumbres. ¿Fue así? ¿Todos los beneficiados con los cheques de la PGR impulsaron realmente, en medida importante, la acción penal contra Raúl Salinas de Gortari? ¿También La Paca y sus socios? ¿No es del dominio público que estos últimos no han hecho sino crear artificiosa y delictivamente un ambiente de superchería y sainete?
Y en cuanto a los informantes que pudieran haber aportado información para asegurar o congelar bienes inmuebles y cuentas bancarias, ¿no ha sido absuelto el inculpado de Almoloya del delito de defraudación fiscal, íntimamente relacionado con el de enriquecimiento ilícito? Lo menos que puede decirse de la PGR es que fue dispendiosa y que no tuvo ni pizca de sentido común para seleccionar a sus informantes. Pero, si se investiga bien su actuación, quizá puedan decirse otras muchas cosas, entre ellas sobre el verdadero sistema de vínculos y el papel real en todo este embrollo del fiscal Chapa Bezanilla, recomendado de Juan Velázquez y filtrador de información verbal y de videos que no se sabe con precisión a quién benefician.
Lozano Gracia, según confesión propia, firmó los cheques millonarios que se pagaron a La Paca; y de esto estuvo enterado el presidente Ernesto Zedillo, porque el propio declarante lo enteró, si bien se apresura a hacer notar que ni siquiera implícitamente hay responsabilidad jurídica para el jefe del Ejecutivo. Cierto: ni explícita ni implícitamente. Pero Lozano Gracia, asumiéndose como víctima de una persecución política e imbuido de las jactanciosas virtudes panistas, de hecho involucra al Presidente más allá de las cuestiones jurídicas: si él estuvo enterado, bien pudo disuadirlo a tiempo de cometer un disparate dudosamente legal. No lo hizo, y ya se sabe que el que calla otorga, aunque no autorice de manera directa. Pero es cuestión de palabras: la del presidente Zedillo contra la de Lozano Gracia. Me quedo con la primera, porque no es creíble que por cada cheque a informantes que deba expedirse, el procurador general tenga que correr a Los Pinos para solicitar personalmente el visto bueno.
Por eso Carlos Almada, vocero presidencial, ha hecho bien en recordar oportunamente el precepto constitucional que define como incumbencia del Ministerio Público la búsqueda y presentación de pruebas que acrediten la responsabilidad de los inculpados y que expresamente responsabiliza al procurador general y a sus agentes de toda falta, omisión o violación de la ley en que incurran en el ejercicio de sus funciones. Y lo de La Paca y sus cómplices, con sus exhumaciones, entierros y engaños, además de una burla a la inteligencia, es una violación a la ley y una grave desviación de las tareas de la PGR y de la atención pública respecto de los grandes delitos cuya investigación, se supone, está en curso.
Verdaderamente, el procurador Madrazo tiene que investigar con seriedad y distribuir responsabilidades entre quienes han participado en esta opereta macabra que nos tiene ya hartos. Pero la sociedad vive en la crispación y sigue profundamente agraviada por los crímenes del 94 y por numerosos enriquecimientos cuya cuantía es colosal a simple vista y cuya licitud parece sencillamente imposible. En esto debe ponerse el acento. Lo demás es circo barato que pronto se cubrirá de silencio.