José Cueli
En el día de Santa Valentina

Una de las representaciones más vivas de la muerte es la capilla de Santa María, en la llanada de Castilla, cuyo retablo salió de las manos de un pintor llamado ``buni''. Hay en la representación de esta capilla mucho que desconcierta. Al mirarla se repara entre el ornato escultural que expresa en relieve la página bíblica de la creación y el episodio de la expulsión de Adán y Eva del paraíso.

Los tres personajes componen el grupo de modo sorprendente. A la puerta del paraíso se aguarda la salida de los sollozantes expulsados a la muerte, pero no en una actitud seria y de dolor, amenazante y rígida, si no jacarandosamente, en pleno desmadre, tañendo jubilosos la guitarra.

¿Y quién podrá negar, pese a lo originalísimo del lance --a la manera clásica de la verónica-- la enorme fuerza expresiva en la interpretación de la muerte?

Cometido el pecado por Adán y Eva, la justicia divina les impone la sanción adecuada: la muerte. Pero, la muerte a la salida del paraíso, aguarda alborozada a nuestros antepasados --dicen-- mostrándoles la consecuencia de su pecado. Su eterno triunfo. Sí, pero el eterno triunfo de la mujer, de Eva que va derramando salero, mientras Adán, camina cabizbajo y funda la leyenda de los amores perdidos al tejer la bella narración de Eva aunada a la de ser una rica, riquísima hembra. ¡Brava mujer que deja fuera del paraíso a Adán y va en busca del otro a deshoras! Fuera del tiempo y el espacio y por privilegio divino se le abren las puertas cerradas, para amar al ``otro'', hasta el amanecer del nuevo día y firmar así su sentencia de muerte.

Eva en la muerte, canta, baila y vuelve el dolor de la muerte, guitarreo colectivo, rumor de mujer en celo que no espera el sol al gusto de los veranos castellanos y sus días claros y rutilantes. Vida sensual que no quiere luz del día y vive la muerte en la negra noche, marcada por los sonidos negros. El tiempo de la muerte sobre la fantasía.

Muerte que deja el profundo silencio de la inmensidad de lo desconocido en voluptuosa languidez. Mientras, el viento silba alrededor y nuevos horizontes se abren, se desvanecen como palabras que nadie oye, dejan de ser y se pierden, como las cenizas y este día del amor-muerte