La Jornada viernes 14 de febrero de 1997

MEXICO, ARMAS NUCLEARES Y ECOLOGIA

Los arsenales nucleares acumulados por diversos Estados en tiempos de la posguerra y de la guerra fría fueron, desde la mitad del siglo hasta principios de esta década, la más evidente espada de Damocles para la sobrevivencia de la humanidad. Aunque el colapso del bloque oriental y el fin de las tensiones bipolares redujeron significativamente el riesgo de un conflicto de gran escala entre los dos grandes bloques, tanto Estados Unidos como Rusia, Francia, Gran Bretaña y China, de manera oficial --y Paquistán, Israel y algún otro, en forma clandestina-- siguen manteniendo peligrosas existencias de esta clase de armas, a pesar de que ningún escenario bélico y ninguna razón de seguridad nacional justifica su existencia.

Por otra parte, si bien la pesadilla de una guerra atómica masiva se ha desvanecido, en tanto los artefactos nucleares sigan existiendo permanecerá en pie la posibilidad de que sean utilizadas, ya sea en confrontaciones bilaterales entre países rivales, en conflictos independentistas, étnicos o religiosos --de los que abundan desde el derrumbe del socialismo real en Europa del Este--, o bien por parte de organizaciones delictivas. Tales peligros se incrementan por el abandono, la falta de control y la corrupción que imperan en los remanentes, ubicados en quince países distintos, de lo que fueran las fuerzas armadas soviéticas, así como por el comprobado tráfico de materiales fisionables y radioactivos en Europa occidental.

Adicionalmente, estos arsenales constituyen uno de los mayores riesgos que enfrenta la ecología global. Un caso concreto es la decena, o casi, de submarinos nucleares estadunidenses y soviéticos que se hundieron entre los años sesenta y la década pasada, y que aún reposan en los lechos marinos en distintos puntos del planeta, con todo y su mortífera carga.

La renuencia de los miembros del club atómico a desmantelar de una vez por todas sus artefactos nucleares es, en esta perspectiva, una grave irresponsabilidad y la expresión de una actitud paranoica y arrogante que afecta a la población mundial.

No es fortuito el hecho de que tres de los cinco integrantes oficiales de ese grupo de países -Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña- sean, por añadidura, naciones desarrolladas y ricas, las mismas que se han negado a cooperar en la sobrevivencia del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), un organismo internacional indispensable para dar seguimiento a acciones urgentes de preservación y recuperación ambiental en el ámbito planetario.

Vistas en conjunto, estas actitudes expresan la doble moral característica de los gobiernos de Washington, París y Londres, los cuales, al mismo tiempo que claman por acciones más efectivas de preservación del medio ambiente, incumplen sus responsabilidades básicas, tanto por lo que hace al desarme nuclear pleno y definitivo, como en lo referente al financiamiento del PNUMA.

Un dato reconfortante es que, en ambas situaciones, México ha actuado en forma plausible, pertinente y apegada a principios. En cuanto a la eliminación de las armas atómicas, la Secretaría de Relaciones Exteriores, con motivo del 30 aniversario de la apertura a firma del Tratado de Tlatelolco, instó a los países nucleares a negociar a la brevedad un programa de desmantelamiento de tales artefactos. Y en cuanto al PNUMA, la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, Semarnap, anunció la elaboración de una propuesta para conservar a ese necesario organismo internacional. Ambas acciones son merecedoras del pleno respaldo de la sociedad.