La Jornada viernes 14 de febrero de 1997

Pablo Gómez
Los lugares de la democracia

Algunos se han sorprendido de que el PRI anuncie una votación restringida para designar a su candidato a jefe de gobierno del Distrito Federal. Ese partido ha ensayado muchas formas, pero siempre ha terminado rehuyendo el de la votación directa y universal de sus afiliados, pues cada vez que realiza un intento de este tipo llega a la conclusión de que ese no es su camino.

Lo que sorprende solamente a los más ignorantes de la vida de los partidos es que el PRD acuda al voto de sus afiliados para decidir sus propias candidaturas. (Ver Aguilar Camín, La Jornada, lunes 10 de febrero.) Se ha dicho algo más: que ``tanto el PRI como el PRD carecen de tradición en ese tipo de ejercicios'' (la votación de las candidaturas).

Los estatutos del Partido de la Revolución Democrática señalan que los candidatos a cargos de elección popular de carácter uninominal tienen que ser elegidos en votación universal, directa y secreta de los afiliados. Sólo con el voto de los dos tercios del consejo (estatal o nacional) convocante, dicha elección podrá hacerse en convención de delegados elegidos directamente, a su vez, mediante el voto de los militantes. Por otro lado, los candidatos externos (quienes no son miembros del partido) y los de alianza con otra organización (en cuyo caso éstos son elegidos por la otra formación política de acuerdo con sus propias normas) no están sujetos a una elección de la base, es decir, se encuentran fuera de la competencia interna.

El PRD ha realizado elecciones universales desde su nacimiento. Incluso, en muchos casos, los candidatos de lista plurinominal no han sido elegidos en convención de delegados (como es la norma básica), sino a través del voto directo. La actual dirección de ese partido fue elegida en una votación realizada en todo el país, de la cual --por lo visto-- no se enteraron algunos sedicentes politólogos (por lo menos uno de ellos).

Como es lógico, cuando existe candidato único, carece de sentido realizar la votación, pero eso no ocurre con frecuencia en el PRD, ya que las convocatorias son emitidas con tres meses de anticipación a la realización de los comicios y es relativamente fácil cubrir los requisitos de registro.

La diferencia entre los estatutos del PRI y los del PRD es sencillamente toda. No existe el menor punto de comparación entre unos y otros, excepto para quienes desconocen los de ambos, pero se permiten escribir sobre lo que ignoran absolutamente.

El criticado caso de la aspirante a gobernadora de Campeche, postulada por el PRD, es el de una candidatura externa que fue decidida por el consejo estatal del partido en aquella entidad, por unanimidad de votos de los consejeros presentes. El ruido que realizó el senador Del Río Ortegón, además de ser financiado por el actual gobernador de Campeche y alentado por el secretario de Gobernación, no tenía más fondo que impedir la alianza entre el PRD y una corriente que venía rompiendo con el oficialismo con base en la crítica de la política del gobierno local y la orientación del poder central. Es un tanto raro que casi nadie haya criticado al Partido Acción Nacional por haber lanzado, por ejemplo, a un ex priísta a la gubernatura de Tabasco, para no hablar de la lista larguísima de ex militantes del partido oficial que ahora se encuentran afiliados al PAN. Tampoco se critica al PRI por admitir en sus filas a ex miembros del PRD, aunque éstos sean muy pocos.

Cárdenas y Muñoz Ledo se confrontarán con el voto de los perredistas del Distrito Federal el 2 de marzo, de acuerdo con los estatutos del PRD, por libre decisión de ambos. Si antes de que se cierre el registro de candidatos concurren otras personas, entonces habrá más opciones. Así de sencillo.

Está claro que en el PRD la democracia no ha marchado sobre ruedas, pues ese partido vive en un país sin cultura democrática. A cada paso ha sido necesario romper obstáculos, remontar resistencias y, sobre todo, temores. Pero el mayor miedo ha sido a que, en procesos abiertos, el gobierno logre meter la mano, lo cual ha llegado a ocurrir.

En el PRD existe el servicio electoral, estructura autónoma en la que no tienen injerencia los órganos de dirección, y existen también instancias jurisdiccionales para resolver las diferencias y quejas. Esto no quiere decir que no se cometan errores, los cuales son ciertamente frecuentes, pero en ese partido se está construyendo ya una democracia real.

En el PRI, el candidato a jefe de gobierno del DF será nombrado en un órgano ya existente, es decir, cuyos integrantes no serán elegidos para ese objeto preciso. No se trata, por tanto, de una elección indirecta sino de una designación por parte del Consejo Político del Distrito Federal, cuyos integrantes no han sido elegidos directamente por los afiliados. Esto no tiene nada que ver con una elección que pudiera llevar el calificativo de democrática.

En el PAN, la elección del candidato se hará en convención, aunque el universo de los afiliados que se harán representar a través de sus delegados es muy pequeño: ese partido carece de una amplia militancia y se compone de pequeños grupos. Sin embargo, también en Acción Nacional ocurren cosas difíciles de explicar, como ha sido, hace unos días, el anuncio de que la convención programada en Sonora para elegir candidato a gobernador fue cancelada.

La democracia puede pasar por muchos lugares (y de hecho así ocurre), pero entre ésos no se encuentra el partido oficial.