Desde el primer día de febrero, doce Administradoras de Fondos de Retiro (Afores) libran una feroz competencia publicitaria en las páginas de prensa, radio, televisión y en las calles de todas las ciudades del país. Se disputan la voluntad de casi diez millones de trabajadores afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), quienes a más tardar el 1o de julio deberán decidir qué Afores manejarán sus cuentas individuales de retiro pues, de acuerdo con la nueva ley del Seguro Social, aprobada por los diputados priistas en diciembre de 1995, los fondos de pensiones de retiro ya no serán colectivos ni solidarios; tampoco estarán controlados por el IMSS sino por empresas privadas. Estas son, por ahora, doce Afores, propiedad de grupos financieros y bancos conocidos y con participación de inversionistas extranjeros.
No debe extrañar la ferocidad de la disputa en la cual participan casi 50 mil promotores y 8 mil funcionarios de las Afores. Están en juego cuantiosos recursos: las cuotas por concepto de invalidez, cesantía en edad avanzada, vejez y muerte de diez millones de trabajadores asegurados, además de las aportaciones que se hacen al Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR) y las correspondientes al Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit) y una cuota adicional del gobierno de un peso diario constante por trabajador. Sólo en el primer año, las Afores recibirán alrededor de 30 mil millones de pesos, con lo cual se iniciará el más fabuloso de los negocios de la banca nacional en este fin de siglo. Por si fuera poco, por el manejo de las cuentas individuales las Afores cobrarán a los cuentahabientes porcentajes de su salario que van del 1.6 al 1.9. Un verdadero impuesto, según opinión de especialistas.
De esta manera, a partir del 1o de julio próximo, los trabajadores afiliados al IMSS, obligados por la ley pondrán sus ahorros, en los cuales fincarían la esperanza de una vejez sin graves problemas económicos, en manos de unas cuantas empresas privadas. Estas explotarán esos recursos sociales a su antojo, harán las inversiones que consideren convenientes y obtendrán ganancias de un capital ajeno bajo su control como resultado de los criterios privatizadores del neoliberalismo en el poder.
Los trabajadores, por su parte, no tendrán seguro nada, según se establece en los contratos que firman con las Afores. Una cláusula dice: ``El trabajador reconoce expresamente que por la naturaleza de sus inversiones en acciones de las sociedades de inversión especializadas de fondos para el retiro y de aquellas inversiones que estas últimas realizan en el mercado de valores, inclusive sobre instrumentos de deuda, no es posible garantizar rendimientos y que, por lo tanto sus inversiones se encuentran sujetas a pérdidas y ganancias que en lo general provienen de las fluctuaciones en el mercado''.
Los resultados de esta operación neoliberal se verán en los próximos 25 o 30 años. Para las Afores será el gran negocio; la fabulosa concentración de fondos de pensiones en sus manos les dará un poder inmenso en la vida económica del país. La suerte será distinta para los trabajadores: al perderse el carácter colectivo y solidario del fondo de pensiones, cada trabajador sólo recibirá una pensión de acuerdo a lo que haya cotizado en los años de su vida productiva, más los rendimientos de las inversiones, si es que éstas son manejadas con eficiencia y honradez y no hay pérdidas por efecto de las fluctuaciones del mercado. El futuro cuando menos es incierto en esta materia; para los trabajadores de bajos ingresos, seguramente será desastroso.
En la actualidad y hasta el 1o de julio las cuotas de pensiones de todos los asegurados van a un fondo colectivo y la ley determina el monto de las pensiones que se toman de ese fondo. Los trabajadores en activo contribuyen con sus cuotas a las pensiones de quienes concluyeron su actividad productiva: hay solidaridad intergeneracional, una actitud humanista hacia los pensionados. En adelante, si no hay una reforma a la reforma de la seguridad social, como lo demanda una franja de la sociedad y grupos de sindicatos, prevalecerá el principio individualista, neoliberal: que cada quien se rasque con sus propias uñas.
En realidad al doctor Zedillo, quien propuso la reforma a la seguridad social y a los diputados priístas que la aprobaron, poco o nada le importa la suerte de los pensionados. Su interés es concentrar el ahorro de los trabajadores en empresas privadas, desarrollar los mercados financieros y tener una fuente de capital en el largo plazo.
Puesto ante la necesidad de decidir qué Afore maneja su cuenta individual de retiro, lo menos que pueden hacer los asegurados es pedir informes y compromisos por escrito sobre las ventajas y servicios que ofrece la empresa aspirante a manejar su cuenta de retiro.