La Jornada domingo 16 de febrero de 1997

León Bendesky
El peso

La fijación del tipo de cambio es un asunto crucial en la evolución de la economía mexicana. De su nivel depende la estructura de los precios relativos de los bienes y servicios, los salarios y los intereses internos frente a los del exterior y, por ello, establece las condiciones del financiamiento para la actividad económica. Las corrientes de exportaciones e importaciones, así como los flujos de capitales se asocian con el valor presente del peso frente al dólar, pero también con su valor esperado, o sea con las variaciones que puedan ocurrir en el corto plazo. El programa monetario del Banco de México, así como el manejo fiscal y de la deuda externa por parte de la SHCP, tienen como referencia la disponibilidad de divisas para mantener un tipo de cambio consistente con la estabilidad de los mercados financieros.

Las contradicciones del tipo de cambio se expresan en que el control de la inflación requiere que el peso no se desprecie frente al dólar, mientras que las exportaciones necesitan de una paridad que permita mantener la competitividad y penetrar en los mercados externos. El equilibrio es, en este sentido, muy inestable. En las semanas recientes ha habido una entrada de capitales que ha aumentado la disponibilidad de dólares y, con ello, reducido las presiones en el mercado cambiario. El peso se ha estado apreciando con respecto al dólar y las autoridades monetarias han conseguido disminuir durante varias semanas consecutivas las tasas de interés. El escenario actual es, pues, de estabilidad financiera.

Esta situación provoca una serie de diversas opiniones, sobre todo de líderes empresariales y políticos y hasta de analistas financieros, acerca de la paridad, a la que consideran adecuada y por ello no ven necesidad alguna de un ajuste devaluatorio. Pero el asunto del tipo de cambio no es una cuestión de opiniones ni de sentimientos, ni se asocia a ninguna visión del país o de la patria. No lo es, especialmente, en el marco de una economía que expresamente ha sido conducida al terreno de eso que se llama con tanta seriedad ``las fuerzas del mercado''. Hay formas técnicas, todas ellas imperfectas, de medir la posición del precio relativo del peso frente al dólar. El cálculo requiere de la selección de un año base comparación, y dependiendo de esa selección los resultados varían. Si se toma como base el año 1989 cuando se inició un periodo de sobrevaluación del peso que culminó con la devaluación de fines de 1994, se aprecia que el peso ya está nuevamente sobrevaluado. Esto está señalado por el propio mercado en términos del aumento del ritmo de expansión de las importaciones y la disminución de aquel de las exportaciones. Hoy el mercado cambiario está sujeto a este comportamiento del intercambio comercial, más el efecto estrictamente financiero que provoca en los rendimientos del dinero la caída de las tasas de interés. Si los rendimientos reales se reducen más allá de las expectativas de los inversionistas puede haber una reversión de las corrientes de capital que provoque no sólo la volatilidad del tipo de cambio, sino hasta un ajuste de proporciones más grandes. El hecho de que la inflación en México siga siendo muy alta y sobre todo, mucho mayor a la de Estados Unidos es indicativo de los límites de la política cambiaria. Este es el alcance de lo que ve el mercado financiero internacional y no da para mucho más.

Al final lo único que determinará la paridad es la cantidad de divisas disponibles para financiar el saldo de las cuentas externas y en una situación en la que esos mismos líderes empresariales, políticos y analistas han caracterizado como de pérdida de competitividad de las exportaciones, no será más que cuestión de tiempo antes de que algo pueda pasar. La política cambiaria está peligrosamente asentada en el valor nominal del peso y ubicada en el corto plazo, y cuando éste pase habremos de ver cuáles serán las nuevas opiniones y sentimientos con respecto a la paridad y las condiciones de la recuperación económica.