La Jornada 16 de febrero de 1997

SI NO CUMPLEN, LA GENTE INDIGENA SEGUIRA JUNTANDOSE: RAMONA

Hermann Bellinghausen Ť ``Queremos un México que se cambia, se cambia el México, y un día México está libre'', afirma la comandante Ramona la víspera del primer aniversario de los Acuerdos de San Andrés. Y repite varias veces: ``hay que trabajar más''.

Si no se cumplen los acuerdos, ``la gente indígena va a seguir juntándose'', dice la mujer que participará en la Campaña Nacional de Movilización del Congreso Nacional Indígena, en esta ciudad, a nombre del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Desde la ciudad donde ``muchas personas se buscan en la basura'', habla Ramona.


Durante la entrevista con La Jornada.
Foto: Raúl Ortega.

¿Cómo puede irradiar tanta paz una mujer que alguna vez votó la guerra? La comandante Ramona, bordadora y campesina de los Altos de Chiapas, miembro de la dirección política del EZLN, y reticente a las entrevistas formales, habla brevemente:

``Estoy pensando en que cómo no se cumple, lo que el gobierno ya firmó. Nosotros no pararemos hasta que se cumpla. Si nada más se firma y no van a cumplir, ¿para qué sirve?''.

Desde las habitaciones donde convalece, en esta ciudad, la comandante Ramona intenta moverse con soltura en castilla, y dice que quisiera hablar tzotzil pero no tiene con quién. A ratos tímida y parca, a ratos se entusiasma y se sigue:

``Ya cumple un año que se firmó y todo; hay que cumplir, porque la ley para los indígenas tiene que ser así, como se dijo en los acuerdos''.

De las reformas constitucionales, dice que ``no sólo van a servir a los zapatistas, van a servir a todos los indígenas. Por eso, si no cumple el gobierno, ¿así va a quedar nomás? No. Va a querer más gente de todas partes. La gente indígena va a seguir juntándose''.

Desde que salió de La Realidad el pasado 10 de octubre (tiene bien presente la fecha), Ramona ha subido más de 10 kilos de peso y lleva ya dos intervenciones quirúrgicas. Ha mejorado su castilla, aunque ella lo niega.

Un gran salto que le salvó la vida. No es la primera vez que le ocurre. Ramona lleva varios saltos. El primero, cuando vio ``la situación de muchas pobrezas como vivíamos'', hace quizás diez años.

``No tenemos nada. Están muchas explotaciones. Aunque sea, los campesinos trabajamos mucho, temprano y hasta la noche, pero no sale bien la cosecha, porque no hay buena tierra, y además seco y todo''. Continuamente dice ``y todo'', como para descansar en un etcétera del esfuerzo por comunicarse en español.

``Por eso vivimos, pues, como vivimos. ¿Por qué vivimos así? ¿Por qué no comemos bien? Porque no hay. Y aunque sea, trabajamos muchos hombres, mujeres y niños; de chiquito todavía se trabaja también''.

Ramona es artesana. Confiesa que hoy no podría bordar un huipil como el que trae puesto (un bello huipil de San Andrés, su tierra, y tierra de los famosos acuerdos que hoy cumplen un año), porque después de la operación le quedaron un poco mal los ojos y se está recuperando apenas.

No obstante, se pasa el día tejiendo con sus dedos brazaletes de hilo y otros pequeños tejidos, llenos de color. Hace unas semanas mandó regalar unos de sus trabajos a los barrenderos tabasqueños que estaban en huelga de hambre, en esta misma ciudad.

Cuando se le pasa el nervio de que está hablando ante una grabadora, y se relaja, se ata al cinto un manojo de hilos verdes, rojos, morados y amarillos, y mientras platica, entrama con sus manos cortas y rápidas un brazalete.

``Por esa vida que tenemos, las artesanas vendemos muy barato. Nada más lo compramos el material, de vender no deja nada. Yo vendía, también en San Cristóbal. No pagan lo que queremos, el precio se paga lo que quieren, y no se va con el precio que queremos''.

Sus ojos, fuertes y oscuros como los prominentes pómulos que le ciñen el pasamontañas, ya no muestran el cansancio de hace cuatro meses. Son alegres, vivaces, e irradian cómo decirlo, paciencia.

``Luego que vemos cómo vivimos, empezamos a organizarnos. Cada vez despertó más la gente. Yo hacía trabajo político para que despertara la gente. Les digo en mi pueblo por qué vivimos así''.

En el contexto urbano, cuesta trabajo imaginar a la pequeña Ramona como dirigente popular. No es una oradora como sus compañeros David, Tacho o Zebedeo. Ni siquiera como las comandantes Trini o María Alicia. Es una activista campesina, que sabe hablar con los de su pueblo y por eso los representa.

Aquejada de una insuficiencia renal que pudo costarle la vida, la comandante Ramona fue el caballo de Troya de esos distantes pueblos que parecían desvanecerse en el abandono. Tras un trasplante de rinón y una segunda cirugía hace 15 días para retirar una canalización (``muy delicada de mi cuerpo, se dolió mucho la segunda operación''), Ramona se dice ``tranquila'':

``Ya estoy mejor, voy a trabajar igual, a seguir adelante y todo , porque se ve la situación y todavía no logramos lo que queremos la gente''.

Ahora, Ramona ha visto la ciudad de México. ``Bueno, no siempre es igual como vivimos en el campo, en la ciudad es otro''. Pero encuentra similitudes: ``En muchas partes se ve pobreza. También aquí mucha gente está sufriendo, mucha gente está muriendo en la calle. No hay la casa donde va a quedar la gente que tiene frío. Muchas personas se buscan en la basura, mucha gente'', y sin mayor transición, afirma: ``Por eso el trabajo político es necesario, trabajar más''.

Dice que antes era bailadora. ``Con la cicatriz no muy bailo'', pero cuando un niño que anda por ahí le arroja una pelota, la comandante Ramona, con un paso de baile y un gesto que me recuerda a los de Elsy y Regina, la niñas tojolabales, cuando quieren decir ``no sé'', recibe la pelota y, al parecer, sonríe bajo su máscara tejida.

Al inicio de la conversación había recordado su llegada al Distrito Federal, y sus apariciones públicas en el Congreso Nacional Indígena y el Zócalo, el 12 de octubre de 1996: ``En el Zócalo estoy muy alegre, como lo veo muchísima gente. Bueno, no me pensé otra cosa. De por sí hay mucha gente que saluda a los zapatistas''.

Más tarde, en un ataque de modestia (si tal cosa es posible en alguien tan modesta como la comandante Ramona) exclama: ``No sé por qué me quieren'', y alza los brazos sin soltar la hilera con que está bordando.

Esta mujer, que ha padecido tuberculosis pulmonar y perdió la función renal por la cicatrización de viejas infecciones no atendidas, ha dedicado su vida adulta a la actividad política: ``Nos enfermamos de diferentes enfermedades, pero siempre enferma, poco a poco, se va cabando'', y en seguida repite, como un suspiro: ``Poco a poco'',

Por ella, que ya está del otro lado y sigue con cuerda, tiene motivos para el optimismo: ``Mucha gente indígena quiere seguir en el trabajo, o comenzar, para que un día se cambie como vivimos, pues queremos un México que se cambia, se cambia el México y un día México está libre''.

La última frase de Ramona que registró la grabadora refleja una confianza escalofriante: ``Lo pueblos van a ganar, así va a ser de por sí''. Y una frase más, inconclusa: ``Mi gente allá...''

Allá, donde su trabajo, uno de sus trabajos, era ``para despertar a la gente''.