La Jornada Semanal, 16 de febrero de 1997


Entrevista con Luis Fernando Lara

La democracia de la lengua

Morelos Torres

Desde hace años, Luis Fernando Lara ha coordinado una empresa invaluable en El Colegio de México: el estudio y la fijación de nuestro idioma. Fruto de este trabajo es el Diccionario del español usual en México, de muy reciente publicación. Morelos Torres, experto en temas relativos al mundo editorial, habló con Lara sobre el Diccionario, la misteriosa caja negra de lo que hemos dicho los mexicanos.



ƑCuál es la importancia del Diccionario...?

ųPara comprenderla, tenemos que partir de la situación histórica de un país como México ųsimilar a la de todos los países de Hispanoaméricaų. Se ha creado una idea de la lengua española de carácter metropolitano, madrileño. Las lenguas, desde el siglo XVI hasta la fecha, han estado ligadas a factores de legitimación de los Estados. En realidad, el español se volvió una lengua poderosa a partir de los Reyes Católicos. El hecho de que los países de Hispanoamérica hayan sido colonias, produjo una concepción central de la lengua, de modo que todas las formas de hablar español se veían como marginales. Esto se vio reforzado por la creación de la Academia de la Lengua, que surgió como una institución del Estado monárquico, centrada en Madrid, que muy rápidamente empezó a distinguir entre lo que para ella era el verdadero español y lo que era español local o periférico. Estaidea se nos ha transmitido a todos como parte de nuestra educación. Prueba de ello es la preocupación de todos los hispanoamericanos por el buen o mal uso de las palabras, de acuerdo a la sanción de la Academia. Cuando empleamos las formas usuales en Hispanoamérica o en México, siempre tenemos la sospecha de que hablamos mal, y esto es lo que yo he venido llamando desde hace tiempo una "conciencia del desvío".

Los diccionarios con esta orientación en Hispanomérica y en México comenzaron a aparecer a principios del siglo XIX, y se llamaban Diccionario de regionalismos, solecismos, barbarismos (de México, de Guatemala, de Honduras, etcétera.) Había una incapacidad ideológica de los hispanoamericanos para concebir su lengua materna con ojos propios. Todos nuestros diccionarios de regionalismos ųen nuestro caso de mexicanismosų están hechos con esta concepción. Sólo se ocupan del vocabulario que no incluye la Academia. El que la Academia acepta, ni lo tocan. Naturalmente, se ocupan sólo de regionalismos muy peculiares, formas pintorescas de hablar, caló, etcétera. En el momento en que uno analiza el diccionario académico frente a los diccionarios de regionalismos, resulta que hay un hueco inmenso en medio, porque una palabra tan sencilla como "carátula" ųdonde van las manecillas del relojų no está en un diccionario de mexicanismos, puesto que se halla en el diccionario de la Academia con otra acepción.

De modo que esa enorme cantidad de significados "diferentes" con los que nos comunicamos no aparece en ninguna parte. Por ello, nuestro diccionario comenzó reivindicando la lengua española para los mexicanos. Es nuestra lengua materna, así que tenemos derecho a un diccionario propio. Cuando se anunció el proyecto de este Diccionario, en 1973, el ABC de Madrid publicó un artículo en donde decía que los mexicanos íbamos a producir un cisma del idioma, como si de pronto fuéramos a cambiar todo el significado de las palabras y a imposibilitar la comunicación en español. Era un artículo con un sesgo ideológico; lo que se leía atrás de él era: "Nosotros tenemos el monopolio de la lengua, Ƒpor qué van a comenzar los mexicanos a romperlo?" En México tampoco se entendió. Ciertos personajes de las letras mexicanas afirmaban que lo que hacíamos nosotros era una especie de "catálogo de groserías mexicanas" para que la gente en el extranjero no las dijera.


Una vez le preguntaron a Lévi-Strauss qué le gustaría que se conservara en caso de perderse todos los documentos de alguna cultura, y él dijo: "Sus diccionarios." Y tiene razón. Si uno se mete en las páginas de este Diccionario del español usual de México, descubre que allí está México.

Se trata de un trabajo singular. Es un diccionario de la lengua española como la usamos los mexicanos. Y en ese terreno es el primero. El interés por la idea ha venido creciendo en Hispanoamérica, e incluso en España, donde no me extrañaría que en el futuro empezáramos a ver aparecer diccionarios andaluces, por ejemplo, con un punto de partida semejante al nuestro.

ųƑCuáles son las dificultades para crear un diccionario, en comparación con un libro de literatura o uno de ciencias sociales?

ųLa escritura de diccionarios ha sido un trabajo muy lento, y no puede dejar de serlo. Todos, cuando comenzamos un diccionario, decimos: "Yo me voy a tardar menos." Mentira. La realidad nos vence. Se requieren instituciones que estén dispuestas a soportar un diccionario de esta clase por muchos años. Desgraciadamente, no en todos los países hispanoamericanos existen instituciones así. Desde el punto de vista tipográfico hay muchas dificultades para vaciar y organizar la presentación de los datos en la computadora. Aquí el trabajo ha sido del escritor Francisco Segovia, quien además es muy buen lexicógrafo. Un lexicógrafo francés famoso, Alan Rey, nos advirtió cuando comenzamos nuestro trabajo: "La mitad del tiempo que a ustedes les lleve escribir el diccionario, se la van a comer después en la preparación para la imprenta." Así ha sido. Además, se hacen muchas revisiones, porque un error en una obra literaria a nadie le importa, pero un error en un diccionario se lo recuerdan a sus autores para el resto de sus vidas.

ųHistóricamene ha habido una gran lentitud por parte de la Academia para aceptar las palabras del español de México. ƑA qué podemos atribuir este hecho?

ųAntes, en los siglos XVIII y XIX, la Academia no estaba compuesta por lingüistas. No es lo mismo ser un buen escritor, un amante de la lengua, que trabajar con ella y conocerla. Eso la Academia nunca lo entendió. Los miembros de las Academias son escritores famosos, pero que naturalmente no están dispuestos a cederle a esta institución el tiempo que requiere escribir un diccionario. No sé cómo opera la Academia Española, la Mexicana o Argentina, pero en principio, hasta los años cincuenta, los escritores que la formaban leían una obra literaria, y después anotaban algunas palabras con algún uso que les parecía ejemplar. Luego se reunían una vez a la semana ųy al parecer aún lo hacenų para escuchar las propuestas de los demás y decidir su incorporación. Este proceso implica una valoración unilateral desde la lengua literaria que eliminaba voces usuales, populares. El Diccionario de la Academia se concibió siempre como un monumento a la excelsitud de la lengua española, y de ahí esa idea de que todos tenemos que escribir como Cervantes. Había también una actitud de rechazo al conocimiento científico y técnico, y por lo tanto las palabras de estos ámbitos no entraban. Como consecuencia, el diccionario actual de la lengua española es una pena, en comparación con los grandes diccionarios del mundo, los del inglés o el francés por ejemplo.

ųƑCuál es la influencia de los anglicismos en el español de México? ƑEs creciente con el paso de los años?

ųSí lo es. No sólo por el contacto geográfico, sino porque el inglés se ha convertido en la lengua de mayor influencia mundial, debido al poder militar, económico y científico-tecnológico de los Estados Unidos. ƑPor qué a la galería de Perisur le dicen el mall y por qué la gente dice bye al despedirse? Sin embargo, desde el punto de vista de la lengua, esos cien o más anglicismos que se repiten a diario no causan ninguna dificultad. Creo que es peor el anglicismo mental de esa "primera generación de norteamericanos nacidos en México", como dice Carlos Monsiváis.

ųƑQué tan distinto es el español de México respecto a los españoles de Hispanoamérica? ƑTiende a diferenciarse cada vez más?

ųPodríamos decir que es un idioma con varios pisos. El piso alto lo constituye la lengua culta literaria, en la que casi no hay diferencia. A García Márquez, a Fuentes, a Goytisolo o a Borges los entendemos bien en cualquiera de nuestros países. En el siguiente piso están las aportaciones de las lenguas nacionales estándar, ligadas a las instituciones sociales del país. En México, el aporte de la Revolución desde el punto de vista jurídico, del arte, del pensamiento, etcétera, se tiene que plasmar en el diccionario. Ése es el siguiente piso. Por otra parte, las lenguas nacionales estándar son muy unidas: no tenemos ninguna dificultad para que se entiendan un yucateco y un regiomontano. Después viene el uso de la lengua en las regiones, y allí es cuando empezamos a decir "estos son norteños, estos jaliscienses..." Después viene el piso de las regiones más pequeñas, y entonces decimos: "estos son `yucatecos' de la región más cercana a Campeche, estos son costeños, etcétera". Lo que hace la educación es enseñarnos a llegar a los pisos superiores.

ųHallamos varias novedades en el Diccionario usual que podemos agrupar en categorías: desde la definición de la palabra atole, hasta la acepción muy mexicana del verbo apenar, tomada como causar vergüenza. Hay también expresiones de origen rural, como ponerse las aguas, que significa ennegrecerse las nubes poco tiempo antes de comenzar a llover. Supongo que hay varias categorías de palabras que no son contempladas en otros diccionarios. ƑCuál fue el proceso que ustedes siguieron para incluir esas palabras?

ųEl trabajo de un lingüista consiste en allegarse datos que le produzcan un conocimiento objetivo del fenómeno que quiere estudiar. El español es mi lengua materna, así como la de todos mis compañeros de trabajo. Pero naturalmente nacimos en una ciudad, en una región, en una clase social particular, tuvimos cierto tipo de educación, y eso va creando diferencias en cada individuo. Por eso no sería válido tomar en cuenta cómo hablamos los miembros del equipo del Diccionario... para decidir qué palabras merecen incluirse en él. Sería una imposición.

Lo peculiar de los diccionarios es que son depósitos del consenso social; es decir, la gente requiere diccionarios porque lo que le ofrecen es el conjunto de palabras que le permiten entenderse con los demás. Entonces, tenemos la responsabilidad como lingüistas de encontrar realmente cuáles son esos datos que crean el consenso. Así que creamos un corpus muy grande del español mexicano contemporáneo ųdos millones de palabrasų. Recoge palabras tomadas de la literatura mexicana, a partir de Mariano Azuela y hasta 1974. También recoge términos científicos y técnicos, porque a nosotros sí nos interesa presentar una lengua española mexicana a la altura de nuestra contemporaneidad. Se consultaron además textos religiosos, discursos políticos, novela rosa, telenovela, fotonovela, grabaciones... Este corpus lo procesamos con la computadora; incluso construimos los sistemas de cómputo para que se pudiera procesar; fuimos los creadores del primer sistema de análisis automático del español, y hasta la fecha no hay otro con la capacidad del nuestro. Asimismo, construimos un aparato de estudio cuantitativo, para reconocer qué palabras se utilizan más, cuáles se utilizan en ciertas regiones, etcétera. Procesamos el corpus, obtuvimos los resultados, y con base en ellos fijamos la lista de las palabras que deben entrar al diccionario porque están bien documentadas. Y obtuvimos el conjunto de contextos de uso que nos permiten el análisis. Así que el lexicógrafo del diccionario produce un trabajo original: no le copiamos a nadie. Hacemos el análisis como si no supiéramos que hay otras definiciones. Buscamos siempre el matiz más específico de la palabra, tal como se da en nuestros datos mexicanos. Por eso es que una de sus peculiaridades es que las definiciones son largas; nunca se utilizan sinónimos, sino que se trata de explicar todos los matices de significado de cada palabra.

El lexicógrafo se apoya además en todas las obras de consulta que podemos reunir: pequeños diccionarios de regionalismos, libros de texto, textos científicos, enciclopedias, etcétera, de modo que se pueda ofrecer una información lo más actualizada posible. Después se dan ejemplos de uso característico, lo cual tiene una función pedagógica importante: le enseña a la gente cuáles son las formas más usuales de combinación de las palabras. Es pedagógico tanto para el extranjero que viene a México como para el estudiante mexicano. Esto constituye una novedad relativa en la lexicografía hispánica. Nuestros ejemplos los podemos tomar de Octavio Paz, pero también del bolero de la esquina, siempre que sean buenos ejemplos.

Tomemos la palabra abuelo. La primera acepción es la de toda la lengua española, en relación con una persona que es padre del padre o de la madre. Ejemplos de uso: Mi abuelo o mi abuelito. Después "persona vieja o anciana". Ejemplo: "Lo busca un abuelito con una criatura." No va a haber un escritor de donde yo pueda sacar eso. Lo tengo que sacar de la calle. Después ųpopularų "Tu abuela", cuya definición es "No te creo, no insistas, no me molestes." Ejemplo: "Tu abuela, no me vengas otra vez con esos cuentos." Después "No tener abuela, tener poca abuela, o šQué poca abuela!"Esto sólo lo encontramos oyendo a la gente. Si yo me espero a que algún escritor mexicano accidentalmente la meta en sus novelas, voy a esperar sentado. Tenemos por ejemplo la palabra acelerar, cuya primera acepción es aumentar la velocidad, hacer algo con rapidez, etcétera. Pero tenemos la forma coloquial, que significa "Excitarse alguien, perdiendo la calma y el control sobre lo que hace, precipitarse o violentarse al hablar o actuar." Ejemplo: "Nomás oye hablar de motocicletas y se acelera." Otro: "No te aceleres, todavía no acaba la película." O: "Los de la primera fila se aceleraron y empezaron a lanzar botes al escenario."

Una palabra más: Afán. "1. Empeño obstinado en obtener ciertos fines." Ejemplo: "Maclovio Herrera, en su afán de avance, comprometió a su brigada (esto está tomado de una novela de la Revolución)." "2. Aspiración seguida de constantes esfuerzos por conseguir algo." Ejemplo: "Un afán de justicia social y de distribución de la riqueza (esto proviene de un texto político)." "3. Manía obstinada." Ejemplo: "El afán de Don Agustín de anotar con referencia erudita sus escritos, de citar en latín y otros idiomas... (esto debe ser de algún ensayo)." "4. ųPluralų: Esfuerzos obstinados por lograr alguna cosa." "Ejemplo: La inquietud que sintió Licho Muñoz por llegar a ser torero y sus afanes por alcanzar la gloria entrevista (esto debe ser de una crónica taurina)." "5. ųCalóų: Ratero, y Robo."

Por último, la palabra Agachar. Aquí, en este verbo muy mexicano, viene "Agachar la cabecita", popular por morir, o también la acepción coloquial: "Consentir o aceptar con indignidad algo vergonzoso o indebido." Ejemplo: "Los líderes se agacharon ante los malos manejos del diputado."

El análisis semántico es largo y cuidadoso: en algunas reseñas que nos han hecho en revistas internacionales han mencionado que eso es lo que les gusta de nuestro trabajo. Una vez le preguntaron a Lévi-Strauss qué le gustaría que se conservara en caso de perderse todos los documentos de alguna cultura, y él dijo: "Sus diccionarios." Y tiene razón. Si uno se mete en estas páginas, descubre que allí está México.