Una de las miserias de nuestra vida urbana es que de golpe los nombres que pertenecen a la imaginación colectiva son cambiados por otros. En alguna remota oficina de decretos se decide que la Calzada de la Piedad debe convertirse en Cuauhtémoc o Niño Perdido en el Eje Central Lázaro Cárdenas. No es este el sitio para regatearle méritos a los próceres ni para juzgar sus muertes aparatosas o sus peculiares decretos. Es obvio que a Cuauhtémoc y a Cárdenas les sobran virtudes para apellidar lugares de México. El problema no consiste en honrarlos sino en dónde hacerlo; como una de nuestras carácterísticas es la innombrada vastedad del territorio, nada resulta tan fácil como acomodar héroes en sitios que aún carecen de tradición. Este prólogo nos lleva al nuevo crimen de nomenclatura. Desde el día remoto en que Arlindo horadó la cabaña del Torino, la tribu del futbol mexicano tuvo su sede máxima en el Estadio Azteca. Allí se han visto dos campeonatos mundiales, un gol anotado por Dios y a seis súbditos de Inglaterra burlados por Maradona. El Azteca fue el escenario predilecto del consentido del público mexicano, Enrique Borja, del mejor extranjero que ha pisado nuestras canchas, Carlos Reinoso, y de la exacta chilena con que Hugo Sánchez venció a Lavolpe. Durante el mundial de 1986, la selección mexicana se formó para escuchar el himno, pero el sonido local, que tantas veces anunció Brandy Bobadilla 103, se quedó mudo. Los jugadores empezaban a dispersarse cuando el capitán, Tomás Boy, advirtió que el público cantaba el himno y formó a los suyos para un patriótico performance. Hoy en día, el pueblo que cantó en honor de los once de su tribu ha dejado de tener un estadio azteca. La muerte, lamentable como cualquier otra, de uno de los principales directivos del balompié nacional, llevó a que el coloso de Santa Úrsula fuese rebautizado como Estadio Guillermo Cañedo. ƑMerece el público que lo priven de un nombre de guerra? ƑSerá posible que en vez de exclamar "šescuchen la voz del Azteca!" los locutores reaccionen ante el griterío diciendo: "šoigan al espíritu de Guillermo Cañedo!"? En Argentina, el éxodo de futbolistas ha provocado que los entrenadores sean más espectaculares que los rivales en la cancha. La temporada pasada, Basile, Bilardo y Menotti, ex entrenadores de la selección argentina, se convirtieron en protagonistas desde sus banquillos. La crisis del futbol mexicano ha provocado una degradación de segundo orden. Si en Argentina tienen la Liga de los Entrenadores, aquí tenemos la Liga de los Directivos. Las medidas arbitrarias sobre el descenso y las minitemporadas, así como la lucha por las transmisiones de televisión, han perjudicado seriamente al espectador que alguna vez pensó que el futbol era un juego. Y justo en el momento en que los directivos liquidan el espectáculo, el principal de nuestros estadios se transforma en mausoleo de un funcionario del deporte. No es la primera ocasión en que un estadio abandona su nombre popular. En España, de 1924 a 1947 el estadio del Real Madrid se llamó Chamartín en honor del barrio donde alzaba sus tribunas. A partir de entonces recibió el nombre de Santiago Bernabeu. ƑQué llevó a la afición merengue a esta decisión? Santiago Bernabeu jugó en el Real Madrid de 1912 a 1927; de entonces a 1935 fue entrenador y secretario del club; a partir de los años cuarenta y hasta su muerte, en 1978, fue presidente de la junta directiva del equipo. En su cuádruple condición de jugador, entrenador, secretario y directivo, Santiago Bernabeu fue el símbolo viviente del Real Madrid y contribuyó a convertirlo en uno de los principales equipos del mundo y, por varios años, en el indiscutible campeón de Europa. Ni los miembros de Orgullo Vikingo, la facción más radical de la porra Ultrasur del Santiago Bernabeu, cuestionan el nombre de su estadio. En cambio, en México Guillermo Cañedo no ganaría un plebiscito ni en los prados de Coapa, donde entrena el América. Pero ya sabemos que en este país las cosas se deciden de otro modo. Así como la policía buscó a Doroteo Arango mientras el pueblo celebraba a Pancho Villa, la televisión comercial rinde tributo al funcionario Cañedo mientras la tribu grita en el estadio azteca. |
Un poema Jalé unos papeles y dos cosas cayeron al suelo: mi cartilla del Servicio Militar y una hoja de papel cuidadosamente plegada. Abro la cartilla, que daba por perdida desde hace años, y veo la foto de un sujeto gordo, de pelo chino, que mira resignado hacia la cámara. Me cuesta trabajo admitir que entre ese galancete y yo haya una relación de identidad. El Servicio Militar lo hice en la Secundaria 3, Héroes de Chapultepec, que cuando ahí estudié era sólo para varones y estaba, quién sabe por qué, semimilitarizada. La otra cosa que cayó, el papel cuidadosamente plegado, era un poema. Aunque lo identifiqué de inmediato, me senté a releerlo con gran voracidad (Ƒno te pasa igual cuando encuentras por ahí un viejo y olvidado papelillo escrito por tu mano?). A diferencia de la foto de la cartilla, en él no tuve más remedio que reconocerme. Se llama "El abeto" y está dedicado a Guita Schyfter Lepar, mi compañera de tantos años. Dice así:
Un jardín hay en Praga Donde un abeto crece Que es como tú Alto
Y delicioso a la vista
A cierta hora precisa La antigua alma que eres De tantas vidas vestida Posa en él ingrávida Pájaro masorético Bajo la Luna inconmensurable De la Cábala
En la populosa nopalera Del meridiano pechuga almendrado No sabes que cuando duermes (Blanco sobre blanco Enredada la cabeza romana Mármol entre los brazos) Toda tu alma
Vuela
El frío del Norte tuyo Y su voz de Adoquín y picapedrero
Te lo digo yo Que vi cintilando en el temblor De las ramas más talmúdicas Los signos centellantes De tu nombre secreto Una noche de monstruo Y soledad En un jardín que hay en Praga
El poema lo escribí de un sólo tirón, en Viena, de regreso de una breve excursión a Praga. No me preocupé de la forma, casi no corregí: lo que buscaba era describir una experiencia particular, algo que había sentido con fuerza y claridad, pero que era remiso al análisis lógico (que no haría otra cosa que destruirlo). Creo que ésta es una de las necesidades que sólo la poesía puede satisfacer: dar cuerpo y permanencia a nuestras visiones fugaces y repentinas, a eso que vislumbramos o presentimos o adivinamos de pronto y donde se estructura cumplidamente una parte significativa del misterio de nuestra existencia. En ese sentido, todo mundo debería escribir poemas, (porque todo mundo tiene de cuando en cuando este tipo de visiones) o cuando menos, leer los que otros han escrito buscando que puedan coincidir con sus experiencias y visiones repentinas. Y por eso, también, pude proceder con entero candor al escribir el poema. Lo hice sin formular preguntas inoportunas y fatales como Ƒes un buen poema? Nada, ningún juicio crítico enroscándose en la invención. Dada la visión, Ƒqué te importa si el poema es o no es un buen poema? Por último, el poema no lo haces tú, porque el poema describe tu visión y esa visión se estructura dentro de ti sin tu voluntad o deliberación. Así que, Ƒde qué presumes o de qué te quejas?
Las innovaciones necesarias Para crear una red de computadoras hacía falta una tecnología de telecomunicaciones que permitiera el intercambio de datos rápido y seguro. ARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada) determinó las prioridades fundamentales para la red: se usarían líneas telefónicas convencionales, la transmisión de datos tenía que ser absolutamente confiable y la respuesta debía ser inmediata. Paul Baran, ingeniero de la corporación Rand, sabía que tendrían que usarse sistemas digitales debido a que eran muy superiores a los analógicos. La información (sonidos, textos, imágenes, etcétera) no se degradaba, podía almacenarse, copiarse y retransmitirse fácilmente y sin pérdidas, en código binario. Pero la gran idea de Baran (a la cual también llegó el físico británico Donald Watts-Davies casi al mismo tiempo) fue dividir los mensajes en partes o paquetes, los cuales podían viajar independientemente y reintegrarse al llegar a su destino. En octubre de 1969 se estableció la primera conexión entre la computadora de la firma BBN (encargada de construir los módems) en Cambridge, y la universidad de California en Los Ángeles (UCLA). En 1972, la red tenía 29 nodos y era conocida como Arpanet o simplemente Net. Entre '73 y '75 la red se expandía a una tasa aproximada de un nodo al mes. Pero aún más sorprendente que el crecimiento vertiginoso de la red era su cuasi infalibilidad. El sistema tenía muy pocas caídas, las cuales no duraban mucho. Pero quizá la mejor prueba de buena salud y vitalidad de la red tuvo lugar en 1976, cuando apareció Adventure, el primer juego computarizado de Dungeons and Dragons/Calabozos y dragones, el cual fue bajado por muchos investigadores en diversos institutos y laboratorios, y que en poco tiempo se volvió una obsesión de la comunidad.
La magia del correo electrónico
En sus inicios, la red era un medio netamente ombliguista que dedicaba la mayor parte de su tiempo a hacer reportes de su propia salud. El primer uso popular de Arpanet fue el correo electrónico. A pesar de que en un principio era complicado, miles de usuarios descubrieron la comodidad y eficiencia de establecer correspondencia digital. Desde 1964, algunos científicos ya intercambiaban correo electrónico en los sistemas de tiempo compartido de cómputo. Pero fue en '72 cuando se estableció la primera correspondencia entre dos computadoras diferentes, gracias a un programa elaborado por el ingeniero de BBN, Ray Tomlinson, quien también eligió que se usara el signo @ en las direcciones de los usuarios. A pesar de que Arpanet no fue creada como un sistema de correo sino como un medio para compartir recursos, en '73 un estudio determinó que tres cuartas partes del tráfico de la red era correo electrónico, la mayoría de naturaleza personal. Más que cualquier promesa de desarrollo científico, accesibilidad a la información o disponibilidad de nuevos recursos de cómputo, fue el correo y la aparición de tableros electrónicos de grupos de discusión lo que motivó a los científicos de todas las áreas a involucrarse en las comunicaciones digitales. El diálogo y el polílogo dieron vida a la red. "El romance con la red no se debió a cómo fue construida o cómo funcionaba, sino a cómo fue usada", apuntan Katie Hafner y Matthew Lyon en su libro Where Wizards Stay Up Late. Unir las redes existentes por medio de compuertas era una pesadilla dada la variedad de lenguajes y de protocolos en uso. Vince Cerf (considerado por muchos el padre de Internet) y Bob Kahn decidieron que los mensajes deberían encapsularse para poder ser enviados de un sistema a otro diferente. Para ello inventaron el protocolo de transmisión-control TCP, el cual en 1978 se dividió en TCP e IP (el protocolo de Internet). Adoptar este producto fue quizás el evento más importante que tuvo lugar en el desarrollo de la red, ya que le permitió crecer al simplificar la transmisión de datos de una red a otra.
La Internet y las internets
En 1979 surgió la idea de crear una red abierta a la investigación científica en la academia, la industria y el gobierno: Csnet (Computer Science Research Network/Red de Investigación de las Ciencias de Cómputo). A partir de ese año aparecieron redes (en EUA y otros países) de todos tamaños que usaban el protocolo de comunicaciones TCP/IP y que estaban conectadas con Internet. La colección de redes gradualmente llegó a ser llamada Internet. Hoy se hace la distinción entre una intranet, que es cualquier red privada que utiliza TCP/IP, y la Internet, que es la red pública subsidiada que está constituida por muchas redes o intranets. A finales de los ochenta, Arpanet había dejado de ser el centro de Internet, convirtiéndose en una más de las centenares de redes que la integraban; era un dinosaurio lento, costoso (ARPA gastaba cerca de 14 millones al año para administrarla), difícil de usar y que no podía evolucionar con la misma versatilidad que el resto de Internet. Arpanet había cumplido con su función y decidieron sacrificarla. En los noventa,las tecnologías y usos de la red cambiaron notablemente, en especial por la aparición de la red de multimedia World Wide Web, inventada en 1990 por Tim Berners-Lee en los laboratorios CERN de Ginebra, y que abrió las puertas del ciberespacio a las masas. ¤ Naief Yehya ¤ [email protected]
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