La Jornada Semanal, 16 de febrero de 1997
Diluye limpiamente los rastros de calor
Que aún opacaban nuestro espacio
Las hojas que el torrente empuja
Intensamente viven su rumor
Como una fe común que las sumerge
Que el hombre abandonado a los impíos hielos
De un frío de ojos limpios
Nos miramos los unos a los otros
Con un burbujear de leve gozo
Como en casa del otro cada uno.
Cuando la fría brisa viajera
Nadie queda más solo
Pero en la clara hondura sin doblez