El día 21 de febrero se cumplen seis años de la muerte de Efraím Hernández Xolocotzi, a quien sus colaboradores, alumnos y amigos conocían como El Maestro, por su experiencia acumulada, apasionamiento, dedicación a la ciencia y transmisión del conocimiento. La formación cultural y formal del Maestro fue totalmente estadunidense, ya que emigró hacia ese país con su familia a los 10 años de edad, a pesar de ello, supo conservar las raíces de su pueblo, cosa que muchos, aun sin salir de México han perdido.
El Maestro dedicó su vida profesional a diferentes áreas de la Botánica (etnobotánica, sistemática vegetal, ecología, fisiología, entre otras) y de la agronomía (agrostología, agroecosistemas, etcétera), siempre con el objetivo de poner el conocimiento generado al servicio de los campesinos e indígenas del país. Fue para este grupo que El Maestro puso gran parte de su empeño organizando equipos interdisciplinarios que se abocaran a estudiar su agricultura, recursos naturales, cultura y razones para emplear los recursos de cierta forma. Fue por este grupo que El Maestro, siempre con brillante lucidez, hizo observaciones, incómodas para algunos, pero ciertas, a muchos programas oficiales que olvidaron a los grupos indígenas y campesinos o abordaban de manera errónea y paternalista su estudio.
Hombre de carácter fuerte, pero siempre noble, El Maestro siempre encontraba el modo de arrinconarlo a uno para enfrentar la ignorancia, no en forma de ofensa, sino como un estímulo, que no todos entendían, para ver la necesidad de observar mejor, analizar, discutir, indagar. A seis años de la desaparición física del Maestro y con los cambios acontecidos en los sectores agrícola, pecuario y forestal del país, que me parece están desatendiendo terriblemente a los productores pobres y marginados, el pensamiento y lucha del Maestro están muy vigentes. El Maestro dejó un hueco muy dificil de llenar, sin embargo, me parece que debemos hacer una reflexión profunda sobre sus opiniones y lograr abrir espacios para que se incluya a las comunidades indígenas y campesinas del país como sujetos de los programas de investigación agrícola, pecuaria y forestal, no sólo porque su conocimiento y experiencia unidos al conocimiento occidental pueden generar mejores soluciones para los problemas del campo, sino porque deben formar parte integral de los planes que se tengan para desarrollar la agricultura del país. Creo que uno de los asuntos importantes que deben discutirse es, por ejemplo, el llevar a cabo los proyectos de investigación fuera de campos experimentales, bajo las condiciones de los productores y tratando de participar en los procesos productivos lo más posible; ello no significaría abandonar los campos experimentales necesariamente.
En este sentido, debemos recordar algunas de las palabras del Maestro: ``investigar agronomía sin salir al campo... no es fácil entender que el entorno es digno de investigar, que la práctica es la base de las preguntas iniciadoras de la investigación''. Lo anterior también debe hacernos reflexionar respecto a que ``la mejor prueba de nuestro entendimiento cabal de la tecnología agrícola tradicional, será la capacidad del investigador de llegar a tomar decisiones en el uso de los recursos naturales, tan buenas en forma consistente como las que toma el agricultor''.
Hace seis años el Maestro nos dejó, pero como los grandes hombres visionarios y progresistas que han existido en México y el mundo, pasó hasta el último día de su existencia trabajando, luchando; esto es parte del ejemplo que tendremos que seguir para mejorar la investigación que realizamos en esta parte del universo de la ciencia y las soluciones que podamos aportar para el campo mexicano.