Después de reformar las dos principales instituciones médicas del país (la Facultad de Medicina y el Hospital General) y lograr con ello actualizar en buena medida la medicina mexicana, Chávez prosiguió su tarea renovadora. No bastaba, sin embargo con poner la medicina al día. Era necesario darle un impulso mucho mayor, alentar como ejemplo su propia especialidad para elevar a la ciencia médica mexicana hasta la frontera del conocimiento mundial.
Convencido de que las acciones individuales sólo adquieren su verdadera dimensión cuando se encauzan al logro de las grandes metas colectivas, puso al servicio de este nuevo proyecto todo su talento, toda su voluntad y toda su energía. Desde mediados de los años 20, Chávez acariciaba la idea de realizar una gran obra: crear una escuela mexicana de cardiología de alcances internacionales: ``Necesitamos crear nosotros mismos, hacer ciencia nosotros mismos y no pasarnos la vida repitiendo las verdades y los errores que nos legaron otros. Mientras no hagamos eso, seremos los eternos ignorados en el mundo científico y los eternos incapaces para resolver nuestros problemas de acuerdo con la realidad propia''.
¿Por qué la cardiología? ``En rigor dijo no lo sabría decir.
Sencillamente unos las prefieren morenas, mientras que otros las prefieren rubias. En mi caso quizá haya influido el hecho de que nadie se había dedicado a cultivar ese ramo... la especialidad no existía y una secreta ambición me impulsó a formarla yo en nuestro medio. Me fui limitando al campo de las enfermedades cardiacas; a fuerza de estudiarlas y de enseñarlas a mis alumnos acabé por apasionarme con ellas. Y eso es todo''.
Largos años de trabajo en el pabellón 21 del Hospital General dieron vida al germen de lo que sería la escuela mexicana de cardiología: invitaciones a expertos extranjeros, cursos de graduados para formar médicos especialistas de la capital y de los estados. Las limitaciones propias del hospital impedían la expansión del servicio y, por ello, Chávez concibió la creación de una institución integral dedicada a la atención de los enfermos cardiovasculares. ``Es urgente, decía en 1936, iniciar la resolución del problema con un organismo médico-social donde el problema se ataque en todos sus aspectos: de prevención, de curación, de investigación científica, de docencia y de ayuda social.
Eso sólo puede hacerse creando el Instituto Nacional de Cardiología''.
Mientras avanzaba el proyecto arquitectónico dirigido por José Villagrán, se aseguraban fuertes sumas de dinero provenientes de la Secretaría de Salubridad y de la de Hacienda. El empeño mayor fue formar en el extranjero al grupo de profesionales que darían vida al instituto: (Aceves, Sodi Pallares, Dorbecker, Salazar Mallén, Clemente Robles) e incorporar a científicos que laboraban fuera del país (Rosenblueth, Costero, Méndez).
Hoy en día, a cien años de su nacimiento, cuando la primera causa de muerte en México son ya las enfermedades cardiovasculares, la visión de Chávez como un adelantado que rebasó su tiempo y los usos de su país queda patente. Sus argumentos de hace medio siglo son hoy más vigentes que nunca: ``Y hay todavía quien dice que el problema nuestro no tiene importancia y que el Estado debiera preocuparse por otros males. Ignoran o fingen ignorar que a medida que progresan las condiciones médicas, sanitarias y sociales, hay menos muertes por las enfermedades infecciosas; que son más los niños que llegan a hombres y más los hombres que llegan a viejos, de donde resulta que hay más candidatos a enfermar del corazón o de los vasos''.
Finalmente, después de algunos retrasos, se inauguró en 1944 el Instituto Nacional de Cardiología. A decir de sus discípulos: ``Sin dinero para proseguir va de aquí para allá, rindiendo amistades y moviendo influencias: explica, argumenta, convence y la obra sigue; y así, doblegando obstáculos con sus entusiasmos, al cabo de varios años de brega, el Instituto es un hecho. Modelo de creaciones médicas de servicio social, de capacitación especializada, de investigación aplicada o abstracta, orgullo de América. El Instituto fijó normas que fueron adoptadas, en la medida de lo utilizable, en numerosos hospitales, y particularmente porque se creó una mística derivada de la fe en el trabajo, del culto a la amistad fraterna y a la verdad científica, de una técnica depurada y de un humanismo generoso; de ahí que su concepción se impusiera aún a los más exigentes, dentro y fuera del país, y fuera modelo para otros institutos similares, fundados después en Europa y en América.
``La superioridad de su espíritu, el desinterés de su pensamiento entusiasta, la extensión de su cultura y la pasión encendida de su corazón hacia todo lo que pudiera mejorar la marcha del instituto, lo convirtieron en un motor de gran eficacia que impulsó el ascenso continuado de la institución. Chávez habla y escribe con la misma facilidad con que respira. En todos sus escritos impera siempre una erudición sin lagunas, una memoria sin retraso y un gran respeto por la verdad científica, por la cultura superior. Fue por ello trascendente no sólo para la especialidad, sino para toda la medicina''.
En 1969, al conmemorarse los 25 años de la creación de la institución, Chávez mencionó: ``Puedo afirmar ante el país la realidad del éxito de nuestro instituto. Desde luego, la concepción misma, de un instinto, ya recibió el espaldarazo universal. Ya hay varios institutos en el mundo. En Estados Unidos y en Praga, en Londres y en Moscú, en Budapest, en Tokio en Buenos Aires y en Montreal. Exito lo mismo como centro de atención médica que como laboratorio de investigación científica, como escuela de educación superior que como instrumento de ayuda social y humana. Pero hay algo más... el Instituto ha sido... un elemento decisivo en la transformación de la medicina nacional''.
A lo largo de más de 50 años el Instituto ha cosechado logros sin interrupción. En la formación de recursos humanos la labor ha sido extraordinaria: más de dos mil especialistas formados, provenientes de 60 países. No menos importante ha sido el trabajo de atención médica especializada brindado, desde el inicio del establecimiento a todos por igual, sin importar la situación socioeconómica de los pacientes. La investigación científica fomentada por profesionales clínicos y básicos del Instituto pusieron a México en la frontera de la especialidad: basten los ejemplos de las contribuciones a la electrocardiografía, la fisiología, la farmacología y la patología cardiovasculares, plasmadas en decenas de libros y varios miles de trabajos científicos.
Al crear en 1976 la segunda sede del Instituto dejó su última lección: ``En penosa convalescencia del mal que lo tuvo al borde de la muerte, reasume nuevamente la dirección de su instituto que amenazaba naufragar y, sin dejar entrever los dolores y el agotamiento de los males que ya no lo dejaron, termina las nuevas obras, reorganiza totalmente la institución que dota con largueza, completa sus cuadros humanos, eleva más sus metas y la impregna con el último hálito de su vida fecunda y generosa''.
Con el Instituto Nacional de Cardiología, Chávez se adelantó a su tiempo al establecer una institución médica integral de atención a los enfermos, ligada estrechamente a funciones docentes, de investigación, de rehabilitación y de prevención. La grandeza de Chávez radicó en establecer una corporación médica con formas de organización y niveles de excelencia desconocidos no sólo en México, sino inexistentes en el mundo para su especialidad.
A base de obras individuales, a lo largo de este siglo que termina, México ha mostrado con largueza su capacidad de enriquecer la cultura universal en campos tan variados como la pintura, la literatura, la filosofía o la música, entre otros. En cambio, en el siglo XX el país ha sido parco en gestar empresas culturales colectivas de dimensión mundial: al crear el Instituto Nacional de Cardiología, Chávez produjo una excepción notable y un ejemplo a seguir para las generaciones futuras.