Conocí a Jaime Labastida hace muchos años, pero en realidad no tantos; quizá unos 10 ó 15, no sé. Fue en la Facultad de Ciencias de la UNAM, en un Simposio sobre el Conocimiento, en el que tuve el privilegio de alternar como expositor con el maestro Alberto Barajas y con Jaime. Creo que la amistad mutua fue instantánea, como podía anticiparse de claquier reacción catalizada por la magia del maestro Barajas. De lo que Jaime y yo dijimos en ese Simposio recuerdo muy poco, pero en cambio guardo con claridad y con fervor las palabras con las que el maestro Barajas abrió su esplendoroso discurso: ``¿Qué es el conocimiento? Desde hace 2,500 años el hombre se ha hecho esa pregunta, y muchos de los talentos más prodigiosos de la humanidad han tratado de contestarla a través de los siglos, sin éxito alguno.
No esperen ustedes, pues, que yo la resuelva hoy...'', y procedió a resolverla (para él) con la sabiduría y la claridad que todos le conocemos, le admiramos y le agradecemos. Pero yo me quedé picado con lo que Jaime había dicho y empecé a buscar sus escritos; me enteré entonces de que era filósofo, ensayista y poeta, y de que en el ejercicio de estas distintas funciones ya había acumulado un respetable volumen de páginas, algunas de las cuales pude examinar y me convencieron de que debía seguirle la pista más de cerca.
Nuestro siguiente encuentro ocurrió en la Editorial Siglo XXI, de la que ambos somos accionistas fundadores y de cuyo Consejo Administrativo llegamos a formar parte, Jaime antes que yo, pero muy pronto lo nombramos Director General de la empresa.
Finalmente, en ocasión del homenaje fúnebre universitario a Elí de Gortari, en el que Jaime participó como conferencista, tanto él como el Rector Sarukhan coincidieron en que una de las actividades más productivas de Elí había sido el Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos de la UNAM, que había sido fundado por él, por Samuel Ramos y por Guillermo Haro, y que había seguido existiendo (con altas y bajas) hasta su muerte. El deseo de que esta actividad no se interrumpiera llevó al Rector Sarukhan a emitir un ordenamiento en el que se garantizaba su continuidad, y Jaime y yo resultamos responsables del paquete. Nuestra tarea era redactar un reglamento para el Seminario (esto fue fácil) y hacer una lista de sus posibles miembros (esto fue casi imposible). Desde el principio Jaime y yo convinimos en que menos de 20 miembros era demasiado poco y más de 30 no era conveniente; también acordamos que deberíamos invitar a especialistas en distintos campos de las ciencias y de las humanidades, principalmente (pero no exclusivamente) universitarios.
Así lo hicimos, y el Seminario ha funcionado regularmente desde entonces. Mis contactos con Jaime son frecuentes y los disfruto mucho, aunque nunca me he podido explicar de dónde saca las energías para hacer todo lo que hace, y además hacerlo tan bien.
En estas semanas acaba de anunciarse que a Jaime se le ha concedido el Premio Xavier Villaurrutia, que probablemente es el más distinguido y el más codiciado de todos los premios que existen en literatura y poesía en México. Me dio un gran gusto enterarme de tan merecido reconocimiento a su labor de ensayista y poeta y desde luego lo llamé por teléfono para felicitarlo y participarle mi alegría, pero había salido de viaje a su Sinaloa y tuve que esperarme hasta su regreso para hacerlo. Los libros premiados son La palabra enemiga 1 que reune una colección de ensayos previamente publicados en los suplementos dominicales de dos diarios capitalinos y en el que se pone de manifiesto la erudición y la capacidad de análisis crítico de Jaime, y Animal de silencios 2 que reune su poesía, hasta ahora dispersa en más de 5 libros distintos.
La presencia de Jaime Labastida en el mundo cultural hispanoparlante representa un reto y una invitación: polemista formidable, sus ideas y posturas son con frecuencia iconoclastas y las defiende con vigor y hasta vehemencia mientras lo convencen, pero cuando a su juicio pierden vigencia o hasta cuando aprende algo nuevo, entonces las cambia por otras que ahora enarbola con igual pasión. En una entrevista publicada en este diario, Jaime dice que a veces ``me siento como un lobo estepario'', refiriéndose a que no forma parte de ningún grupo, no responde a los intereses de ningún partido ni capilla literaria, ideológica revolucionaria o iglesia. Pero el Jaime que yo conozco no es ningún solitario, está lleno de amigos en todas partes, que lo buscan y lo disfrutan y que seguramente ahora comparten conmigo la gran satisfacción de verlo reconocido con el Premio Xavier Villaurrutia. ¡Felicidades, Jaime!
1. Labastida, J.: La palabra enemiga, Editorial Aldus, S.A., México, 1996.
2. Labastida, J.: Animal de silencios, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.