Elba Esther Gordillo
Por un progreso incluyente

El jueves pasado presentamos, en el marco de la Cumbre Internacional de Educación, un libro excepcional. No sólo por tratarse de un nuevo capítulo en la espléndida obra de Carlos Fuentes --lo que en sí mismo es motivo de celebración--, sino por el sentido de este ensayo y por la figura que se alcanza a vislumbrar como el destinatario de estas reflexiones.

Nunca es explícito a lo largo del texto, pero en su raíz emotiva, apasionada e histórica, percibo a Fuentes entablando una conversación con las maestras y maestros mexicanos sobre un tema cardinal de nuestro fin de siglo: el papel de la educación en un mundo transformado radicalmente por la revolución científico-tecnológica.

Se trata, sí, de un llamado de atención a la sociedad civil; de apelar al esfuerzo conjunto de todos los sectores, tanto a la responsabilidad de los gobernantes; pero, sobre todo, de reflexionar para y con los educadores.

En la última página de este intenso alegato en favor de la educación humanista para el siglo XXI, el maestro Fuentes da la clave: ``Una dimensión esencial del magisterio es enseñarle a cada alumno que no está solo. Que está en el mundo. Que está con otros. El maestro ha de ser agente contra la discriminación y los prejuicios. Al alumno, el maestro le dice: tú existes. Tú eres único. Pero le enseña, al mismo tiempo, a reconocer la existencia y calidad de otro individuo, incluso, le dice al niño, al joven, al alumno: reconócete a ti mismo para que reconozcan a tus compañeros, pero también, con humanidad, a quienes no son ni piensan como tú. Que cada individuo perciba la personalidad de otro individuo. Y que ningún joven --concluye-- salga de las aulas sintiendo que su destino ha sido sellado para siempre''.

Una lección de sensibilidad. Un elogio, en primera y última instancia, del trabajo educativo como forjador de hombres y mujeres libres. La base ética en la cual deberá sustentarse la gran reforma educativa y cultural que coloque a México en la vía de un progreso incluyente, a la altura de los cambios registrados a nivel planetario y los desafíos del porvenir.

El gran ensayista cala hondo, profundiza hasta encontrar raíces y detectar vacíos, explora las múltiples vertientes de la materia que somete a examen. Pregunta y se pregunta sin contemplaciones ni autocomplacencia. Interroga, porque sabe que sólo la duda es capaz de arrojar frutos.

En este caso el tema es una de las grandes incógnitas de las sociedades contemporáneas: ¿es posible un progreso incluyente? La respuesta afirmativa, probable y deseable, surge en los territorios de la educación, de la cultura, del conocimiento. Una y otra vez, en distintos tonos, desde perspectivas diferentes y complementarias, la respuesta a lo largo de este ensayo será la misma: ``...la naturaleza del progreso en el siglo XXI dependerá, ante todo, del factor educativo. La educación como base de conocimiento. El conocimiento como base de información. La información como base de desarrollo''.

No pretendo agotar en estas líneas la brillantez del texto, la lúcida argumentación, la centelleante capacidad de Carlos Fuentes para aprehender y descifrar los significados contradictorios de la mutación cultural que trae consigo la revolución de la técnica y la informática. Imposible sintetizar el finísimo hilado de tiempos, espacios, historias y culturas que encierra este libro.

Dejo al lector el descubrimiento de este breve compendio de saberes, repaso fascinante por la historia mexicana, sus encuentros y desencuentros con la modernidad, su aspiración actual de conjugar democracia, justicia y equidad; la reflexión crítica sobre la noción occidental de progreso y los obstáculos perversos que ha tenido que sortear en el siglo XX; los desafíos que enfrentan hoy las sociedades opulentas y su influjo en los países en desarrollo; los dilemas de la comunidad internacional ante la explosión de conflictos raciales, étnicos, religiosos... Todo ello hilvanado con reflexiones puntuales sobre inversión y rezago educativos; situación laboral, salarial y profesional del magisterio; contenidos y currícula para la nueva enseñanza; reivindicación crítica y plural de la educación pública, gratuita, laica, obligatoria y multicultural.

Tal es la riqueza de este ensayo. Un tema complejo que, al ser abordado por uno de los mayores escritores de nuestra lengua, se convierte en una apasionante aventura intelectual, política, cultural.

Dije al principio que al leer este libro me pareció descubrir un destinatario preciso, un interlocutor del que se espera respuesta para continuar el diálogo. Estoy segura de que la respuesta llegará. Sé que miles de maestros recogerán el desafío de inteligencia y sensibilidad planteado por Carlos Fuentes... Pero no sólo eso. Creo que esta experiencia debe ser el primer paso para concretar un encuentro largamente aplazado: el encuentro entre el magisterio y los creadores de la cultura contemporánea.

El reto es enorme, sin duda. De ahí la necesidad de sumar esfuerzos y multiplicar iniciativas. De ahí el compromiso de responder con acciones frescas, audaces, novedosas, al reto colectivo que nos propone Carlos Fuentes en este libro espléndido: Por un progreso incluyente.