Nada más incierto que los sentimientos y pensamientos actuales del conjunto de los electores del Distrito Federal, respecto a los comicios del próximo julio en esta comarca del asalto y el robo, la violación, el suicidio, la contaminación, la falta de transporte, la hot line de la policía, la cartera vencida, la corrupción, los embotellamientos sin fin, las vialidad en construcción perpetua, la falta de agua mientras su precio se multiplica, la policía contra los ambulantes, las manifestaciones sin fin, los guarros shows de la Cámara de Diputados, la calaca del consuegro de La Paca en El Encanto, las afores, los bocinazos, los vibras kármicas de las investigaciones criminales, ahora el megamillonario presunto tráfico de estupefacientes y de lavado de inmensas montañas de dinero por las familias Salinas y Ruiz Massieu, casi seguramente dirigidos por el Zodiaco, en fin, el interminable y sofocante desfile de imágenes de pesadilla que cada día nos tortura sin tregua.
Por lo pronto, la precampaña en torno a los precandidatos al gobierno del Distrito Federal ha aumentado considerablemente el ruido alaraquiento de ese desfile inefable. El ``debate'' de estilo comics undergrownd que vienen asestándonos los partidos políticos, la rebatinga masiva de parias africanos por las solicitudes para los cargos de elección popular, los decibeles en espiral de los discursos ``políticos'' que mortifican como dagas los tímpanos de todos, el comercio político en el que los intereses personales son las causas eficientes de las migraciones entre partidos, la hiperpolitización de toda la vida pública, incluidos los procesos judiciales, son apenas un corto muestrario de la clase de aliños que se han agregado a esta maraña pegajosa que es hoy la vida defeña.
¿Quién puede hacer exhortaciones a la descrispación y a la seriedad?, ¿y quién va a oír exhortaciones? Si ésta es la precampaña ¿qué va a ser de la campaña?, ¿qué clase de carnaval de Lovecraft nos estará reservado?, ¿quién va a estar dispuesto a oír y creer en programas de gobierno si la ``estrategia'' anunciada por la precampaña consiste en la guerra de imágenes atroces para desacreditar a los adversarios?, ¿qué van a prometernos los candidatos?
Es verdad: para todo hay excepciones y ojalá hallemos más de una. Pero ¿están trabajando los próximos candidatos no en decirnos cuáles son los problemas que es necesario resolver (ésos los vivimos y sabemos todos en la capital), sino cómo proponen que sean resueltos?, ¿ya pensaron que sin el concurso de todos o casi todos es imposible resolver la vida de la ciudad?, ¿ya saben los futuros candidatos qué puede movilizar a la ciudadanía hacia la participación?, ¿están imaginando ya qué poder de convocatoria es necesario para atraer a los votantes a la organización y a la participación activas?, ¿en qué consiste el discurso de la persuasión, no sólo para ser elegido, sino para gobernar, ordenar y hacer mínimamente vivible este monstruo desatado?
Supongo que una gran cantidad de ciudadanos hará el esfuerzo por hacer a un lado prejuicios ideológicos, y querrá ejercer su derecho a oír de quienes serán candidatos a la gubernatura del Distrito Federal, y en un espacio de serenidad, de análisis, de ponderación matizada de los problemas, cuáles son sus propuestas, cómo imaginan el primer gobierno de la ciudad: los instrumentos, los medios, los recursos, el origen de éstos, los programas, los responsables, los plazos, las prioridades. Para los electores, pesar los argumentos y dejarse persuadir por éstos y no por los colores de los emblemas partidarios, será el verdadero reto; que los insultos o difamaciones de un candidato a otro cuenten contra quien insulte o difame, que las amenazas según las cuales ``yo sí sé y el otro no'', cuenten contra quien las pronuncie, que las campañas de candidatos atemorizando a los electores, se carguen a la cuenta de tales candidatos.
Hablo de insultar o difamar, o de atemorizar, no de debatir. El debate es indispensable y si es vigoroso, mejor aún. Es necesario oír los argumentos que apoyan las propuestas, pero es igualmente importante oír de los candidatos por qué las propuestas y los argumentos de los adversarios no son, en su opinión, convenientes.
Sí, lo sé: las justas electorales conllevan un voto duro para cada partido --que debe estar reduciéndose para todos los partidos--, incurran en la estolidez que sea; además, irremediablemente los comicios de hoy incluyen votos de castigo (siempre de magnitud incierta) y, adicionalmente, la competencia moderna por lo sufragios consiste principalmente --cuando no únicamente--, de la búsqueda de impactos en el elector incauto, mediante imágenes. Por eso la televisión es hoy el medio electoral principal. En todo caso, subliminal o no, intentemos reírnos del marqueting electoral (de las muecas y machincuepas pretendidamente carismáticas), de candidatos, candedotes y candeditos, que de todo habrá. Vote usted, por favor, por quien lo convenza con razones, datos y argumentos.