Para apreciar la relevancia política que conceden los partidos a la elección de jefe de gobierno del Distrito Federal, basta con este dato: cuatro de los siete precandidatos que compiten para obtener la postulación del PAN, del PRD y del PRI son personajes cuya actuación pública se ha desenvuelto preponderantemente en el escenario nacional: Carlos Castillo Peraza, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Alfredo del Mazo. La apuesta es grande y para ganarla se requiere jugar con las mejores cartas disponibles, dicho sea sin desdoro de los otros tres, cuyos méritos son también innegables.
De los cuatro primeros, no todos han podido ubicarse en el papel de contendientes a un cargo de dimensiones políticas locales. Algunos parecen tropezar con dificultades para adaptarse mentalmente al tiempo y al espacio del proceso en que están inmersos y asumir el perfil que estrictamente les corresponde. Aunque intentan concentrarse en los temas de interés exclusivo del Distrito Federal, a cada momento aflora el síndrome del ex dirigente nacional habituado a volar alto y hablar para los medios de comunicación y no para las personas de carne y hueso. Los que resulten nominados tendrán que aprender a aterrizar en las pistas reducidas de las colonias, los barrios y las unidades habitacionales, donde los ciudadanos están más preocupados por el mejoramiento de los servicios urbanos que por las disertaciones sobre la transición democrática.
Castillo Peraza ha desperdiciado la oportunidad de rehabilitar y humanizar su imagen, pues su presencia ante los reducidos grupos de ciudadanos que su partido ha podido reunir en una desangelada precampaña, no ha logrado sino confirmar su ensoberbecido triunfalismo. Sus mensajes se han constreñido a reiterar el vaticinio de que el PAN tiene asegurado el triunfo en esta elección, porque así lo revelan todas las encuestas de opinión. Incapaz de reprimir su vanidad intelectual, también aseguró que ``por el PRI solamente votan los analfabetas'', calificativo que seguramente recibirán con profunda simpatía un millón 800 mil ciudadanos del DF que en 1994 sufragaron por los candidatos priístas.
Otro caso en que el talento cede su lugar a las ocurrencias humorísticas, es el de Porfirio Muñoz Ledo. Según nota de La Jornada publicada ayer, declaró que ``la campaña interna del PRD se caracterizará por el respeto a todos los actos políticos de la ciudad''. Un día antes había dado peculiares muestras de ese respeto al calificar el proceso de selección interna del PAN como una disyuntiva culinaria entre un panucho y un papatzul.
Por su parte y ahora mejor asesorado, Cuauhtémoc Cárdenas se ha referido, con seriedad y acierto, a algunos de los principales problemas de la ciudad. Al parecer, comienza a adoptar una actitud propositiva, a diferencia de su habitual inclinación a censurar todo lo que hace el gobierno, sin ofrecer soluciones alternativas.
Alfredo del Mazo comenzó sus actividades de proselitismo con ventajas y desventajas frente a las otras dos opciones priístas. Entre las primeras destacan su mayor experiencia en el ejercicio de responsabilidades administrativas y gubernamentales y una imagen que ya tuvo proyección política nacional. Entre las segundas, es de mencionarse un receso de varios años en la confrontación directa con otros partidos en procesos electorales y una actividad de tono menor, en el mismo lapso, ante los medios de comunicación social.
No obstante, Del Mazo ha cobrado relieve en pocos días y, sobre todo, ha demostrado conocimiento de los problemas citadinos, claridad en el diagnóstico de sus causas y madurez y equilibrio para plantear soluciones. No es de los casos de inadaptación aludidos al comienzo de este comentario, pues su actuación en otros niveles de la política nacional e internacional no han erigido barreras mentales que le impidan situarse en el espacio de las realidades urbanas y los conflictos sociales donde habría de desempeñarse, si logra superar victoriosamente dos eventos de resultados todavía impredecibles: la designación por el consejo político del PRI-DF y la elección constitucional.
Los augurios predicen que el personaje que llegue a la meta volverá a cobrar dimensión nacional. Dependerá de sus logros al frente del gobierno de esta ciudad, devoradora de hombres y de prestigios.