Se extiende el influjo del narco en La Montaña
Roberto Garduño E., enviado /II y última, La Montaña, Gro. Ť En los pueblos de la región lo único que se respeta son las leyes no escritas.
El narcotráfico sigue ahí. Ha aumentado el número de hectáreas donde se siembra amapola. Se extendió tanto que las comunidades no progresan porque fue desarticulada la forma de vida comunitaria. La desconfianza flota entre tlapanecos y mixtecos.
Los indígenas saben que por cuidar una siembra de amapola reciben mejor paga que por trabajar la milpa. Conocen a los que cultivan el enervante, pero ``entre indios'' no se delatan.
Ni los operaciones conjuntas entre el Ejército Mexicano y las policías Judicial y Motorizada han penetrado las redes de producción de la droga.
Hace cinco años llegó a la región el obispo Alejo Zavala; tiene a su cargo una diócesis con más de 300 mil fieles, de los cuales la mitad no sabe hablar español. Para el prelado La Montaña ``hay que vivirla, no entenderla''.
--Pero se le identifica como zona de narcotráfico.
--La falta de trabajo los obliga a que siembren eso, ¿cómo se llama? --amapola se le responde-- eso amapola. Es que los indígenas están olvidados y abandonados.
--¿Usted conoce la amapola? ¿Qué les dice para que no la siembren?
--Yo no conozco la amapola, pero sé dónde la siembran; les digo que no la siembren, pero no tienen otro recurso; la sociedad no les da otro recurso.
--Y los que no la siembran se van a Estados Unidos...
--Se van a ese país en la migración de cada año, y cuando regresan traen malas costumbres, mujeres, vicios, sida.
--Señor obispo, ¿hay más Ejército en La Montaña?
--Se ha movilizado más que antes, pero son buenas gentes. Como siempre, hay cosas buenas y malas; en el Ejército hay muchos chiquillos que no saben lo que están haciendo.
--¿Esta zona es foco rojo?
--Aquí es todo lo contrario; no es un foco rojo; La Montaña es lo más bonito que puede haber; la indígena es la gente más buena que pueda haber. Son buenísima gente. Las muchachillas indígenas son lo más puro que pueda haber.
--Pero las personas se cansan y se radicalizan por tantas promesas...
--Estamos trabajando en eso; los partidos políticos y las sectas están echando a perder a la gente; la dividen y la pierden. Yo les he dicho que no dividan a la gente. Las sectas no son cosas (sic) religiosas, sino políticas; no entiendo eso: traen un sentido político y económico.
--¿Qué sabe del EPR?
--Hace un mes me decían que el EPR estaba en Zapotitlán Tablas, Ayotoxtla y Cacatepec. Yo fui y no hay nada. Hace tres días estuve en Jilotepec y tampoco hubo nada. No entiendo eso, porque no hay nada.
--¿Y otros grupos armados de autodefensa?
--Yo no he visto a los grupos armados. Lo que sí hay son muchos asaltantes.
--En Tlapa se señala a la Teología de la Liberación como la causante de la aparición del EPR...
--Toda teología es de liberación, pero no de violencia. Hay Teología de Liberación y eso no implica nada, como no sea estar en contra de la gente que explota a los demás. Hay 20 padres en La Montaña, 21 con el obispo. Podemos decir que somos de liberación, pero en el buen sentido.
Las caminatas de Concepción Mosso
Ella nació hace 66 años en la comunidad de Tepeyac. Tuvo seis hijos, pero vive sola. ``Mis tres hijas se casaron y se fueron con sus maridos; los tres hombres emigraron a Estados Unidos, y al que me mantenía me lo mataron. Trabajaba en el consulado de Nueva York y en unas vacaciones que vino a verme un hombre muy malo me lo mató. Yo no pude hacer nada más que llorarle'', lamenta.
Conchita se dedica a vender pollo en Tepeyac. El año pasado le dijeron que tenía que pagar un impuesto por la venta. Pagó 350 pesos, pero no le dieron recibo; ``ahora me dicen que tengo que pagar, si no, ya no voy a poder vender el pollito'', agrega.
Encorvada, con su itacate colgado al hombro lentamente avanza por el camino real que lleva de Tepeyac a Malinaltepec. En la bolsa lleva tostaditas de maíz porque el trayecto es largo: 20 kilómetros que debe recorrer en 8 horas, de ida y vuelta.
``Mira hijo, los pies me duelen, pero tengo que caminar hasta Malina porque me avisaron que ya no voy a vender el pollo. Vinieron gentes de Melquiades Flores, el alcalde, que porque yo no he pagado, y ya les pagué; les di 350 pesos, pero no me dieron papel.
``Desde la semana pasada vine dos veces, y como ya estoy vieja me tuve que quedar a dormir en Malina y nunca vi a Melquiades; me dijeron que no estaba, o tú que sabes, ¿de veras, nunca está?
``Hoy voy a quedarme a dormir de nuevo en Malina a ver si ya puedo encontrar al mentado Melquiades. Ojalá hoy o a más tardar mañana. Yo debo vender mis pollos, si no, ¿cómo me sostengo?''
No podemos sembrar café para que nos lo vengan a pagar a 7.90 el kilo
En la hondonda del cerro La Lucerna está enclavado Malinaltepec. En ese caserío viven campesinos que dedican sus vidas al cultivo del café. Pero en estos días --que se han extendido a meses-- ya no les conviene, por el bajísimo precio que les pagan los intermediarios que llegan desde Tlapa: 7.90 pesos por kilogramo.
El maestro rural Austreberto Flores Galeana relata las penurias de la comunidad, señalada como uno de los principales centros de cultivo de amapola en La Montaña:
``Los guachos (soldados) vienen cada semana y se acampan en la barranca. Se rumora que andan detrás de la guerrilla; andan atemorizando a la gente, eso es lo que hace el gobierno; aquí no sabemos de guerrilla, aquí sólo pasan puros guachos''.
--¿Pero también dicen que aquí se siembra mucha amapola?
--Aquí lo que hacemos es trabajar la tierra para cultivar el café. El problema es que vienen a ofrecer hasta un peso por el kilo. Son los ricos los que más se benefician de nuestro trabajo. De milagro ahora está el preció por esta zona a 7.90.
--Entonces, ¿nada de amapola?
--¡Qué va! En lo que estamos muy mal es en el maíz. La Conasupo no tiene maíz, y el que llega está muy sucio. Hemos dado gritos y nadie nos escucha.
--¿En Malinaltepec hay mucha violencia?
--Se siente raro el ambiente, como nunca...
--¿A qué le tienen miedo ustedes?
--A los guachos, a los judiciales y a los de la Policía Motorizada, porque esos sí abusan de verdad.
La pobreza cubre a La Montaña
En Xalpatláhuac, pueblo pobrísmo ubicado entre la región alta y baja de La Montaña, la mayoría de sus moradores son mujeres. A la geografía semiárida, los hombres han respondido con la migración para encontrar trabajo.
Sólo una vez al año, aquella comunidad cobra vida: es el tercer viernes de la Cuaresma, cuando los tlapanecos, mixtecos y nahuas bajan para venerar el Santo Entierro, que les pronosticará el futuro, si habrá dinero, maíz, frijol, o si todo seguirá como hasta ahora.
Por las tardes se forman grupos de mujeres: las abuelas, madres, hijas, nueras y nietas. No se separan; pasean, se toman el refresco y, antes de meterse en sus pobres casas de adobe, hacen fila en las casetas públicas de teléfono.
Doña Eustacia Zepeda responde en tlapaneco y castellano; platica, les pasa a todas las mujeres el auricular, y por último manda una bendición en su lengua.
--¿A quién le hablaba?
--A mi hijo.
--¿Dónde anda?
--En Nueva York.
--¿Desde cuándo anda por allá?
--Desde noviembre del año pasado.
--¿Muchos hombres se van para Estados Unidos?
--La mayoría; usted sabe que este país está triste, porque no hay de dónde..