La Jornada 18 de febrero de 1997

Pintar un desnudo, motivo aparente de mi secuestro: Nicéforo Urbieta

Adriana Malvido Ť Pasado un día de silencio después de su liberación el sábado por la tarde, Nicéforo Urbieta relata: ``Todo esto ha sido como una pesadilla de lo que no logro despertar, una locura indescifrable que sólo puedo entender como una trampa. Una trampa para atemorizarme y quizá no solo a mí. Estoy en un estado de perplejidad absoluta, entre el sueño y la realidad. Tengo miedo''.

Fluye, vía telefónica, el relato del pintor oaxaqueño y la descripción de su secuestro:

``El martes por la mañana iba yo por la avenida del Ferrocarril, doblé en una callecita para salir al periférico cuando de pronto vi a mi izquierda un coche blanco. No sé decirte qué marca porque yo sólo distingo entre un volskswagen y todos los demás coches. Vi que venía rápido y de pronto se me vino de frente, creí que el conductor estaba borracho cuando vi abrirse la puerta violentamente y a un hombre sosteniendo con sus dos manos una pistola apuntándome a la cara. No distinguí muchos rasgos, sólo que era grueso, alto, vestido algo desaliñado, como de 1.70 de estatura y tez clara. `¡Es un asalto, bájate!', me ordenó.

``Tomé las llaves del carro y salí, él me jaló y me las pidió, luego me empujó al asiento de atrás al interior del coche, se me sentó encima y el otro arrancó. Fue muy rápido, yo sólo sentía un cuerpo encima y una mano bajándome la cabeza para que no me asomara y unos segundos después me arrojaron una manta que me cubrió todo el camino, unas tres horas en carretera hasta que tomamos una brecha.''

En el trayecto, Nicéforo fue informado de algo que hasta hoy le parece inverosímil: ``Esto es un capricho, hay una señora muy rica a la que le gusta mucho tu pintura, el erotismo que le pones a los desnudos femeninos y como ella quiere que la pintes, nosotros tomamos la decisión de localizarte y llevarte con ella para satisfacer su capricho.''

Le dijeron que no tuviera miedo, que lo iban a gratificar y que no le iba a pasar nada. ``Yo les dije que mi esposa acababa de dar a luz, que está delicada, que fue una cesárea y que si en realidad pintar era el motivo pues que había otras formas. Me respondieron que no tenía alternativa, que ellos me garantizaban que le informarían a mi esposa de la situación y que el bebé estaría bien.''

Lo encerraron. ``Cuando me quitaron las vendas me encontré en una habitación común y corriente, con un colchón, un par de mantas, una mesita y en un rincón, cinco bastidores, pinturas y un manojo de pinceles nuevos. Se me ordenó que tenía que pintar sobre esos bastidores que ya estaban preparados para que pintara.

``Las ventanas estaban tapiadas con plásticos, lo único que había funcionando como ventana era un hueco como de tablarroca, como ojo de buey, como de 20 centímetros que daba a otra habitación. Ahí había una cama, cortinas y un docel, como de una decoración queriendo aparentar una recámara lujosa. Y ahí estaba la modelo en cuestión. Que la pintara, me ordenaron, y que pidiera lo que necesitara pero que no intentara pasarme de listo.''

Aún incrédulo, cuenta Nicéforo que la mujer era joven, como de 21 años, maquillada, de tez morena clara, pelo largo muy negro y un cuerpo bien formado.

``Era totalmente absurdo, como un voyeurista tenía que mirarla por aquel hueco y pintarla. Ella nunca habló. Las posturas siempre eran de espaldas, mostrando los genitales y tratando de aparecer como a veces trabajo los desnudos. Yo estaba totalmente confundido y mientras trataba de entender el por qué y para qué de todo aquello intenté pintar. Ella llegaba de repente, posaba como una hora y se iba. Nunca vi la cara de los guardianes, nunca me interrogaron, sólo preguntaron qué era lo que podía comer y alguna vez que les pedí aguarrás para lavar los pinceles y me trajeron gasolina para coche.

``Yo nada más me preguntaba ¿qué significa esta locura?, pensaba en la vida nacional, en lo que pudiera significar mi presencia alguna vez dentro de un movimiento clandestino, pero eso fue hace mas de 20 años, forma parte de un pasado lejano, sin embargo ¿qué otra cosa podía pensar?''.

El sábado le avisaron a Nicéforo que lo iban a soltar. Le pusieron de nuevo una manta encima y lo acostaron en el piso de una camioneta alfombrada. Cuando el auto se detuvo, le advirtieron que contara hasta 20 antes de abrir los ojos. Cuando lo hizo se vio frente a uno de los pinos del estacionamiento de ciudad universitaria en Oaxaca. Llamó a su casa. No estaba Marcela, su esposa, así que tomó un taxi y se dirigió a casa de su madre donde encontró a toda su familia.

``Estaban aterrados, cuando llegué Marcela amamantaba al bebé, asustadísima y nos pusimos a llorar los dos. Esa cosa de no saber qué pensar, que viví todos esos días, continúa, no logro cuajar una interpretación, todo es demasiado loco y no encuentro por dónde está la lógica.''

Reconoce Nicéforo que durante su secuestro llegó a pensar que quizá todo era producto de la locura del mundo y que tal vez había una mente enferma capaz de aquello. Ahora no lo ve así. Ahora ``siento mucho miedo y al leer los periódicos y tomar en cuenta el contexto de mi secuestro, se agolpan todas las ideas de toda una vida, un montón de sueños de lo que estoy haciendo ahora y esa decisión que tomé hace 20 años de dedicarme completamente al arte... de pronto veo esto como una trampa para atemorizarme y quizá no sólo a mí, ese terror en el rostro de todos...''

El domingo, Nicéforo se dedicó a dormir ``me puse mal, fue un shock tremendo. Desgraciadamente las emociones me funcionan mal con el problema de los riñones, tengo náuseas, dolores de vejiga y mucho cansancio. Me llamó el procurador, le pedí que me permitiera poner orden a mi cabeza porque si tengo que rendir declaraciones y levantar denuncia ¿contra quién? si no sé quienes son los que me detuvieron, lo único que hay son los hechos concretos y el testimonio de los vecinos que, al parecer, sí identificaron las placas de aquel Tsuru blanco.

``Lo que voy a pedir es que investiguen. Alguien organizó todo esto. Parece un mensaje cifrado dirigido a la cultura, lo veo como un enorme signo codificando una señal de alarma amenazante.

``A mí me gusta tener en claro lo que me pasa, tener las cosas sopesadas, en su lugar y hace un buen tiempo tome la decisión de entregar mi vida al arte. Ahora ¿en medio de que cosa estoy? es una angustia terrible.''

Urbieta insiste en ``que se investigue, queda escuchar lo que digan los funcionarios, a mí no me toca interpretar los hechos porque estoy aturdido, pero indudablemente hay un contexto, una sociedad que está creciendo, madurando y para nada es la sociedad de hace 20 años y en esta maduración no caben las sombras de ningún primitivismo medieval, estamos a tres años del año 2 mil.''

Conmovido por la solidaridad de tantas personas, niños y artistas que exigieron su liberación, Nicéforo concluye:

``Somos como un sólo corazón, los que trabajamos estos rincones del ser humano que están llenos de esperanza.'