Bernardo Bátiz V.
La danza del PAN
Cada nueva noticia, cada nuevo escándalo que sale a la luz pública de los malos manejos, las complicidades y los errores cometidos por el gobierno salinista, me reafirma en la convicción de que la fundación del Foro Democrático y la salida del Partido Acción Nacional fueron un acierto.
Nos salimos por deber, porque el partido en el que militábamos olvidaba su doctrina, abrazaba un crudo pragmatismo y apoyaba abiertamente a Carlos Salinas.
Casi a diario confirmamos que teníamos razón en rechazar esa perversa alianza, que se nos muestra ahora con sus ribetes de ingenuidad, por el lado de los panistas. El tema candente en estos días lo presentó con una claridad meridiana Lorenzo Meyer en su Agenda Ciudadana del día 13. En ella, desde el título de su colaboración destaca que el PAN aceptó danzar con el lobo salinista; los dirigentes del partido, dice Meyer, pretendieron darse ``el lujo de colaborar con su viejo adversario histórico''.
Le entraron a la danza, digo yo, se engolosinaron con el derecho de picaporte, se deslumbraron con sentirse cogoberantes, tuvieron con Salinas una relación ambivalente de temor y de agradecimiento; hasta alguno de sus ingeniosos inventó el término de ``política total'', que pretende explicar la ambigüedad de hacer oposición y gobernar simultáneamente. Sus dirigentes competían entre sí para ver cuál elogiaba más y mejor a Salinas; sus legisladores aprobaban en las Cámaras las propuestas salinistas y se llenaban la boca diciendo que no era que ellos siguieran a Salinas, sino que éste había tomado sus propuestas y por ello tenían que votar a favor.
Por supuesto eso no es cierto; el PAN antiguo, para poner tan sólo un par de ejemplos, nunca propuso el resurgimiento del latifundio tal y como lo aprobaron priístas y neo-panistas en la reforma al artículo 27 constitucional, y antiguos dirigentes panistas no hubieran aceptado la incompleta y mal redactada reforma al artículo 130.
La alianza Salinas-PAN se fraguó después de que terminó el primer periodo de sesiones de la legislatura 54, o quizás mientras éste transcurría. En él, en la Cámara de Diputados, la diferencia entre legisladores de los diversos grupos de oposición y legisladores oficialistas, era mínima, al grado de que por muy poco y no se califica de legal la elección para Presidente y poco después, al aprobarse el primer presupuesto, la oposición completa, PAN, los partidos y grupos que apoyaron a Cárdenas incluido el impredecible PFCRN, todos logramos que se suprimiera por primera vez en años el famoso cheque en blanco que tradicionalmente se daba al Ejecutivo para el endeudamiento externo; se lograron otros triunfos y hubo momentos en los que en el recinto legislativo había más diputados de oposición que priístas.
Pero de un periodo de sesiones al siguiente, el panorama cambió.
El ferrocarril fue domesticado, el PAN regresó a dar su visto bueno a la reforma constitucional en materia electoral contra una escurridiza ``carta de intención'' y poco tiempo después, contra la opinión de los que pronto nos separaríamos, aprobó sin condiciones la reprivatización de la banca.
La danza estaba en su apogeo; para seguir con los refranes, Meyer recordó el que reza: ``El que con lobos anda, a aullar se enseña''; los panistas dirán que ``lo bailado; ¿quién se los quita?''. Yo les recuerdo uno ligeramente reformado, pensando en el bofetón que recibieron con el despido fulminante de Lozano Gracia y su posterior ridiculización: ``el que con niños se acuesta... que con su pan se lo coma''.