Las campañas de proselitismo en el DF van dejando, en el creciente forcejeo con que tratan de acomodarse las fuerzas en pugna, el rastro inocultable del poder bajo disputa. La lucha es real y las concesiones sólo se dan en función de las conveniencias mayores impuestas por los mismos partidos. La disciplina con que los aspirantes conducen sus movimientos y propuestas a duras penas contienen sus ansias de salir airosos de las pruebas a que han sido sometidos por una sociedad decidida a vivir la democracia.
Atraer el voto de los correligionarios primero y de los electores después, es una inédita experiencia en la historia de la gran ciudad de los mexicanos. El buscado triunfo exige un conjunto bien pensado y mejor orquestado de estrategias, ideas y movimientos. Nada deberá quedar a descampado. Los errores y descuidos caerán de inmediato en manos de los rivales y serán empleados sin respeto ni cuartel. La ruta a recorrer será de lo más penoso y plagada de obstáculos, unos inevitables, otros manufacturados por la premura y las múltiples contingencias de toda elección.
De inicio, la pelea interna debe ser llevada a cabo con el cuidado de formas que el compañerismo obliga. De romper lanzas dentro de uno de los partidos, los rencores y heridas que ello provoque debilitarán de forma drástica las posibilidades de triunfo cuando la contienda pase a la segunda etapa: la definitiva. Lo estrecho de los márgenes disponibles hace que cualesquiera de los logros y traspiés que se den en el transcurso inicial de la campaña, puedan ser cruciales para el éxito o el fracaso posterior.
Así las cosas, se ha sido testigo de los esfuerzos que los precandidatos hacen para acomodarse de tal manera entre ellos mismos, que no se ocasionen rupturas y quiebres cercenadores. Sin embargo, no se puede caer tampoco en un espectáculo que privilegie las complacencias y los finos modales. La vacuidad y aburrimiento concomitantes serían iguales o más dañinos. De aquí que, usando este tipo de criterios, se pueda evaluar lo que viene aconteciendo en la arena electoral. Por una parte, la disciplina y el profesionalismo mostrado por los precandidatos priístas es un factor a destacar. Fuera de algunos reparos del procurador con licencia (JAGF) hacia Del Mazo, evidencias de que lo ve como el aventajado o, al menos, como el puntero a detener, el juego se ha mantenido dentro de límites manejables. Sin embargo, el fiel de las preferencias parece que se inclinó hacia el ex gobernador del estado de México. Los motivos parecen fincarse en la percepción tenida de que Del Mazo es un funcionario más experimentado tanto en las lides políticas como en las administrativas. Tal parece que dio muestras de un refinamiento y complejidad para tratar los problemas y los asuntos sobre los que se les ha presentado. Las encuestas respectivas dan clara respuesta a dicha percepción. El voto de hoy miércoles confirmará lo que se viene anunciando. De ser distinto el resultado, explicarlo será difícil.
Las imágenes que se suceden en las presentaciones del PAN confirman, una y otra vez, lo reducido de su militancia y lo escaso de su efectivo trabajo de base entre la ciudadanía defeña. Los panistas son unos cuantos y su fuerza la obtienen del voto que, en mucho de manera graciosa, les otorga el electorado. Su compromiso con las causas sociales es deficiente y, por ende, los asistentes a las sesiones donde se presentan, no dan indicios como para levantar un juicio acertado de preferencias. Además, han estado sumamente ocupados en responder los ataques vertidos, desde disímbolas posturas, grupos e individuos, sobre la gestión de Lozano. El espejismo del cogobierno ha dado vuelta y la imagen que éste arroja, no es nítida ni limpia y sí deficientemente borrosa. Cargarán con los resultados de tan cuestionada labor y resultados. A juzgar por las encuestas, Castillo mantiene una ventaja que parece irremontable para Paoli. El mejor entrenamiento del PAN para dirimir sus disputas les garantiza que conservarán, de inicio, la ventaja que los sondeos disponibles ya les conceden.
En el PRD los escarceos entre los dos líderes fundadores y sus bases de soporte, dan indicios de una batalla que definirá asuntos más allá de la simple candidatura en cuestión. El impacto se hará sentir en el diseño general del partido mismo, de su rumbo y en la formación de futuros cuadros en su dirigencia. El caudillismo o la institucionalidad parecen ser polos entre los que todavía se mueven los perredistas. Pero las ideas lanzadas al aire, si no son las mejores, sí cuando menos son las más numerosas y bien integradas. Las propuestas, temas y causas que éstos sostienen rebasan, con mucho, las hasta ahora conocidas del PAN e incluso las del PRI, a pesar de la experiencia y recursos de estos últimos. La prueba de la dureza del enfrentamiento entre Porfirio y Cárdenas la veremos en los días por venir; sobre todo a la hora de los factibles debates entre ellos. No cabe la menor duda del calado de ambos y de que tienen serias posibilidades de prevalecer en la recta final. Todo dependerá de la forma en que diriman sus diferencias, controlen a sus apoyadores y acepten el veredicto de la selección.