La Jornada jueves 20 de febrero de 1997

Jorge Legorreta
Del Mazo y la ciudad

Con una ayudadita de don Fidel, los medios de comunicación cumplieron a cabalidad su función en el caso de la designación de Alfredo del Mazo. Su elección como candidato del PRI al gobierno del DF en gran parte fue influenciada por el primer debate público entre los contendientes priístas que participaron en el programa televisivo ``Detrás de la noticia'', conducido por Ricardo Rocha el pasado domingo.

Cuidadosa de una abierta confrontación de ideas, la televisión presentó la imagen del ex contendiente presidencial --por varios años desplazado de la escena del poder-- más reflexiva y analítica que la de sus contendientes. Con mucha mayor experiencia de gobierno, brindó al televidente un elemento que seguramente será determinante en las elecciones de julio: confianza.

Estamos ante nuevos tiempos. Las designaciones por dedazo ceden poco a poco el terreno al sentir social, traducido por la todavía limitada opinión de unos representantes de partido más acostumbrados a obedecer que a decidir.

Son procesos en el camino de la democracia que habría que valorar y aprender. Ante los viejos lenguajes con tintes demagógicos expresados por Jiménez Guzmán, o las recias y al parecer inapelables propuestas de González Fernández, se optó por la mesura y la búsqueda de consensos, cualidades ambas que se requieren para garantizar la gobernabilidad futura de la ciudad, independientemente de quién gobierne.

¿Qué sabe Alfredo del Mazo sobre la ciudad de México? Del Distrito Federal quizás poco, pero del 60 por ciento de la ciudad mucho, pues gobernó de l981 a l986 el estado de México, en donde se asientan ahora más de los 30 municipios conurbados. Su experiencia como gobernador en las zonas más carenciadas, se dio precisamentente en uno de los periodos de mayor expansión física de la ciudad en su conjunto.

Durante la década de los 80 se experimentaron crecimientos de población muy elevados en municipios como Chimalhuacán (14 por ciento), Chicoloapan (7 por ciento), Tultitlán (6 por ciento), Cuautitlán Izcalli (6 por ciento), Ixtapaluca (5 por ciento) y Ecatepec (4 por ciento), entre otros. La ciudad y su área metropolitana pasó en ese periodo de 860 kilómetros cuadrados a mil l00; los 17 municipios del estado de México casi duplicaron su área, pasando de 380 a 600 kilómetros cuadrados. Los impactos del sismo de l985 incrementaron la expansión hacia aquella entidad, al trasladar ahí una buena parte de la población del DF en búsqueda de vivienda. La ocupación del 40 por ciento de dichas áreas fue ilegal; y es aquí donde Alfredo del Mazo tiene su mayor experiencia con respecto a la ciudad.

Una fue el intento muy limitado, por no decir fracasado, de detener el crecimiento de las áreas ilegales construyendo barreras físicas de contención; se le llamó ``pinte su raya'' y consistió en delimitar, entre l882 y l984 en todos los municipios conurbados, una línea o una barda anunciando el límite de la urbanización. Del Mazo sabe bien que los promotores ilegales actuaban bajo la protección política del PRI, pero aun así promovió las modificaciones al Código Civil del estado para incluir penas carcelarias a los vendedores y compradores ilegales. Fue inútil; el poder del partido fue mayor, pues para l986 todas la ``rayas'' habían sido rebasadas. Habría que recordar hoy sus discursos contra los intereses de los fraccionadores supuestamente clandestinos, como el caso de la legendaria Loba de Chimalhuacán, quien siguió actuando por muchos años más.

Otra experiencia se deriva de su pensamiento sobre qué hacer con los asentamientos ilegales ya creados, como el caso de Chalco, considerado el mayor asentamiento de pobreza de América Latina. En l983 Alfredo del Mazo opinó públicamente que se debería retrasar ahí la dotación de servicios, dado que su introducción aumentaría los costos de la urbanización y ello provocaría nuevos crecimientos ilegales hacia otras partes. Tuvo razón. El Programa Solidaridad hizo caso omiso de tal recomendación; en 1991se introdujeron los servicios básicos con el propósito de recuperar el voto priísta perdido en las elecciones de l988, dando lugar a nuevas expansiones ilegales en los alrededores de Chalco.

Otra vez, pudo más el partido y sus tradicionales redes corporativas.

Hoy, como candidato de PRI al gobierno del DF, Alfredo del Mazo enfrentará una campaña electoral en otras condiciones, en donde el debate sobre las perspectivas de la ciudad será uno de los factores determinantes en la elección del nuevo gobierno del DF. Sus oponentes, además de contar con propuestas para el DF tendrían que estar preparados para contender con análisis globales de una ciudad asentada más allá de los estrechos marcos administrativos, pues es muy seguro que el candidato del PRI, por su naturaleza y su experiencia, imprimirá al debate electoral un carácter metropolitano.

Lo que faltaría saber es si las añejas estructuras partidistas que han sostenido los cacicazgos ilegales en la urbanización de la ciudad, permitirían poner en práctica las propuestas y las ideas de Alfredo del Mazo. O si, por el contrario, necesitaríamos antes suprimir las redes del corporativismo político entre el gobierno y los partidos, pues no sólo el PRI lo practica. Nuevas relaciones de poder, más democráticas y menos corporativas, necesitará la ciudad para hacer realidad las propuestas partidarias para detener los crecimientos ilegales sobre las reservas ecológicas.