Jaime Martínez Veloz
Se calientan motores

En la actualidad es indudable la importancia que tienen las encuestas de opinión utilizadas para medir la preferencia política de sectores de la ciudadanía. Sin embargo, las encuestas no son oráculos infalibles. Hay que tomarlas en serio, pero es necesario leerlas adecuadamente.

Las últimas elecciones federales dejan claro que hay un electorado base que se mantiene fiel, por la razón que sea, a un determinado partido. En cambio, de acuerdo a las encuestas publicadas en estos días, hay una buena cantidad de ciudadanos que aún no tienen definido su voto, o que por lo menos no lo han querido manifestar en las encuestas. Es tal el número de votantes que se encuentran en esta categoría que es posible afirmar que su decisión será definitoria en el curso final de los comicios que se avecinan.

Ese electorado se definirá con base en tres elementos: la calidad y credibilidad de los candidatos, de aquí la importancia de la selección de los mismos; la efectividad y altura de las campañas y, desgraciadamente, también del escandalómetro que, como hemos visto, afecta seriamente el curso de una elección, tanto para decepcionar a la sociedad como para inclinarla a favor de algún candidato.

En el DF, según estas mismas encuestas se dará una de las mayores y más cerradas luchas por la gubernatura. Es evidente que los partidos han tratado de seleccionar los mejores perfiles, tanto por la importancia que de suyo tiene esta candidatura como por el impacto que ésta puede tener en el proceso general.

Buena parte de los sondeos señalan al PAN como el destinatario mayoritario de las intenciones de voto. Cuando se les cuestiona sobre personalidades, parece que Cuauhtémoc Cárdenas lleva cierta ventaja. Si estos datos llenan de satisfacción al PAN o al PRD allá ellos, pero deberían advertir que la moneda aún está en el aire. Por otra parte, los priístas no tenemos que sentirnos derrotados de antemano. La elección en la capital se ve difícil para el PRI, pero no imposible de ganar.

En este sentido, vale la pena reflexionar en el hecho de que Cuauhtémoc Cárdenas es un político que, por diferentes causas, ha estado presente en la opinión pública durante los últimos diez años. Es natural que la sola mención de su nombre despierte simpatías y ataques. A Castillo Peraza también se le conoce, no necesariamente como él quisiera, pero lo cierto es que ha estado sobre el escenario en los últimos años. Resulta igualmente natural que su nombre despierte interés en varios sectores de ciudadanos. En cambio, Alfredo del Mazo ha estado alejado durante prácticamente diez años de los reflectores de lo que podríamos llamar la política de primera línea. Luego de ser precandidato priísta para la Presidencia en 1987, se ha dedicado a tareas relevantes pero discretas, diplomáticas y administrativas. Llama la atención que a pesar de este hecho, ha captado una importante porción de las intenciones de voto. Sobre esta base, el PRI puede iniciar una campaña que revierta la ahora adversa tendencia mostrada por los sondeos.

En otro nivel, después de escuchar a los precandidatos o candidatos de todos los partidos, ha sido clara la diferencia entre aquellos que por novatez o apresuramiento dicen tener bajo la manga la solución de todos los problemas de la capital, de aquellos políticos maduros que evitan el pronunciamiento fácil, no por falta de compromiso, sino porque saben que las soluciones se construyen, no se inventan ni se sacan de manuales.

Esta afirmación es todavía más válida en el caso del DF, en donde los ciudadanos han mostrado en muchas ocasiones que desean y pueden participar en las soluciones y seguramente no comprarán baratijas que sólo son atractivas por un brillo efímero. En síntesis, candidatos comprometidos, campañas de altura y ofertas razonables y viables son lo que los ciudadanos del DF y del país demandan, cansados de que el escándalo y la diatriba usurpen el espacio de la política que mire al futuro.

¿Estaremos los políticos a la altura de este reto?