Se han producido protestas en varios lugares del país contra las tarifas eléctricas y, también ahora, contra los precios del gas natural. Vamos a hablar ahora de estos últimos, y próximamente trataremos el asunto de las tarifas eléctricas.
Para alguien que vive en el Valle de México, o en otras localidades del país, le parecerá lejano el problema de los precios del gas natural, que se distribuye por tubería como sucede, por ejemplo, con el agua. Más bien se presentan aquí problemas con el gas LP o licuado de petróleo, que se distribuye en pipas que llenan tanques estacionarios, o en tanques portátiles llevados en camiones. No es el caso de quienes viven en Monterrey u otras ciudades del norte del país, especialmente las cercanas a la frontera norte, y que reciben el gas natural por tubería.
Sin embargo, el que ahora el gas natural resulte lejano para muchos, no quiere decir que lo vaya a ser por mucho tiempo. La autoridad en la materia, la Comisión Reguladora de Energía (CRE), ya concursó y asignó, para fines de red de distribución de gas natural, la ciudad de Mexicali, y está en proceso de hacerlo con Chihuahua. Siguen Toluca y otras ciudades. El pasado viernes 14, se publicó en La Jornada una declaración del Presidente de la CRE diciendo que la red de gas natural de la ciudad de México implicará una inversión de mil millones de dólares.
Cuando el gas natural entra a una zona, desaloja fácilmente a otros combustibles. El gas LP es más caro, más contaminante y menos eficiente que el gas natural. Además, es más cómodo recibir por red el gas, como recibimos el agua, que tener que esperar a la pipa o al camión. De hecho, el reparto del agua en pipas se da ya ahora sólo en zonas marginadas y marginales a las que no llega el agua entubada. Las normas ambientales son un elemento que contribuye a que el gas natural sustituya al combustóleo y al gasóleo en calderas y otros usos.
El hecho es que el gas natural subió mucho de precio en las ciudades del norte del país que tienen este servicio, y eso ha motivado descontento. Y subió de precio porque, conforme a las reglas del Libre Comercio, al haber en México un sólo productor de gas natural que es Pemex, para que haya competencia equitativa el precio debe fijarse en función los del sur de Tejas, el punto más cercano en el que sí hay esa competencia. En Estados Unidos el precio es muy fluctuante. Por ejemplo, el precio para grandes cargamentos en el Canal de Houston pasó de 1.83 dólares por millón de BTUs para el mes de octubre de 1996, a 3.90 para enero de 1997: a más del doble en tres meses. No es la primera vez que algo así sucede: en 1992, el mismo precio en las mismas unidades pasó de 1.14 dólares en febrero a 2.56 en octubre, también a más del doble. Entonces, el precio subió en más tiempo, o sea, un poco más despacio, pero ni siquiera estaban en invierno como para que la demanda adicional por hacer más frío contribuyera.
Uno de los puntos en los que se ha expresado más el descontento ha sido Ciudad Juárez, Chihuahua, en la frontera norte. Tal vez uno de los elementos que contribuyó a una mayor irritación fue el de que la autoridad local de El Paso, Tejas, del otro lado de la frontera, subsidió parcialmente el precio del gas natural ante el gran aumento de su precio, y de este lado nadie subsidió nada, inmersos como estamos en la mentalidad de que el mercado libre es sagrado. Si la autoridad local en Juárez no tenía medios, que ya sabemos que aquí los municipios reciben demasiado poco de la recaudación fiscal, debió haber gestionado a nivel estatal o federal apoyos para enfrentar esta verdadera emergencia económica. Aquí vemos cosas en común entre los precios del gas natural y de la electricidad: se mezclan el ingrediente social y el económico. Aunque mezclados, debemos saberlos distinguir, pues el elemento social no viene de la empresa o empresas que prestan el servicio, sino de las autoridades que recaudan impuestos y deben usarlos, entre otras cosas, para este tipo de fines. De esto hablaremos en torno, precisamente, a las tarifas eléctricas.