Angeles González Gamio
Trotsky y Coyoacán

El sueño de un mundo sin desigualdades, justicia para todos, a cada quien según sus necesidades, y tantos ideales sublimes, se derivaron del pensamiento de Carlos Marx y sus seguidores Lenin y León Trotsky, para mencionar sólo a los principales. Ideas que una serie de deformaciones sociales, económicas y políticas dieron como resultado el fin del sistema soviético, supuesto seguidor de esos postulados.

León Trotsky fue presidente del Soviet de Petrogrado en la revolución rusa de 1905, fundador y líder máximo del Ejército rojo durante la revolución de octubre de 1917. Stalin ordenó su expulsión de la Unión Soviética poco después de la muerte de Lenin, de quien fuera considerado sucesor. Ese destierro lo llevó por diversos países del mundo (Turquía, Francia y Noruega) buscando asilo político; en todos lados le fue negado.

El presidente Lázaro Cárdenas fue el único que, obedeciendo a la tradicional política mexicana en esa materia, brindó generoso asilo al ex líder comunista. A su llegada a nuestro país, el 9 de enero de 1937, lo esperaba en el muelle de Tampico una comitiva de la que formó parte Frida Kahlo, quien habría de ofrecerle hospitalidad en su famosa ``casa azul'', en el hermoso barrio de Coyoacán. Un par de años más tarde, por una diferencia con Diego Rivera, Trotsky, su compañera Natalia Sedova y su nieto Sieva se trasladaron a una casa en las cercanías.

Era sabido que buscaban asesinarlo, lo que llevó a acondicionar la casa con severas medidas de seguridad; se tapió la puerta principal, se levantaron las bardas y se construyeron tres torreones. Así vivieron, con relativa tranquilidad, hasta mayo de 1940, cuando sufrió un atentado que encabezó el pintor David Alfaro Siqueiros, miembro del Partido Comunista Mexicano. A raíz de este ataque se reforzaron las precauciones, cegando los bellos balcones interiores que dan al jardín, volviéndolos ventanas que se cierran con láminas de acero, misma protección que tienen las puertas. A pesar de todo, el líder ruso y Natalia disfrutaban su jardín, que cuidaban personalmente, al igual que los conejos y las gallinas que él alimentaba diariamente. Este era el preámbulo del trabajo, pues Trotsky continuaba escribiendo y haciendo planes, entre otros la formación de la IV Internacional.

Su vida fue violentamente cegada, el 20 de agosto de 1940, por el estalinista catalán Ramón Mercader. Este se hizo pasar por Jackes Mornard, un play-boy belga que, aprovechándose de la hermana de la secretaria del antiguo líder, logró llegar a México y acercarse a la familia, confianza que usó para asesinar a Trotsky en su estudio, clavándole un piolet en la cabeza. Sus restos fueron incinerados y enterrados en el jardín de cactos y flores mexicanas que tanto amó. Un sobrio monumento que diseñó Juan O'Gorman señala el lugar en que descansa al lado de su compañera, quien permaneció en la casa hasta 1960. El nieto, con su familia, habitó el anexo que había sido de los guardias, abandonándolo en 1972; tres años más tarde se habilitó como Museo-Casa de León Trotsky.

La rehabilitación se apegó totalmente al estado en que estaba la casa cuando él falleció; mismo mobiliario, adornos e inclusive colores que se detectaron a través de cuidadosos análisis de las capas de pintura que cubrían los muros. El jardín se rehizo como fue, con magueyes y conejos; se dice que pronto volverán las gallinas.

El asilo político otorgado a Trotsky es representativo de esa institución humanitaria que está consagrada en el artículo 15 de la Constitución, y que al dársele cumplimiento mucho ha honrado a nuestro país. De ello hay múltiples ejemplos: la guerra civil española, la migración judía durante la guerra mundial y los exilios chileno, uruguayo y argentino. Por ello se decidió crear el Instituto del Derecho de Asilo y las Libertades Públicas, contando con la suerte de que a un lado de la casa del líder ruso había un club de squash abandonado, lo que permitió comprarlo a muy buen precio. Se adaptó para alojar a la flamante institución, que simbólicamente quedó adherida a la Casa-Museo de Trotsky.

Este magnífico proyecto ha sobrevivido a duras penas; actualmente está bajo la dirección del intelectual Max Rojas, sin apoyos ni subsidios de ninguna índole, excepto el que recibió hace un año de Socicultur, por una sola vez. Sin embargo, Rojas lo mantiene vigente, con un enorme espíritu que comparte don Antonio Garibay, verdadero ``mil usos''. Una prueba de ello es que el año pasado tuvo 30 mil visitantes, de 12 mil que tuvo dos años antes. En 1996 fue sede de 430 eventos, entre conferencias, exposiciones, ciclos de cine y seminarios. La biblioteca que contiene el acervo del famoso líder electricista Rafael Galván y parte del de Trotsky, no puede dar servicio al público porque no hay para pagar un bibliotecario.

Resulta urgente dar apoyo a este importante centro de cultura, que tiene tanto significado en nuestra historia. Ello se comprueba con una visita, que puede culminar con una rica comida en el Mesón de los Leones, simpático restaurante familiar en las calles de Berlín y Allende, a unas cuadras de la casona de Trotsky.