Anthony Hopkins, actor: los grandes directores no ordenan, sugieren
Gabriel Lerman, especial para La Jornada Los Angeles, Cal. Ť Es un verdadero caballero inglés. En cuanto entra a la habitación del hotel de Beverly Hills donde tendrá lugar la entrevista, saluda con una sonrisa y se presenta, como si el periodista tuviera alguna duda al respecto: ``Soy Anthony Hopkins, mucho gusto'', dice, con su elaborado inglés de clase media londinense.
Está allí para promover su más reciente película, Surviving Picasso. Sin embargo, Hopkins prefiere hablar de su larga carrera, iniciada en el West End de Londres hace ya casi tres décadas: ``Empecé a hacer teatro en 1967, con un rol muy importante y muy agradable en Tres hermanas, de Chejov, y poco después conseguí un papel en una película junto a Peter O'Toole (The lion in winter). Ese fue el primero en el cine. Luego volví a hacer teatro. Después me vine a Estados Unidos, y aunque el esfuerzo dio buenos frutos, preferí retornar a Inglaterra. Ahora vivo en Londres... Es un decir, porque últimamente el trabajo es mi vida. Pero siempre tengo vacaciones y entonces me voy a Londres, donde tengo mi casa, y allí me dedico a pasear y a leer...''
El Oscar fue un gran sacudidón. Jura y perjura que aquella noche estaba seguro que la preciada estatuilla estaba destinada a Nick Nolte. ``Un gran momento en mi carrera fue The silence of the lambs, con todo lo que esa película trajo, incluyendo el Oscar, que para mí fue bastante inesperado. Leí el guión, me gustó, vine a Hollywood y lo hice. Creo que he sido muy afortunado, porque he gozado de una larga carrera. Y cuando pasó lo del Oscar, fue una especie de renacimiento para mí''.
Nacido en el sur de Gales, en 1937, Hopkins nunca demostró interés en seguir una carrera universitaria. Desde el momento en que pisó un escenario londinense, allá por 1960, se transformó en una de las figuras más prometedoras del teatro inglés. Luego de trabajar consistentemente en obras de Shakespeare, en 1974 cruzó el océano para hacer Equus en Nueva York. El recibimiento fue tan entusiasta que acabó por quedarse, y poco a poco fue construyéndose una carrera paralela en el cine y la televisión, especializándose ya en aquellas tempranas épocas en recrear personajes históricos. Fue Quasimodo en The huntchback of Notre Dame, Adolf Hitler en The bunker e Itzjak Rabin en Victory at Entebbe.
Hopkins asegura que el premio de la Academia de Hollywood no cambió su carrera, solamente la mejoró: ``El papel en The remains of the day ya me lo habían ofrecido antes de que me dieran el Oscar. Siempre recibí buenos y malos guiones, pero ahora puedo optar por los buenos''. Es obvio que ha sabido elegir. En sus últimos trabajos para la cámara ha sido dirigido tres veces por James Ivory, otras dos por Sir Richard Attemborough, una por Oliver Stone, otra por Francis Ford Coppola y una más por John Schlesinger.
Se enoja cuando le preguntan sobre la justicia que existe en la entrega de los Oscares: ``Estás haciendo la pregunta incorrecta, yo no me voy a meter en esa discusión'', dice con firmeza, pero sin perder la calma. Pero unos instantes después reaparece esa sonrisa tranquila que lo caracteriza, y Anthony Hopkins vuelve plenamente a la entrevista.
--¿Cree que The silence of the lambs es su mejor trabajo cinematográfico?
--No lo sé. No lo puedo saber. Prefiero dejarle esta respuesta a la gente que ve mi labor... No tengo en claro qué es lo mejor que he hecho. Yo me sigo sorprendiendo de que me ofrezcan trabajo.
--Sorprende que diga algo así, después de todos los reconocimientos recibidos...
--Pero yo creo que es saludable pensar así, porque nunca me convenzo del todo de que esto que me pasa sea real. Volviendo a tu pregunta anterior, no soy muy bueno analizando mi trabajo. Alguien me preguntó días atrás cuál era la clave de mi papel, y yo le dije que no lo sabía. Entonces me preguntó cuál era la metáfora del filme, y yo le respondí que no sabía de qué me estaba hablando, que probablemente el que me preguntaba había concurrido a demasiadas clases en la escuela de cine. Tal vez los filmes tengan metáforas y los papeles claves; quizá tengan razón en estudiarlos de esa manera y yo no sea lo suficientemente inteligente para entender ese tipo de análisis.
``The silence of the lambs fue una película que disfruté mucho mientras la filmábamos, porque estaba trabajando con Jodie Foster y con Jona-than Demme. Pero he tenido otras gratas experiencias, como The remains of the day o Nixon. Y como creo que no hay tantos buenos papeles para desperdiciarlos, trato de poner lo mejor de mí en cada interpretación que me toca. Lo único que puedo medir es cuánto he disfrutado filmar tal o cual película, pero no las puedo comparar, porque lo que a mí me gusta a otra gente no le va a gustar. Sé que he mejorado con los años, porque todo me resulta mucho más fácil, me tomo las cosas con mucha más tranquilidad y estoy en paz conmigo mismo como actor. Pero tal vez no sea tan bueno actuando, no lo sé...''
--¿Qué es lo que le atrae de un guión?
--Es algo instintivo. Leo las primeras diez páginas, y enseguida me doy cuenta si me interesa o no. Me dejo llevar por un instinto, aunque algunas veces he cometido errores, y me he involucrado en proyctos que luego no resultaron placenteros.
--¿Es un perfeccionista? ¿Se gusta cuando cuando se ve en una película?
--Siempre es una experiencia muy extraña verme en una película.
``Afortunadamente, lo que me ha permitido trabajar tanto en los últimos años ha sido el poder aceptarme. Me veo y digo: `Sí, ése soy yo'. Pero si miro lo que he hecho 15 años atrás, me desespero. Es decir, creo que no era terrible, pero me doy cuenta que sobreactuaba demasiado. Ahora he aprendido a relajarme y he tenido la suerte de ser ayudado por grandes directores como Ivory, Attemborough y Demme, que son grandes porque no te dirigen, te sugieren.
``Hace unos días miraba Magic por televisión. Me amargué tanto que tuve que apagar el aparato. La actuación estaba bien, pero no podía parar de preguntarme por qué sobreactuaba tanto en esa película.
``Años atrás yo era terrible en el set. Resistía la autoridad y me peleaba con los directores. Pero ahora que me he puesto más viejo soy mucho más afable. Tal vez me he puesto más inteligente, o más estúpido, no lo sé. He aprendido a escuchar, algo que antes me costaba más. Yo me dejo llevar por el instinto y hago el papel como me sale, pero si James Ivory me sugiere esto o aquello, lo escucho y tomo en cuenta su sugerencia. No sé si hubiera podido trabajar con él 10 o 15 años atrás, porque pareciera que no dirige. Es como si diera indicaciones a través del Zen. Te deja que desarrolles tu papel y que lo lleves tú solo. Diez años atrás me hubiera sentido muy inquieto y me la hubiera pasado preguntando por qué Ivory no daba indicaciones...''
--¿Qué fue lo que provocó ese cambio en usted?
--Fue un cambio que ocurrió lentamente, como pasa con la vida.
``Siempre tienes que llegar a un punto de tu vida en que terminas por aceptarte. Yo he llegado a ese punto, sé que no soy Tom Cruise.
``Cuando llegas a ese punto, es que has llegado a tu madurez como persona. Ahora ya me he aceptado como soy, me he admitido y me he dicho a mí mismo que nunca voy a ser Tom Cruise...''
--¿Sigue en pie la posibilidad de una secuela para The silence of the lambs?
--No. No tendría problemas en hacer otra vez ese personaje, pero se nos está pasando el momento para hacerlo. Por supuesto, si el guión es bueno, no tendría inconveniente en hacer una secuela.
--¿Cuál ha sido el papel más importante de su carrera?
--El que interpreté en Nixon. No sólo porque ha sido el papel más largo de todos, sino porque me he atrevido a lucir como un idiota enfrente de todo el mundo. Y yo creo que el riesgo valió la pena. No sufrí demasiado para hacerlo, más allá de que pasara por momentos de mucha ansiedad cuando creía que no iba a poder lograrlo. Trabajé con un gran director, al que todo el mundo tiene como la oveja negra del cine estadunidense.
--¿Cuán importante para usted es que lo hayan nombrado Sir?
--Es algo muy divertido. Consigo que me alojen en los mejores hoteles, me tratan muy bien y en líneas generales es muy conveniente. Yo de todos modos me lo tomo con modestia. Si me lo creo voy a terminar por meterme en problemas.
--Los personajes que hace, especialmente los que le da James Ivory, tienen una especie de opresión emocional, pero usted parece ser un tipo muy divertido. ¿Cuán parecido es a sus personajes?
--No soy parecido a ellos en lo más mínimo. Soy un actor. No sé muy bien cómo encaro los personajes, para mí es algo muy simple y me limito a hacerlos. No me identifico con ellos, los represento. He estado actuando durante algunos años, por lo que esto me resulta relativamente fácil. Cuando era joven era muy presuntoso, como todo los actores jóvenes; pero ahora soy más sencillo. Me presento en el set y hago mi parte...