Primero que nada hay que encender un cigarro. El primer jalón debe coincidir con el acto de estar metiendo la hoja en el carro de la máquina de escribir, para que cuando esté acomodada tengamos la posibilidad de expulsar por la nariz el humo y que éste vaya a dar contra la hoja que ya empieza a recibir las primeras letras. Empezar un artículo en una hoja que no venga bautizada por el humo, significa iniciar las hostilidades en franca desventaja.
El primer cigarro completo se termina en la lectura del tema que va a desarrollarse en esta hoja: un artículo publicado en The Wall Street Journal, el 7 de febrero de 1997, con el sugerente título de ``Vacations with Ringo, Elvis and Cobain''. El artículo viene ilustrado por la caricatura de una familia de cuatro: los papás con sus hijos (niño y niña) caminan ataviados con sus mejores galas turísticas, todos traen cámaras fotográficas y camisetas con la cara de algún héroe del rock.
Ahora es momento de encender el segundo cigarro. Justamente cuando la llama se acerca al tabaco, reparamos en que el autor del artículo se apellida McCartney, igual que Paul el Beatle. La lectura del texto de McCartney, que consume completo el segundo cigarro, nos deposita en la parte que estelariza Ringo Starr, otro Beatle.
Mientras encendemos el tercer cigarro comenzamos a teclear las primeras líneas de lo que será un artículo sobre el nivel bizarro que ha alcanzado el turismo gringo: ``En Estados Unidos, ese país de especialidades inútiles pero altamente rentables, se ha instituido una modalidad turística que se conoce como Rock'n roll Fantasy Camps. Esos campamentos de recreo, con casas de campaña, cataratas de cuento, fogatas para carbonizar malvaviscos, casetes con rugidos de oso grizzly y demás ilusionismo scout, cuentan con la siempre grata compaía de estrellas de rock que han visto pasar sus mejores años y que, sin ningún tipo de remordimiento, transforman su papel, estelar en otro tiempo, en el papelón de convivir con los participantes del camp que, entre un malvavisco calcinado y otro, atienden azorados sus anécdotas. Los músicos de rock que conducen estos Fantasy Camps son: Joe Walsh (de los Eagles), Clarence Clemons (de la E-street Band) y Ringo Starr''.
El artículo ha conseguido ya un ritmo decente. Encendemos el cuarto cigarro mientras releemos los datos de la travel industry que consigna McCartney en ese texto, que por cierto no habla de Elvis ni de Cobain. Acabamos de fumarlo cuando llegamos a la conclusión de que traspasar los datos es poco interesante, que más bien hay que transformarlos en una idea que le dé un poco de sustento al delirio de asistir a un campamento con Ringo Starr. Antes de escribir las siguientes líneas del texto, encendemos un puro de factura veracruzana. El golpe de nicotina de la primera calada desata una breve taquicardia que nos impulsa a poner los dedos sobre el teclado:
``La industria estadunidense de turismo ha detectado que las personas que más viajan por su país tienen entre 45 y 64 años, y además prevén que este grupo maduro de viajeros crecerá 16 por ciento en los próximos cinco años. Algún genio de la mercadotecnia asoció las variables y decidió convertirlas en una especialidad inútil, pero altamente rentable; no hizo más que aplicar la relatividad: la estrella vieja, que cobra poco, anula su caducidad cuando es contemplado por un grupo de fans que tienen su misma edad. Sólo se es viejo --debió pensar este viejo genio-- cuando estás entre gente más joven que tú.''
El puro veracruzano ha inundado la habitación con una niebla que ya empieza a ser molesta, pensamos que no estaría mal apagarlo al final de la siguiente idea: ``Los jóvenes estadunidenses, por su parte, tienen las estadísticas en contra, mientras el turismo maduro crece, el joven, o como se conozca al que oscila entre los 25 y los 34 años, se reducirá 10 por ciento en los próximos cinco años. Muchos jóvenes tendrán que tomar sus providencias, si es que desean celebrar su cumpleaños número 50 en un Fantasy Camp conducido por el viejo Liam Gallagher, de Oasis''.
Apagamos el puro contra el cenicero. No estaría mal incluir --pensamos, mientras encendemos ahora un cigarro, para que no se acabe todavía la niebla--, en la parte de los turistas coloridos que caminan por Nueva York, ese estudio sobre el ánimo gringo que propone Italo Calvino, fundamentándose en los cuartos traseros o calaveras de los automóviles que circulan por Manhattan. Dice: ``Los hay en forma de misil, de aguja de rascacielos, de ojazos de diva y el más completo catálogo de simbologías freudianas''. Terminamos el cigarro y llegamos a la conclusión de que Calvino desviaría demasiado el tema. Abrimos la ventana para que la niebla se disipe. Ponemos el punto final