La Jornada Semanal, 23 de febrero de 1997


Ganando puntos

Guillermo Sheridan

Guillermo Sheridan pertenece al canon crítico de las letras mexicanas y, desde hace un par de meses, a la heterodoxia narrativa (su singular novela El dedo de oro ha tenido un notable éxito de ventas y de crítica). Miembro del Instituto de Investigaciones Filológicas, Sheridan es un testigo agudo de los problemas que aquejan a la UNAM. En esta ocasión, su prosa de 451 grados Farenheit se ocupa del Sistema Nacional de Investigadores.



Los mecanismos diseñados por las universidades y el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) para condicionar los ingresos de los académicos a su producción comprobable (los "estímulos"), han aumentado la cantidad de currícula, pero no necesariamente la producción de conocimiento ni su calidad. También han creado nuevas, solapadas formas de corrupción académica.

Los estímulos pueden llegar a constituir hasta las cuatro quintas partes del ingreso de un académico: más que un sobresueldo, son la sobrevivencia. Como los estímulos se otorgan con un criterio de cantidad, es natural que el académicoprefiera emprender cinco proyectitos de un año a un proyecto de cinco años. Consecuencia: los resultados son desplazados por los resultaditos. Desde luego no todos, pero muchos académicos, someten su deseo de saber a su necesidad de informar. Como cada tres años van a evaluarlos, los impulsos inciertos de su curiosidad claudican ante los réditos concretos del puntaje. Varios proyectitos parciales, que llenan informes, son preferibles a uno que dilate en arrojar patentes o publicaciones. Se subordina el impredecible deseo de conocimiento al escrutinio periódico de unos evaluadores (que ganan puntos por serlo), sin más tiempo que para contabilizar los cuadros sinópticos.


Los estímulos pueden llegar a constituir hasta las cuatro quintas partes del ingreso de un académico: más que un sobresueldo, son la sobrevivencia. Como los estímulos se otorgan con un criterio de cantidad, es natural que el académico prefiera emprender cinco proyectitos de un año a un proyecto de cinco años.

Un elemento curioso en todo este proceso es que las mismas instituciones que fijan las condiciones aportan los medios para cumplirlas. De ahí que los "académico-administrativos", los acadestrativos que controlan esos medios con la parte administrativa de su poder, sean más poderosos que antes (y desde luego que los académicos que carecen de poder administrativo). Los acadestrativos pueden reclutar ayudantes, serviciosocialeros y alumnos que les hagan el trabajo, o condicionar el de otros al reparto de puntos (se imprime tu libro, pero le hago el prólogo). Esto, que se llama coordinar, gana tantos o más puntos que saber, que es más difícil que coordinar. La impartición de cursos, el merecimiento de grados, las publicaciones y los premios, han aumentado en proporción directa a los estímulos en subasta. Y no es que haya una súbita bonanza del conocimiento: lo que hay es bonanza de puntos disponibles. En una bolsa tan especulativa como la de valores aumenta la inversión en currícula, no necesariamente la producción de inteligencia.

Debido a los estímulos, un maestro comprime su seminario de 40 horas en un diplomado de cuatro y/o en una conferencia de una hora. Ganan puntos él, los alumnos que asisten y los acadestrativos que coordinan. Los puntos en disputa varían según la naturaleza de los eventos: un curso de 40 horas da puntos y su versión conferencia da otros. Si la misma conferencia se encoge a ponencia y entra a un simposio, da más puntos; si al simposio se invita a alguien de Xalapa, aumentan porque es interinstitucional; si se invita a un ictiólogo, aumentan porque es interdisciplinario; si viene un amigo de la University of Texas, aumentan porque es internacional; si hay memorias ųy siempre hayų, aumentan porque hay publicación, etcétera. Los coordinadores ganan con todo.

Otro tanto sucede en el rubro de la "superación personal": los académicos se amaestran, doctoran y postdoctoran con frenesí (sobre todo si son acadestrativos, lo que suaviza a los sinodales). Como además de ganar puntos ellos los ganan el asesor, el director de tesis y los sinodales, las exigencias de calidad se atenúan bajo la mirada complaciente de los comités (que también ganan puntos). ƑCómo va a reprobar nunca nadie, si hay puntos de por medio? Se genera una paradoja: la evaluación interna de un instituto aprueba un informe, pero la externano le otorga estímulos. El académico sostiene, con razón, que si aprobó la evaluación interna merece los estímulos externos; el evaluador externo sostiene, con razón, que no debió aprobar la interna. Nace así una nueva categoría académica: los "aprobados reprobados".

La publicación de revistas, boletines, memorias, libros y CD ROMs ("sidirrúms", como dicen los acadestrativos) se quintuplica. El curso de 40 horas se resume en la revista memoria. Todo da puntos. Para preparar su curso de 40 horas, el académico leyó diez ensayos sobre el tema. Los junta, los prologa y propone un "libro de apoyo académico". El libro se acepta porque el jefe hará un prólogo y gana puntos; porque el comité de publicaciones (que gana puntos) sabe que a nadie se le dice que no y que los dictámenes (que dan puntos) son un formulismo. (šEn la pasmosa academia mexicana es "costumbre" que el autor del libro escoja al dictaminador!)

Un ejemplo: hace unos años, el heredero del archivo de Torres Bodet me invitó a calarlo. Logré interesar en su compra al Instituto de Filología de la UNAM y al Centro de Estudios Lingüísticos y
Literarios de El Colegio de México. Los acadestrativos de ambas dependencias (doctores Fernando Curiel y Rebeca Barriga) crearon un comité para gobernarlo. Se incluyeron a sí mismos (da puntos), pero no a mí. Conozco la materia y el archivo: sé que de las 1,500 cartas que guarda, hay 200 que merecen libro. El comité, en el que no hay especialistas, decidió publicarlas todas, en seis volúmenes, y trazó los lineamientos y condiciones. Luego reclutaron a seis especialistas, sin preguntarles su opinión sobre los lineamientos, que se encargarían de editar los volúmenes. Esta vez sí se me invitó. Una de las condiciones era que los volúmenes tenían que estar listosen un año. Un colega del Colmex y yo exigimos discutir académicamente los lineamientos. El comité interpretó esto como negativas a participar. Se nos hizo a un lado. Pedimos una explicación que nunca llegó (no da puntos). ƑPor qué había que terminar el trabajo de un año, a una carta estudiada y anotada por día? Para los calendarios del SNI y/o los estímulos y/o las necesidades de prestigio de los miembros del comité. En vez de un volumen con 200 cartas escogidas que se prepararía en dos o tres años y costaría 30,000 pesos (un resultado), habrá seis volúmenes mal hechos en un año con 1,500 cartas que costarán 180,000 (seis resultaditos). Pero las condiciones del comité señalan que cada volumen llevará la misma presentación firmada por el comité (que gana puntos), y que los nombres de cada miembro del comité aparecerán en la cuarta de forros de cada volumen (más puntos). Ganarán puntos por comiterear, por coordinar y por presentar, más el extrita que otorga su carácter interinstitucional. Todo multiplicado por seis. Cuando los libros se presenten, los miembros del comité seguro tomarán la palabra y reportarán seis mesas redondas (interinstitucionales); luego harán un "sidirrúm" para que cuando uno haga click sobre el nombre de Torres Bodet aparezca en la pantalla la cara de Torres Bodet. Y como los "sidirrúms" los fabrica sólo la Universidad de Colima, todo será doblemente interinstitucional. A cambio de 100 pesos ųporque los libros tendrán un descuento del 80%ų, algunos lectores tendrán 1,500 cartas de Torres Bodet, los bodegueros tendrán 50 metros cúbicos más de papel, el presupuesto tendrá 180,000 pesos menos y los acadestrativos montones de puntos. El pueblo paga.

Más allá de que hay quien se los merece (y se satisface con ellos, aunque no sean salario para efectos legales), en tanto que hay que pagarlos (con libros, viajes, carteles, burocracia), los estímulos han acabado por costar más que un aumento salarial. Del mismo modo, los estímulos acaban por sustituir a la realidad con su informe. No importa: en el mundo virtual de la academia, el informe también suele ser más real que la realidad. Y más costoso.


¤ Guillermo Sheridan ¤ [email protected]