La Jornada Semanal, 23 de febrero de 1997


Herbert George Wells

Salvador Hernández Padilla

H. G. Wells, el imaginativo autor de La máquina del tiempo, La guerra de los mundos, El país de los ciegos y El jugador de croquet, es visitado en este artículo por nuestro colaborador Salvador Hernández Padilla. De acuerdo con Borges, pocas tramas igualan a la del viajero del tiempo que afrontó todos los riesgos para regresar con una flor marchita. Esta magra recompensa engrandece la hazaña moral de Wells y sus protagonistas.



En 1920, Herbert George Wells visitó la Unión Soviética y contempló no la "gran revolución" bolchevique sino un país devastado y hambriento. A diferencia de otros escritores de su generación, escribió lo que realmente pensaba en una serie de artículos para el Sunday Express, posteriormente reunidos en el libro Rusia en tinieblas. Lenin admiró la honestidad de Wells, a pesar de haberle llamado "el soñador del Kremlin". Wells consideró positivos algunos aspectos del comunismo, pero descreyó del marxismo porque para él en ningún sentido resultaba "creador ni curativo [] es una epidemia mental de rencor con que la humanidad se ha encontrado en su lucha difícil e intrincada porque las condiciones sociales ya gastadas encuentren un nuevo orden en el mundo". Esto último fue escrito y publicado en Inglaterra hace más de setenta años, es decir, en una época en que la crítica británica, tanto oficial como de izquierdas, no sólo veía con muy malos ojos este tipo de opiniones sino que simple y llanamente las censuraba. Cabe señalar que Wells se adelantó a Orwell al defender "el derecho de decir a la gente lo que no quiere oír".

Sin perder la esperanza de atenuar la desfavorable impresión de Wells durante su primer viaje a Moscú, Lenin cordialmente lo invitó a regresar "dentro de diez años y verá lo que hemos hecho". Pero el regreso sólo sirvió para constatar que "la vía rusa había desembocado en un callejón sin salida". A diferencia de Lenin, Stalin desconocía la tolerancia, y la crítica de Wells le pareció un despropósito. ƑCómo se atrevía aquel hombrecillo rubicundo a dar consejos al nuevo señor del Kremlin? ƑQué era aquello de instarle a abandonar "por el bien de la humanidad entera" dos de sus estrategias políticas más importantes, a saber: "el ahogamiento de toda la disensión y la institucionalización de la lucha de clases"? ƑQué clase de chifladura diletante era eso de proponer la desmilitarización, y en lugar de la confrontación con los Estados Unidos promover la convergencia y sentar "las bases de una comunidad global de intereses"? ƑIgnoraba ese pequeñoburgués imperialista que la lógica del poder es la confrontación y no la conciliación? šVaya, ni los propios yanquis lo tomarían en serio!

A partir de entonces, varios editores le dieron la vuelta a los textos de Wells y la mayoría de los intelectuales marxistas descargaron sobre él su intolerancia. ƑCómo era posible declararse socialista antimarxista? Qué desfachatez la del autor de El mundo de William Clissold al escribir: "Prefiero mirar a Norteamérica en vez de a Moscú cuando se trata de averiguar dónde habrán de darse las primeras entregas de la auténtica revolución." Según Wells, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin distinguir origen social, debían trabajar unidos en la creación de una sociedad justa y próspera, regida por leyes humanas y de amplia tolerancia. Sin embargo, el sueño wellsiano tuvo un despertar amargo: la depresión del '29. El "proceso evolutivo" se desquició: las grandes corporaciones al crecer rebasaron a los Estados nacionales que les dieron origen, y se convirtieron en instituciones multinacionales cuyo poder erosionó las soberanías creando una comunidad económica global, al tiempo que levantaban los cimientos de un Estado mundial.

Los relatos wellsianos de ciencia-ficción tienen la enorme ventaja de habituar gradualmente a los lectores al espanto, a reconocer sus rasgos distintivos, a imaginar "resignadamente trucos para aminorar efectos, y este acostumbramiento al horror termina por ser lo más horrible del horror mismo". Por cierto, los sobresaltados lectores de Wells preferimos leer sus novelas en la noche porque de día resultan inverosímiles: "tan ocupados estamos en nuestros pobres asuntos, que nos parece imposible que alguien, allá arriba, vigile nuestros pasos y, laborioso y metódico, planee la conquista del planeta Tierra. Sólo la noche es capaz, con su oscuridad y su silencio, de crear las condiciones para que los marcianos, los selenitas y demás seres que habitan el universo, tengan cabida en nuestra imaginación".

En su universo afectivo, Wells se topó con demasiados escollos. La búsqueda del amor se transformó en un viaje al vacío. Quizá por ello decidió "correr todas las aventuras amorosas menores e incidentales que pudiera". Pero su hedonismo terminó en rutina. Luego de escribir en la mañana y atender correspondencia por la tarde: "llegaba la hora del aburrimiento y había que llenarla con sexo". Por tales declaraciones, no pocos de sus victorianos admiradores lo tacharon de inmoral y libertino. Para otros se convirtió en héroe de la rebelión contra el matrimonio y la familia. Su hijo Anthony West asegura que su padre jamás estuvo en contra de esos ideales, pero "detestaba con toda su alma la realidad del sufrimiento al que la adoración irracional de estas instituciones condenaba a millones de hombres y de mujeres, así como a sus hijos".

Durante largo tiempo, H.G. Wells se consideró socialista y fue miembro distinguido de la Sociedad Fabiana dirigida por Beatrice y Sidney Webb. Asistió regularmente a las reuniones de William Morris. En esas tertulias, casi todos hablaban de obreros y campesinos aunque ninguno trabajara en el campo o la fábrica. Se sentían redentores de gente que no deseaba ser redimida por nadie más que sus patrones para volverse como ellos.

En este fin de siglo, La máquina del tiempo ha arrollado muchos sueños. Viajar al futuro puede resultar una experiencia muy desalentadora: mayor intolerancia, pobreza y violencia. ƑQuedarnos en el pasado? ƑPara qué?, si su única ventaja sobre el presente es que ya no lo padeceremos. ƑQué hacer? ƑHacía dónde dirigirnos? Tal vez aprender a manejar la máquina del atrevimiento "para viajar instantáneamente a los límites de la vida inmediata, para fundar de vez en cuandoun breve paraíso sin porvenir ni pasado, sin el doble chantaje de la nostalgia y del miedo".