Aquella mañana, Albert Einstein despertó sintiéndose un tanto extraño. Le pareció que lo que lo rodeaba no era igual, que los objetos que siempre habían estado ahí, ahora no eran los mismos. Sin embargo, de pronto recordó que aquel día acudiría a las oficinas de la Annalen der Physik a entregar su artículo y se le olvidó la desagradable sensación. Sin dejar de pensar en el efecto fotoeléctrico, Einstein se lavó, se visitó y masticó callado el desayuno que Mileva le puso en la mesa. Cuando salió a la calle, lo volvió a asaltar la desagradable sensación que sintiera unos minutos antes. La gente con la que se cruzaba tenía un aspecto distinto, y los edificios, los vehículos y hasta el color del cielo parecían haber cambiado. Pero el reflejo de la luz en un cristal lo llevó a reflexionar sobre la fluorescencia y la energía de absorción y emisión de los fotones, y durante su camino no volvió a pensar en los cambios del medio. Cuando llegó a las oficinas que buscaba, se dirigó a la recepcionista que se encontraba a la entidad.
--Buenos días, señorita, vengo a entregar un artículo.
--Sí, como no, pase usted a esa oficina. Einstein entró y, como no había nadie, se sentó a esperar pacientemente. Después de un rato, apareció un funcionario que, al parecer, estaba de mal humor.
--Buenos días, señor --dijo Einstein amablemente.
--¿Cuál es su nombre? --dijo el otro cortante.
--Albert Einstein.
--¿Grado académico?
--Soy fisico.
--¿Maestría?... ¿doctorado?
--No, solamente físico.
Haciendo un gesto de disgusto, el funcionario replicó:
--Está difícil que acepten su artículo, ¿eh?
--Bueno, yo creo que lo que explico aquí es importante porque...
--Disculpe, señor, pero nuestra revista tiene normas editoriales muy estrictas. Y mirándolo de arriba abajo agregó:
--Es muy difícil que una persona sin posgrados publique en ella.
Einstein guardó silencio durante unos momentos y el funcionario empezó a impacientarse. Tratando de guardar compostura, dijo:
--Deje usted, de todos modos, su texto. Con timidez, el científico preguntó:
--¿Estas son las oficinas de la Annalen der Physik?
--No, señor dijo el funcionario volteando los ojos al techo. Aquí se edita la Revista Científica del Mundo Neoliberal.
--Disculpe usted --dijo Einstein con alivio; es obvio que me equivoqué de sitio. Y tomando sus papeles salió con paso rápido de ahí.