Los últimos días han traído noticias que nos sacuden y lastiman. Por fortuna, hay otras que evidencian que la sociedad alcanza, cada día, mayor desarrollo político.
En este año, en que se dirimirán cuestiones esenciales, la vida partidista del Distrito Federal presenta no sólo una intensa actividad, sino procesos nuevos que reconocen la transformación del país y de la sociedad.
Los métodos internos de selección de los candidatos a la jefatura de gobierno del Distrito Federal de los tres mayores partidos políticos --abiertos, competitivos, democráticos-- están permitiendo no sólo la discusión pública de las trayectorias de los aspirantes, sino también contrastar visiones, diagnósticos y proyectos sobre la compleja problemática de la capital de la República, lo que significa y ennoblece a la política.
Este aprendizaje nos está permitiendo valorar las potencialidades que encierra la práctica democrática, y las bondades que pueda tener para el país el que la competencia por las candidaturas se realice a la luz del día sin temor a exponer lo que se piensa y lo que se propone hacer.
Las fórmulas expresan el avance democrático y, a un tiempo, la búsqueda de mayor credibilidad y de candidatos que, más allá de sus redes de alianzas internas, ofrezcan mayores posibilidades de triunfo. El creciente papel de los estudios de opinión para medir el grado de aceptación que suscitan, habla, al menos, de dos hechos: el carácter competitivo de las elecciones y la aceptación tácita del ánimo colectivo, como un aspecto central de la vida de los partidos.
Los medios de comunicación están contribuyendo significativamente a este ejercicio democrático, ofreciendo a los contendientes, de manera imparcial, sus espacios, y permitiendo que la ciudadanía haga sus propios juicios y reafirme o modifique la intención de su voto.
El PRI llevó la decisión al voto secreto y directo de casi 200 integrantes de su Consejo Político para el Distrito Federal. El PRD, por su parte, resolverá la candidatura por el voto directo de sus militantes y simpatizantes en más de mil 500 casillas, y el PAN lo hará mediante una convención en la que participarán delegados previamente designados.
La fórmula acordada para la selección de candidatos del PRI, generó un enorme interés público, tanto por su carácter inédito, como por lo que propició; la confrontación de visiones y personalidades, el apunte de programas de trabajo, el uso de los medios de comunicación...
En el caso del PRI resalta un hecho: el impacto positivo que al interior dejó el proceso: ningún grupo impugnó las reglas; no se dieron fracturas ni lastimaduras, y es clara la unidad en torno al candidato electo. No son ajenos a estos resultados la inteligencia, madurez y caballerosidad de los contendientes. En el PRD, la ausencia de un padrón electoral parece dejar el proceso en manos del ``libre mercado de fuerzas'' perredistas y no perredistas.
Ahora el reto para los tres partidos mayores es llevar la experiencia de un proceso interior impecable, al espacio de la lucha política con sus oponentes externos; ir al encuentro del sentir de la población; mantener un debate de altura; no sucumbir a la tentación de impulsar una propaganda superflua y sin contenidos, sino ofrecer alternativas viables y responsables; manejar con honestidad y eficacia los recursos (evitar el dispendio) y, contribuir así a la legitimación del poder, haciendo que el mandato para gobernar a la ciudad de México derive en elecciones limpias, apegadas a la ley, creíbles, sin mancha.
Será posible, así, que el primer gobernante electo de la capital del país el próximo 6 de julio, esté en condiciones de encabezar un proyecto que, con un respaldo ciudadano inequívoco, enfrente los duros problemas del Distrito Federal.