La Jornada martes 25 de febrero de 1997

Carlos Montemayor
¿Una misión más del Ejército?

Los sucesos relacionados con el general Gutiérrez Rebollo son una importante luz roja sobre la seguridad nacional, sobre las tareas que equivocadamente se le están encomendando al Ejército y sobre el destino inmediato de México en las áreas de influencia y previsión militar de Estados Unidos.

He insistido en otros momentos en que la expansión de elementos militares en la administración pública de México está poniendo en riesgo la integridad misma del Ejército Mexicano. La creciente participación de miembros del ejército en los cuadros policiacos del Distrito Federal, de los estados de Jalisco, Baja California y Chihuahua, así como sus múltiples funciones administrativas entre los contingentes de desplazados en Chiapas, su penetración acelerada en las regiones del país donde se han detectado posibles focos de insurgencia, particularmente en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y en la Huasteca de Hidalgo y Veracruz, y su cada vez mayor participación en la lucha contra el narcotráfico, determinan que este proceso de militarización del país revele en verdad algo más que un crecimiento solamente militar; más bien revela el desgaste de cuadros y de instituciones políticas en el gobierno mexicano. Ante este desgaste de cuadros del sistema actual, el presidente Zedillo ha optado por apoyarse en acaso la única institución que le parece confiable, sana o que aún queda en pie. Pero la militarización no sólo es peligrosa para el país entero, también expone al Ejército a severos riesgos de integridad institucional, a una gradual descomposición de sus cuadros y a la desaparición de valores que hasta los últimos años han sido importantísimos en su vertebración nacionalista.

El artículo primero de la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos es muy claro en las misiones de estas instituciones públicas: I. Defender la integridad, la independencia y la soberanía de la nación; II. Garantizar la seguridad interior; III. Auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas; IV. Realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país; y V. En caso de desastre prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas. Estas misiones, extensas por naturaleza, son suficientes para que los recursos materiales y humanos del Ejército y Fuerza Aérea estén dedicados por entero a ellas.

Ningún ejército es un bloque pétreo a salvo de toda prueba. El general Luis Garfias Magaña expresó hace dos días a La Jornada que los militares ya no deberían ser asignados a funciones propias de la Procuraduría General de la República ni de las distintas corporaciones policiacas, para no exponerlos a la corrupción. Algo así señaló el general McCaffrey cuando se opuso, por razones de seguridad nacional, a que el Ejército estadunidense participara en la lucha antidrogas, como lo planteó Robert Dole en la Convención del Partido Republicano efectuada en San Diego en 1996.

En la medida que se le exija al Ejército extenderse en un plano político y de responsabilidad policiaca, fundamentalmente de cara al narcotráfico, el país irá desarticulando al Ejército en términos de Seguridad Nacional: el Ejército se verá presionado, por muchos medios, para ingresar en la órbita de Estados Unidos. Con casos como el del general Gutiérrez Rebollo, México no podrá oponer resistencia política alguna a la presión estadunidense sobre proyectos globalizadores o regionales de naturaleza militar, y así, nuestro Ejército, uno de los pocos del continente que fue reacio a la asimilación estadunidense, se irá sometiendo finalmente a los planes de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Repitamos la advertencia del zar de las drogas del país vecino, el general McCaffrey: ``es una locura exponer al ejército a la corrupción del narcotráfico. Las fuerzas armadas tienen una responsabilidad mayor''. En efecto, no debemos aceptar como otra misión del Ejército Mexicano apoyar las políticas antinarcóticos de Estados Unidos que se proponen combatir la oferta en el extranjero y no enfrentar la demanda desde su interior. No debe nuestro Ejército apoyar una política de esa nación que parece luchar más por el monopolio de la oferta internacional del narcotráfico que combatirlo frontalmente en su mercado interno.