Emilio Pradilla Cobos
Gobernabilidad desde abajo

Hace algún tiempo, el Partido Acción Nacional propuso un Acuerdo de gobernabilidad entre partidos y gobierno, ``para garantizar la estabilidad'' en el caso, posible y probable, de que el Revolucionario Institucional pierda la mayoría en el Congreso Federal y en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Algunos dirigentes de oposición en la capital piensan también que su candidato a la jefatura de gobierno debe tener el perfil de ``buen negociador'' para que, en el caso de ganar la elección, pueda resolver la situación problemática derivada de las cadenas que, en la incompleta reforma política para el Distrito Federal, lo atan al Ejecutivo y al Congreso Federal. En los dos casos, se trata de crear condiciones para una gobernabilidad desde arriba, pero no para una gobernabilidad democrática, que tiene que ser construida desde abajo, con los gobernados y para los gobernados.

Es probable que en el caso de que el jefe de gobierno del Distrito Federal electo el 6 de julio próximo sea del PAN o el PRD y que el PRI no tenga mayoría en la Asamblea Legislativa, se trate de asfixiarlo mediante los candados que lo atan al gobierno federal, el manejo de las transferencias de recursos federales o con la desestabilización que puedan generar los grupos corporativizados al partido gobernante. En las relaciones con el gobierno federal, la única condición de gobernabilidad es el estricto cumplimiento por todas las partes, de la ley vigente, aun con sus limitaciones, y la acción legislativa concertada de los partidos opositores, sobre la base de sus coincidencias políticas expresadas en sus plataformas electorales para el DF, para modificar la ley y darle soberanía plena al Distrito Federal, mediante su transformación en el Estado 32 y su municipalización.

La condición para que la ley se cumpla es precisamente el apoyo decidido de la mayoría de la ciudadanía defeña, su participación activa en las tareas de gobierno, su exigencia cotidiana de cumplimiento de las normas legales, es decir, la gobernabilidad desde abajo. Ella la pueden construir los partidos y candidatos de oposición mediante la combinación de condiciones como: un programa de gobierno que exprese las necesidades de la mayoría de la población y garantice sus derechos democráticos; un candidato honesto, capacitado para gobernar la compleja ciudad y reconocido ampliamente por los ciudadanos; una representación política en la Asamblea Legislativa y el Congreso, que refleje la pluralidad social que constituye al electorado (políticos, técnicos, intelectuales, productores, trabajadores, dirigentes sociales, mujeres, jóvenes, etcétera), que no sea el resultado de los juegos de poder entre grupos corporativos partidarios, y esté habilitada política e intelectualmente para legislar sobre los complejos temas de nuestra realidad; un gobierno constituido por personas capacitadas para cada puesto y que no sea producto del movimiento perpetuo de la burocracia política; una acción de gobernar basada en la información veraz y oportuna, la honestidad absoluta, la participación directa y activa de la ciudadanía en la toma de decisiones y su aplicación; y el respeto total a los derechos humanos, sociales y políticos de los defeños.

En este contexto, aunque no es despreciable la capacidad de negociación en las esferas políticas que pueda poseer el candidato a gobernante, podría ser un grave defecto si se utiliza para la negociación cupular, al margen de la organización política a la que representa o, peor aún, de la ciudadanía en su conjunto. A lo que se llegaría sería a otra forma más de gobernabilidad autoritaria. La cualidad fundamental que debe tener el gobernante del DF es su capacidad de construir la gobernabilidad desde abajo, de dialogar con los sectores mayoritarios y fundamentales de la sociedad, obtener su reconocimiento y apoyo, gobernar con ellos y para ellos, garantizar sus aspiraciones y derechos económicos, sociales y políticos, y aplicar un programa de gobierno adecuado, claro, conocido y asumido como proyecto político.

En este marco, dadas las diferencias ideológicas, profundas o superficiales, de los partidos, la gobernabilidad en los órganos legislativos surgirá del ejercicio libre y respetuoso de la democracia parlamentaria, en parlamentos independientes de los poderes ejecutivos del signo que sean. Así, son posibles y válidos los acuerdos sobre puntos concretos, los consensos o las negociaciones transparentes, de cara a la sociedad y teniendo en cuenta sus opiniones.