Bernardo Bátiz
Gómez Morín, cien años
El 27 de este mes se cumplen cien años del nacimiento del abogado Manuel Gómez Morín, fundador de instituciones, la más conocida de ellas, el Partido Acción Nacional. Con motivo de este centenario se ha dicho y escrito mucho. Sus familiares, discípulos, militantes y ex militantes del partido que fundó, y también analistas y estudiosos de nuestro país, han recordado su vida y obra.
En este momento creo yo que hay dos cuestiones que no han sido tocadas suficientemente con motivo de este centenario y que habrá que analizar: el debate sobre si el actual Acción Nacional encarna o no las ideas y propuestas de su fundador, y las fuentes en que abrevó el maestro Gómez Morín.
El primer tema no es oportuno en este momento y quedará para más adelante. Para referirme al segundo recuerdo a mis lectores que Gómez Morín fue vasconcelista y Vasconcelos fue maderista; esto es, hay una línea de continuidad entre el movimiento revolucionario de Francisco I. Madero, que puso el énfasis en la reconstrucción democrática del Estado mexicano, el movimiento cultural vasconcelista que puso el acento en la reconstrucción de la nación mexicana a partir de la educación, la difusión de la cultura y la popularización del arte, y las propuestas de Gómez Morín para reconstruir el Estado y la Nación simultáneamente, a partir de la educación cívica de la que un partido político debería ser eje y motor. En su juventud, como ha señalado Enrique Krauze, junto con otros jóvenes universitarios brillantes como él, ocupó en la administración pública y en la educación superior el hueco que habían dejado los intelectuales de la generación anterior desplazados, dispersos o escondidos por haber servido al gobierno de Victoriano Huerta.
En su temprana madurez participó en la campaña de Vasconcelos, pero no en el frente de batalla, en los discursos, las conferencias o los mítines, sino de alguna manera en el cuartel general, administrando los recursos, proponiendo ideas y tomando decisiones. Fue al final de esta campaña cuando propuso la formación de un partido que no fuera de caudillos ni de personajes, sino que aglutinara a sus militantes alrededor de ideas y principios, con el objeto de que la suerte de la institución no quedara ligada fatalmente al éxito o fracaso personal de sus dirigentes, a sus veleidades o a sus titubeos.
Fueron por tanto las columnas del nuevo edificio: la democracia, como ``técnica de salvación'', y el patriotismo con los ojos puestos en América Latina y la educación, que sería a fin de cuentas la fórmula para remontar los largos años de luchas violentas por el poder, levantamientos, cuartelazos y asonadas. Si el pueblo de México no estaba entrenado para participar en la vida democrática, porque los diversos gobiernos no le habían permitido ese entrenamiento, el partido tendría que ser el instrumento no tanto para llegar al poder a costa de lo que fuere, sino más bien para enseñar a los ciudadanos a hacerlo plenamente, a defender sus derechos, a participar, a responsabilizarse, a entender que la política importa a todos y no sólo a unos cuantos.
Gómez Morín, a cien años de su nacimiento, es un ejemplo a seguir para quienes quieren un cambio de la política centralizada y usada como un instrumento de dominación, una política de participación y responsabilidad. Sus ideas, sus propuestas, su estrategia son aún vigentes. Fue él quien supo sintetizar los ideales maderistas de democracia y buen gobierno con los ideales vasconcelistas de salvación por la cultura.