Propongamos que nuestras autoridades realicen un examen antidoping en el Congreso de Estados Unidos para saber si les podemos dar a los representantes y senadores de aquel país nuestra certificación. ¿Pasarían dicho examen?, ¿el famoso Jesse Helms conseguiría nuestra certificación? De acuerdo a las estadísticas sobre consumo de drogas en Norteamérica es probable que parte de los congresistas dieran positiva la prueba para detectar el uso de drogas de algún tipo.
A pesar de ser el consumidor más grande del mundo, Estados Unidos se ha dado a sí mismo la tarea de certificar a otros países, entre ellos al nuestro. En lugar de cooperación, los norteamericanos han decidido utilizar el asunto para conseguir fines relacionados con su politica interna e internacional y que poco tienen que ver con el combate al narcotráfico. De esta forma, la certificación es inoperante de acuerdo a sus objetivos supuestos, pero sirve a las mafias del narco ya que encarece el producto.
El narcotráfico como fenómeno mundial es la mejor expresión de la mitología Hidra; se corta una cabeza y nuevas aparecen ahí donde menos se sospecha. Mientras más embustes, politiquería barata e hipocresía se usen, menos efectivo será el combate. Al narcotráfico hay que hacerle frente, analizarlo y proponer nuevas e imaginativas formas para erradicarlo.
El proceso previo a la certificación es ocasión de presiones, acusaciones y posicionamientos que buscan modificar correlaciones de fuerza al interior de la política norteamericana. Que nadie se engañe.
Pero los norteamericanos aciertan en una cosa. De ser un problema policiaco, el narcotráfico ha pasado a ser un asunto de Estado porque su acción socava las bases mismas de la convivencia, propicia la corrupción o se sirve de ella, se infiltra en los aparatos de procuración de justicia, en los medios de comunicación, en el Ejército y en los partidos políticos sin distinción de ideologías. Aquel partido que, envuelto en el falso ropaje del puritanismo y la moralina, niegue siquiera la posibilidad de estar siendo penetrado por el narco, más vale que ponga sus barbas a remojar.
Entonces, si es un asunto de Estado propongamos no sólo medidas policiacas sino integrales, que abarquen una amplia gama de acciones desde las estrictamente legales hasta las políticas, educativas, económicas, de salud, etcétera. El gobierno no puede luchar solo ni apoyado exclusivamente en órganos de policía. Es necesario convocar a la cooperación entre partidos, organizaciones y ciudadanos, al trabajo internacional sin jugar a socavar la soberanía de otros países. Asimismo, la sociedad debe contar con información de las medidas que se instrumenten y, sobre todo, debe conocerse la dimensión del problema.
Las sociedades cerradas, sin información, o saturadas de condenas hipócritas favorecen la acción del narco, que es como un hongo que prolifera en la oscuridad.
En este sentido, debe reconocerse el papel que ha desempeñado la prensa mexicana. No nos alarmemos de lo que cotidianamente se publica acerca del narco. Esa es la tarea y responsabilidad que la sociedad espera de los medios: señalar caminos, indicar problemas. Que los prestigios se defiendan solos.
Así como no le podemos pedir a la prensa que cuide los prestigios de personajes, sino que informe de lo que sabe, en cambio sí podemos pedir a quien acuse que aporte elementos para demostrar supuestas culpabilidades. Igualmente, estamos en nuestro derecho de pedir a las instancias de procuración de justicia que investiguen hasta las últimas consecuencias.
Pese a muchos comentarios, el combate al narco es una guerra que no hemos perdido de antemano, pero que ha demostrado ser impermeable a las fórmulas tradicionales o sólo policiacas, a las diatribas morales y a las condenas que no estén acompañadas de acciones más imaginativas.
En estos días, la prensa mexicana ha brindado una amplia información del papel del Ejército en la lucha contra el narco. Desgraciadamente, los hechos nos muestran que éste penetra también a las estructuras castrenses. Sin embargo, hay que ser cuidadosos con las generalizaciones que desvirtúan la dimensión del problema. La acción del Ejército mexicano en la lucha contra el narco ha sido, en términos globales, digna de reconocimiento, pero no lo dejemos solo en una lucha que va más allá de sus funciones y posibilidades.