Víctor Flores Olea
La saña racista
La ley antiinmigratoria que entrará en vigor en Estados Unidos es una celebración y una apoteosis de las tendencias racistas, discriminatorias y xenofóbicas que son ya uno de los rasgos centrales de la ``civilización'' occidental en los últimos años. Esas naciones vuelven sobre sus pasos para volver ¡otra vez! a los extremos de vergüenza y deshonra que ya conocemos.
Claro, estas violencias infamantes no surgen por arte de magia: tienen explicación y precisas causas políticas y sociales. El ``nuevo'' racismo occidental estalla y se extiende como consecuencia de la llamada globalización del mundo, con raíz en las grandes transformaciones tecnológicas y en una intercomunicación que ha posibilitado la ampliación ``universal'' de los mercados. Es decir, en definitiva grandes corporaciones y centros financieros que han empujado a la mundialización de la sociedad humana en su beneficio e interés.
¿Por qué es así? Por la razón de que la globalización de la economía ha implantado inmensas zonas de miseria en prácticamente todos los continentes, fomentando no trabajo y empleo sino desocupación y miseria. Hoy es un lugar común para los economistas registrar que la ``nueva'' economía (globalizada y neoliberal) tiene como ``punto fuerte'' estratégico mantener altas tasas de desempleo y de sin trabajo.
(En Estados Unidos se perdieron, entre 1978 y 1990, 1.4 millones de trabajos. El desempleo en Francia, en 1969-1975, fue del 2.6 por ciento de la fuerza de trabajo; en 1996 es superior al 11 por ciento. En Alemania el desempleo era de uno por ciento, ahora es del 10 por ciento.)
Naturalmente la situación del ``mundo pobre'', del mundo ``del sur'', es mucho peor. Más allá de las cifras basta con seguir la información y las imágenes de este continente nuestro, de Asia y Africa para presenciar ``en tiempo real'' el literal exterminio de poblaciones enteras a que ha conducido la ``nueva'' economía archiliberal.
¿El resultado? Poblaciones enteras del sur al norte y del este al oeste buscando fuentes de trabajo y de mínima subsistencia: se configura así el fenómeno mundial de las migraciones, que son rasgo dominante de nuestro tiempo, de este fin y comienzo de milenio.
Y, como era de esperarse, una reacción ``occidental'' persecutoria y discriminatoria en contra de las poblaciones de migrantes que antes los grandes consorcios y los centros del capital contribuyeron a fomentar, al ampliar la miseria. La lógica y las razones del capital abominando de sus propias criaturas, negando su propia obra.
El problema es que este fenómeno general estalla ahora al lado nuestro y se ensaña contra millones de compatriotas que han debido emigrar atraídos por la ilusión y por la incompetencia nuestra para crear empleos y trabajo. ¡Un resultado más de nuestro dócil seguimiento a ``esa'' economía, sin alternativas ni opciones de ninguna especie, según sostiene el gobierno! Por el otro lado, el liberal Presidente Clinton asumiendo, por presiones de sus adversarios políticos, una ley oprobiosa para Estados Unidos.
Lo que llama la atención, de este lado, más allá de las consabidas notas diplomáticas que ya parecen de rutina y que son tremendamente ineficaces, es la pasividad del gobierno de la República, en el terreno práctico, ante un hecho de tal magnitud que afectará a cientos de miles y probablemente a millones de connacionales nuestros en el vecino país.
¿Hay ya las redes de abogados en torno a los consulados que podrán asesorar e intervenir para proteger a los mexicanos cuyos derechos podrían serán atropellados? ¿Se ha llamado a los organismos estadunidenses y de carácter internacional, gubernamentales y no gubernamentales, para que vigilen el respeto a los derechos de las poblaciones migrantes? ¿Se han preparado en nuestro país las redes de recepción y atención a los mexicanos que seguramente serán deportados?
No lo sabemos. En todo caso, existe la inequívoca impresión de que otra vez se nos sorprende con hechos consumados y sin políticas que se adelanten a los acontecimientos, que busquen prevenir más que remediar.
La impresión, como ya es costumbre, es la de ir a la zaga de los acontecimientos y arrastrados por ellos, sin capacidad de prevención y previsión y de oportuno planteamiento de estrategias y variantes que, en este caso, protejan adecuadamente a nuestros compatriotas. ''Reacción tímida y tardía'' la de nuestro gobierno, como la calificó un grupo de legisladores.
A la saña racista y xenofóbica se suma la incompetencia y las políticas obsecuentes ante Estados Unidos.