Oradores de un acto oficial sobre ecología olvidaron el tema principal
Elena Gallegos y Angélica Enciso Ť ¿Y el programa?, se preguntó el presidente Ernesto Zedillo como lo hacían en voz baja ecologistas, académicos, legisladores y funcionarios convocados. La estrella de la función estaba a punto de ser la gran ausente.
Resulta que cuatro oradores después, Zedillo se percató que ninguno de ellos había dado los fundamentos ni las acciones concretas de lo que motivó la reunión en el Desierto de los Leones: el anuncio del nuevo Programa Metropolitano de Recursos Naturales.
Y es que en el escenario del alumbramiento no sólo los detalles de la nueva criatura de la Semarnap, DDF y del estado de México fueron excluidos de los discursos, pues ni siquiera había un ejemplar de la cacareada estrategia gubernamental.
Habían desfilado ya por el atril el regente Oscar Espinosa Villarreal, el gobernador mexiquense, César Camacho Quiroz; el presidente de El Colegio de México, Andrés Lira --que en el programa del programa aparecía como el presentador formal de la nueva estrategia--; y el líder de los comuneros del Desierto de los Leones, Luis García Palomares.
Pero todos habían centrado sus baterías en hablar de la importancia de sanear el medio ambiente, alguien incluso soltó un verso del rey poeta Nezahualcóyotl, y tocaron, sólo de pasada, lo que ahí los había reunido. Unicamente el regente mencionó algunos detalles muy concretos.
Por eso Zedillo hizo a un lado el discurso que había preparado para la ocasión y en el que tampoco entraba a explicar en qué consistía el nuevo programa --como él mismo lo confesó divertido por el enredo-- y basándose en un tríptico que por ahí alguien le dio, al parecer el regente, aludió a algunas de las acciones contenidas.
Instantes previos a que el Presidente, último orador, hiciera uso de la palabra, muchos de los asistentes no podían ocultar el signo de interrogación en sus rostros: ¿y el programa? El acto estaba casi por concluir y del programa, cuyo nacimiento testificarían todos los presentes, nada.
Zedillo trató de aclarar las cosas: ``yo le preguntaba a la secretaria Carabias --dijo entre risas del auditorio-- que porqué no habíamos escuchado todavía en esta sesión no sólo los fundamentos del programa sino las acciones concretas''. A su lado, la secretaria esbozaba una sonrisa entre apenada y desconcertada.
``Me decía --siguió el Presidente-- que cada uno de los oradores había tenido la cortesía con el otro de dejarle, para su mención, las acciones específicas. Bueno, lo mismo me pasó con mi discurso. Entonces, por eso, yo lo guardé. Estaba bajo la silla'', en ese momento miró hacia atrás y sorprendido comentó: ``ya se lo llevaron''.
De plano los asistentes soltaron una carcajada: ``y yo aprovecho la cortesía de los demás, que no estaba planeada, para decirles que afortunadamente este programa sí tiene sustancia, tiene carnita y veía yo aquí que tiene varios capítulos''.
Entonces extendió el tríptico y sobre el mismo fue hilando ideas en torno a la nueva estrategia. En el mismo orden en el que proyectos y metas aparecían en el papel, el Presidente los fue enumerando: ordenamiento de 630 mil hectáreas, establecimiento de un sistema de áreas naturales protegidas en la zona metropolitana, acciones para recuperar zonas estratégicas, creación de viveros y parques nacionales, vigilancia de zonas verdes con una policía ecológica y sistemas para captar agua de las lluvias.
Zedillo también adelantó al público, cuya curiosidad comenzaba a ser satisfecha, que se crearán viveros para la producción de especies nativas y criaderos de fauna silvestre de la propia región, ``no vayan a traer especies exóticas, se dan casos''.
Y sí que se dan. Por ahí alguien recordó al folklórico Oscar Flores Tapia, que desde el palacio de gobierno de Saltillo lo mismo anunciaba, en tiempos de sequía, que volaría al cielo para ordeñar nubes, que proyectaba traer camellos al desierto coahuilense para sacarle jugo.
``Este programa --defendió como nadie--, no es sólo un catálogo de buenos deseos; comprende compromisos concretos, proyectos y acciones en los que todos vamos a tener que participar para llevarlos al terreno de los hechos''.
Desde ahí hizo un exhorto para que los candidatos al gobierno del Distrito Federal conozcan el programa y se comprometan con él. Así el que gane podrá cumplirlo.
``Ojalá --comentó uno de los asistentes-- para entonces ya haya aparecido''.
De entrada, Zedillo había hecho una especie de breve diagnóstico del deteriorado ambiente de la zona metropolitana: ``hemos abusado dramáticamente del agua, la hemos contaminado utilizándola en demasía y no hemos tenido la capacidad de limpiarla para regresarla al cauce de los ríos. Sabemos y reconocemos que la calidad del aire en nuestro valle dista mucho de ser el que necesitamos para el desarrollo sano de nuestros hijos y sabemos que hemos perdido flora y fauna que hasta hace no muchos años existía''.
Así, el Presidente enmendó la plana a los funcionarios que lo antecedieron. Sin embargo, preocupados por la información que manejarían --inversiones y metas--, los reporteros se amotinaron en torno a los jefes de prensa de Presidencia, DDF, estado de México y Semarnap: ``¿y el programa?'', presionaban. Pero por supuesto, éste no apareció por ningún lado.
Incluso, cuando empleados de Semarnap repartían el programa sectorial anunciado el lunes, los reporteros dedujeron: ``si el de ayer lo dan hoy, seguramente mañana nos darán el de hoy''.
Un funcionario de la Secretaría del Medio Ambiente explicó a los informadores que el olvido de los ejemplares era responsabilidad de Eduardo Palazuelos, secretario de la Comisión Ambiental Metropolitana. Por la tarde el DDF repartió los textos.