Planes académicos y de investigación sin consumarse, pauta en la UPN
Rosa Elvira Vargas/ III y última Ť Si por rectores la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) no ha parado, por proyectos académicos menos. Estos, sin embargo, han corrido la misma suerte que sus impulsores: más tardan en ser esbozados que su autor en salir de la Rectoría para ocupar un puesto en la SEP o para irse a la banca.
Lo anterior es causa y efecto de la crisis de la Universidad, y quizá ello explique por qué el actual rector, Jesús Liceaga Angeles, no quiera meterse a diseñar un enésimo plan, y opte por defender su postura, argumentando que el único proyecto académico real de esa casa de estudios ``es el que hacen sus maestros todos los días''.
Subsecretario cuando Manuel Bartlett estuvo al frente de la SEP y duramente cuestionado como artífice del proyecto pedagógico conocido como Prueba Operativa --hasta faltas de ortografía tenían los libros de texto piloto elaborados como parte de la misma--, Liceaga sintetizó recientemente, en un artículo periodístico, cómo observa a la Universidad que dirige:
``La UPN ha realizado esfuerzos importantes de reflexión y búsqueda de consensos por definir su proyecto académico (pero) frecuentemente las circunstancias lo hacen caduco antes de su aplicación. No obstante, existe un proyecto académico, un proyecto que surge de la acción cotidiana, expresado en lo que día a día desarrollan los académicos. Es un proyecto que se perfila vigoroso y coherente, se basa en lo posible y no en lo plausible, es la expresión del ser y no la del deber ser, por ello vale la pena considerarlo y formalizarlo. Es una respuesta prudente y adecuada a las necesidades de definición'', escribió entonces.
Empero, importantes corrientes de académicos y trabajadores administrativos disienten de lo que piensa y escribe su rector, y se plantean interrogantes sobre el futuro de la institución, pero a partir de una posibilidad real: ¿qué pasaría si la UPN desaparece? ¿Nada?
La maestra María Elena García Rivera, de la unidad Colima, considera que, ciertamente, no ocurriría nada si la institución dejara de funcionar. Ello, porque ha sido desatendida y porque a partir de que se desconcentró perdió fuerza. En algunos estados, afirma, los gobiernos locales la apoyan, pero en la mayoría apenas si toman en cuenta la importancia de sus funciones.
Todavía más: en el esquema de promoción horizontal de los maestros, conocido como Carrera Magisterial, tienen más valor, en términos de puntos a sumar, los cursos que dan los centros de actualización que los que imparte la Pedagógica.
García, al igual que otros académicos consultados, sostiene que el futuro de la UPN, sobre todo en las unidades de provincia, estaría en los posgrados (maestrías y doctorados) que tendrían que crearse por disposiciones de la Rectoría Central y con apoyo de las autoridades educativas que ven esta posibilidad como parte de la reforma del normalismo nacional.
Esta vía, coinciden varios docentes, incluso podría zanjar el eterno conflicto (de hecho subsiste desde su fundación) entre ``universitarios'' y ``normalistas''.
Mientras tanto, hay consenso en reconocer los aportes que han hecho los académicos e investigadores con formación universitaria, pues han acercado herramientas de análisis, bibliografía y enfoques teóricos para aquellos que sólo proceden del ámbito normalista.
Sin embargo, unos y otros enfrentan desde siempre el impedimento real de trasladar sus conocimientos y experiencias al aula escolar.
Al parecer este conflicto no es exclusivo de la Universidad, sino del propio aparato educativo, que obstaculiza permanentemente la práctica en los salones de clase.
Quienes defienden a ultranza a la UPN, porque están en ella desde su fundación y les representa mucho más que un mero proyecto laboral, señalan que justo el calificativo de ``teorizante'' es dado a la institución porque ``hay muchos obstáculos para entrar a un salón de clases; no hay vínculos directos para trabajar allí, pues muchas veces no se logran los permisos o los avales necesarios, ni las autoridades educativas los gestionan''.
Endeble y atropellada investigación
Parte medular de la actividad de toda universidad, la investigación que se realiza en la Pedagógica ha vivido, como el resto de sus actividades, un desarrollo azaroso y, según algunos analistas, de resultados francamente irrelevantes.
En el esquema que dio origen a la UPN se incorporaron las figuras de profesores-investigadores e investigadores exclusivos. Sin embargo, la productividad de ambos ha sido escasa , ``tanto si se considera el número y la calidad de los proyectos terminados y de las publicaciones originales, como si se analiza el impacto de la investigación básica y aplicada en las educativas y en el avance del conocimiento y la discusión sobre la educación nacional y sus problemas'', establecía en su diagnóstico Olac Fuentes Molinar.
En 1992, el rector asumía que las propias autoridades de la Pedagógica no habían logrado proponer, desde su fundación, líneas prioritarias de investigación, así como normas y criterios institucionales para encuadrar los proyectos del personal académico en atención a las preferencias individuales, pero con un marco común que diera sentido a una actividad colectiva.
Así, indicaba, en muchos casos ha quedado bajo la responsabilidad del ``investigador aislado'' la selección de los temas del proyecto, las formas de su desarrollo y la calidad de sus resultados.
``Como consecuencia se puede apreciar que la temática del conjunto de las investigaciones es caótica, pues mientras existen asuntos que se reiteran sin que se acumule el conocimiento, hay omisiones incomprensibles en temas de importancia central... es evidente que hay múltiples casos en los cuales los proyectos no guardan relación con cuestiones relevantes de la educación nacional, su impacto formativo sobre los estudiantes es escaso o no hay aportaciones de alguna originalidad al conocimiento educativo'', planteaba Fuentes Molinar.
Sin duda, los siguientes rectores no encontraron un panorama muy distinto en esta relevante actividad. En el diagnóstico elaborado durante la gestión de Eduardo Maliachi y Velasco se informaba de la investigación que tenían a su cargo las direcciones de Docencia e Investigación: tenían registrados -en la Unidad Ajusco- 180 proyectos, de los que entre 1993 y 1995 se reportaron 22 informes finales, ``lo que arroja 12 por ciento de proyectos terminados''.
Ese apunte menciona además que para las unidades estatales y del Distrito Federal se tenía el registro de 240 proyectos para el periodo 1994-1995, de los cuales sólo se reportaron como informes concluidos 5 por ciento.
Coincidía con el diagnóstico de Olac Fuentes, en ausencia de una evaluación cuidadosa de la calidad y pertinencia de los proyectos de investigación en marcha, y se indicaba que, no obstante las líneas construidas, ``todavía existen dispersión y atomización en la definición de proyectos y en su operación''.
Y lo mismo: ``la autoridad no ha logrado operar en forma sistemática, desde la fundación de la UPN, una política definida sobre líneas prioritarias de investigación, ni normas y criterios institucionales dentro de los cuales el personal académico pueda encuadrar sus proyectos, conforme a sus preferencias individuales pero con un marco común que le dé sentido a una actividad colectiva''.
Este era, pues, el panorama: ``podemos encontrar una gran cantidad de proyectos desarrollados tanto en el área de investigación como de docencia, cuyas condiciones de calidad son difíciles de determinar y en donde la política de divulgación se encuentra ausente''.
¿Hacia dónde va la UPN?
La respuesta a esa pregunta no surge de inmediato en cualquier entrevistado al que se le formula. Lo mismo el actual rector que anteriores directivos de la Pedagógica, investigadores y maestros en activo e incluso personal administrativo se ven en dificultades para responder.
Sin embargo, para todos está claro que la UPN requiere una amplia transformación en todos sus órdenes. Quienes intervengan en esa tarea, afirman sus defensores, necesitan despojarse totalmente de intereses particulares, ideológicos, partidistas, teorizantes y demás calificativos, para imprimir a la institución, un nuevo sentido.
Algo se verá en el futuro.