Trato de criminales a mexicanos que rechazan la deportación o salida voluntaria
David Aponte, enviado, Los Angeles, Cal., 4 de abril Ť Los mexicanos indocumentados o documentados que rechazan la deportación o salida voluntaria de Estados Unidos pueden pasar hasta nueve meses en los centros de detención del Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN), verdaderas prisiones de alta seguridad, en espera de la decisión de un juez de migración.
Por faltas administrativas, como el no tener los documentos migratorios en regla o reclamar derechos civiles o laborales, los detenidos mexicanos y de otras nacionalidades reciben trato de criminales.
Vista desde uno de los dormitorios del
Centro
de Detención del SIN en San Pedro, California.
Al fondo, la
Correccional Federal de Los Angeles.
Foto: Elsa Medina
Con la entrada en vigor del Acta de 1996, los oficiales del SIN realizan los preparativos para recibir a un mayor número de extranjeros indocumentados en las estaciones y centros de reclusión del Sur de California.
Por ejemplo, el centro de detención de San Pedro, ubicado al oeste de la ciudad de Los Angeles, alberga a unos 420 indocumentados, la mayoría mexicanos, y otros tantos acuden a las audiencias en las dos cortes de migración de ese complejo.
En el lugar, de poco más de tres metros de altura, coronadas con dos y hasta tres líneas de alambre de púas o filosas navajas, los indocumentados reciben tratamiento de criminales y todo el tiempo son observados por los agentes de seguridad -contratados por el SIN- y los oficiales de migración.
Los detenidos son clasificados por los agentes del SIN: los de uniforme blanco están bajo tratamiento médico, los de naranja bajo proceso de exclusión (deportación) y de los de azul y rojo son considerados peligrosos, por haber cometido alguna falta administrativa o algún delito, como uso o posesión de drogas.
Sin embargo, todos reciben el mismo trato de las correccionales. No hay ninguna diferencia con las prisiones federales.
Durante un recorrido por el centro de detención San Pedro Service Processing del distrito de Los Angeles, frente al inmueble de la prisión federal de la ciudad, Terminal Island, periodistas mexicanos pudieron observar que los indocumentados están recluidos en verdaderas prisiones de alta seguridad.
Los extranjeros de uniforme azul y rojo no pueden realizar ningún movimiento sin la escolta de los agentes de seguridad. Los detenidos son colocados contra los muros, al paso de los oficiales.
-¡Contra la pared! -gritan los agentes contratados por el SIN, guardias corpulentos de uniforme azul.
Después de la detención, realizada en el distrito de migración de Los Angeles, los indocumentados son trasladados a San Pedro. Los oficiales clasifican a los prisioneros y los ubican en cada una de las tres secciones: blancos, naranjas, rojos y azules.
En su celda colectiva, los agentes de seguridad no pierden de vista a los indocumentados. Desde su posición, el oficial puede observar la zona de las literas (80 en cada sección), cuando los detenidos van al baño (las letrinas no tienen ninguna privacidad) o en la sala de estar, donde también reciben los alimentos.
Al fondo de la estancia, donde se encuentra media docena de teléfonos públicos, pueden realizar llamadas por cobrar. Con el número 1 los atiende una operadora en español. Algunos de los aparatos telefónicos y las mesas de la sala de estar tienen las marcas de los connacionales: ``Viva Guanajuato''. ``Somos de Guerrero''. ``Aquí los de Michoacán''.
Por la mañana, los reclusos -quienes le cuestan 70 dólares diarios al gobierno federal, según las estimaciones de los oficiales del centro de detención de San Pedro- pueden salir a los patios para realizar alguna actividad deportiva. Los oficiales cuidan sus movimientos a través de un circuito cerrado de televisión.
Las medidas de seguridad son extremas. Los agentes de seguridad tienen que decir su nombre en una pequeña bocina pegada a la pared, cada vez que pretenden abrir una puerta. La justificación de las autoridades del centro de detención es que el 30 por ciento de los detenidos ha incurrido en posesión o venta de narcóticos.
En una breve charla, previa autorización firmada por escrito, Enrique Rivera González, de 21 años de edad, dijo que no quiere ser deportado a México. El compatriota tiene nueve meses en el centro de detención de San Pedro. El juez de migración no ha tomado una decisión respecto de la apelación presentada por el detenido.
``Desde los dos años de edad vivo en Los Angeles. Mi abuela me consiguió mis papeles y no pienso perderlos. Mi abuela hizo un sacrificio para agarrar los papeles y estoy tratando de pelear'', expuso.
-¿Por qué te detuvieron?
-Ellos dicen que por una ofensa menor. Dijeron que había violado la ley de Estados Unidos por el uso de drogas. ¿Quién les puede ganar?
Enrique añadió que en el centro hay mucha ``raza mexicana''. La mayoría son mexicanos, ``pero también hay gente del otro lado del mundo, de China''.
Otro de los detenidos, Néstor Rolando, de El Salvador, manifestó que no quiere volver a su país, porque ``allá no tengo nada. Aquí tengo mis papeles de residente''... El salvadoreño fue acusado de portación de arma de fuego. El juez analiza su apelación. El centroamericano lleva ocho meses en el centro de detención.