Más que defender al español, luchar contra los puristas: Camilo José Cela
Raquel Peguero Ť Dispuesto ``al mejor mandar del que manda'', el premio Nobel de Literatura 1989, Camilo José Cela, llegó a México para ``decir unas palabras en Zacatecas'', el lunes antes del almuerzo, frente al Presidente de México y el rey de España. Al día siguiente regresará a Madrid, por lo que no tendrá tiempo de visitar a su amigo Octavio Paz, quien, por encontrarse convaleciente, no irá al encuentro zacatecano, dedicado a la lengua española.
``Tampoco iré a ver a la Virgen de Guadalupe -comentó risueño-. Mire usted que traigo una agenda muy concreta''.
En conferencia de prensa, a su arribo al aeropuerto capitalino, el autor de La colmena respondió con su típico humor sardónico a todo tipo de preguntas. Llegó sediento, pero no quiso agua ``porque me duele el estómago. Estaría bien un whisky, sin hielo'', dijo mientras explicaba que ``escribir es lo único que hago ahora. Los libros no existen hasta que están editados y en manos del lector, mientras tanto no son más que buenos proyectos. Teóricamente, estoy haciendo un Diccionario geográfico popular de España, pero habrá que esperar''.
Risueño, el escritor español respondió que a él le cuesta mucho autoevaluarse: ``no me atrevería a enjuiciar mi propia obra, quizá porque la veo muy simpática. No creo que uno sea buen juez en su propia causa''. Además, dijo, cuando termina un libro, ``siempre me quedo muy contento, que se venda o no, no es un problema mío, sino de los editores. Tienen todos mis respetos pero yo me dedico a otra cosa''. Indicó que, como escritor, ``hay que vivir con los pies sobre la tierra, leer los periódicos todas las mañanas y hablar con la gente, o acaba uno en una urna, en una torre de marfil que no vale la pena''.
Sobre el humor, explicó que es ``consustancial con el individuo. Es otro de los ingredientes de la literatura, pero escribir algo así, de manera deliberada, no lo he hecho. No hay nada más aburrido que el gracioso oficial, que lleva los chistes apuntados en un papel y los saca para contarlos''. Paciente, dijo que nunca ha dejado de hacer periodismo, y sobre el gremio apuntó: ``Hay de todo como en botica: muy inteligentes, muy sagaces, y los que no saben por dónde andan. Pero eso le pasa a los periodistas, a los toreros, a los curas, a los notarios, a todo el mundo. Un día me preguntaban qué tanto por ciento de tontos hay en la Academia española, y dije: `los mismos que en la estación del Metro San Martín'. Así es en todos lados''.
En Zacatecas, dijo, hablará sobre el error que algunos cometen de creer ``que hablan latín. Pero no se dicen demasiados disparates, al contrario, hay grandes ámbitos en Hispanoamérica donde se habla un español muy bueno. La deformación en el idioma no existe. Lo que pasa es que la prisa es mala y más para expresar algo''. Por lo pronto confía, eso sí, que en el encuentro zacatecano ``entre todos sepamos defender esa maravilla de nuestra lengua común''.
-¿De qué cree que hay que defender la lengua española?
-De nada. Se defiende sola. La lengua española es un torrente que fluye y no una laguna estancada. De ella se derivarán, en el futuro, equis lenguas más. Una lengua tan ilustre como el latín desapareció y se creó la lengua romance, las latinas, españolas, el francés, el italiano; algunas han desaparecido. No hay peligro de ninguna clase para nuestro idioma. Además, si los idiomas no evolucionan, fallecen. Hay que luchar, mas bien, contra los puristas, porque estaríamos hablando del español anterior a los siglos de oro. Sería un despropósito.
-¿Qué deben hacer los gobiernos para fomentar el idioma?
-Gastarse un dinero que no se gastan, y después no querer intervenir en la cultura. La cultura va sola o no va. El dirigismo en política -que es lo que llevaron Hitler o Stalin- no dio resultado ninguno.
-Su opinión sobre el momento político que vive el mundo.
-¡Uff!, confuso como siempre. En cuanto a México, lo veo con esperanza y con ilusión. La crisis azota a todo el mundo y veo que México tiene una gran fuerza y que saldrá, sin duda alguna, adelante.
-¿Podría ser inspiración para un libro suyo?
-¡Y para un libro de cualquiera! ¡Sin duda! Lo malo de los libros no es tener el motivo, es sentarse a escribirlos. Motivos hay todos los que quiera.